Talleres ocupacionales

En el periódico “El Diario Vasco”, del domingo, 16 de junio de 1985, en su página 13, y bajo el título “INTXAURRONDO: pioneros en la experiencia de talleres ocupacionales para jóvenes sin estudios”, encontramos lo siguiente: “En enero de 1984 comenzaron a funcionar en la parroquia María Auxiliadora de Intxaurrondo una serie de talleres ocupacionales, nacidos ante la inquietud mostrada por un grupo de padres respecto a una serie de chavales que se habían descolgado de los estudios”.

Txema Egizabal, salesiano, señalaba que con anterioridad se había intentado que un grupo de jóvenes del barrio aprobara por lo menos el Graduado Escolar, pero les daba vergüenza acudir a clase con gente de menos edad que ellos. “Organizamos un curso, con chicos y chicas, pero fracasó. Los jóvenes habían perdido la costumbre de estudiar, del trabajo teórico, y no funcionó”. Debido a ello, tanto Txema Egizabal como un grupo de padres pensaron en algo más práctico, algo donde no hubiera exámenes. “Nuestra principal preocupación, lógicamente, era el dinero”. Después de hablar con Cáritas, organización que se comprometió a subvencionar las necesidades fundamentales, hicieron una campaña en el barrio, tras la cual veinticinco chavales estaban dispuestos a comenzar la experiencia. Tras diversas conversaciones con el Ayuntamiento, éste subvencionaba el material necesario para los talleres de mecánica y carpintería. Comenzaron en enero de 1984, preparando los mismos padres y los chavales del barrio (que en número de 23 acudieron a los talleres ocupacionales) los bancos y diverso material para comenzar a funcionar. “Lo que se puede denominar trabajo comenzó en febrero en esta primera experiencia. En el mes de mayo terminamos con catorce chavales, distribuidos en diferentes secciones como mecánica, electricidad, carpintería...

” Al año siguiente Txema Egizabal y los padres José María López, Nardo Ruiz de Azúa, Pedro Telletxea, Tomás Garnica y la joven Mari Carmen Matía, continuaron con la iniciativa. “Se apuntaron más de cincuenta jóvenes, estábamos desbordados. Tuvimos que coger únicamente a veintidós más otros cuatro para mecanografía. Hay que señalar que tras este tiempo empleado en el aprendizaje de una serie de oficios de los que no tenían ningún conocimiento, algunos han buscado trabajo”. Querían suplir el aprendizaje que anteriormente se realizaba en los talleres de oficio. “Los chavales no tenían una base sólida de estudios, pero podían acceder al trabajo directo”.

Otras motivaciones El grupo de padres que trabaja en los talleres después de salir de sus respectivas obligaciones profesionales, señala que en un principio los jóvenes venían con complejos producidos por su dificultad para enfrentarse a los exámenes, a las pruebas... “los talleres ocupacionales han significado un cambio importante en su comportamiento. Tienen relación con otros compañeros, están centrados en el mismo barrio y se sienten importantes porque se dan cuenta de su propia superación, ha funcionado la autoestima donde antes había anulación.

En el taller no hay calificaciones ni marcas; ellos son sus propios profesores. Aprenden sin castigos porque encuentran otras motivaciones”. Las clases comienzan a las siete y media de la tarde, aunque para las siete ya están en el taller, según indican los padres y a la vez monitores. “Terminan a las nueve, pero si no les dices nada les tienes que decir que se vayan. No se les puede enseñar a todos lo mismo porque tienen diferentes grados de conocimiento; pero es importante señalar que algunos de ellos pueden ir directamente a trabajar a cualquier taller. Están preparados.” [...]

Todos los monitores indicaban que la actividad en los talleres ocupacionales revalorizaba a la persona, “les sale su verdadero carácter. No podemos olvidar que la mayoría de estos jóvenes no hacen nada durante todo el día, que se encuentran en un momento de la vida sumamente difícil. Nuestra intención es que no se malogren una serie de chavales que tienen ilusión. El que tiene interés no se pierde, pero se encuentra a medio camino en su maduración como persona, y hay que echarles una mano. Por otro lado, y esto es importante, nosotros aprendemos mucho con ellos, tanto con sus ilusiones como con sus ganas y ansias de trabajar.”

Los jóvenes que acuden a estos talleres ocupacionales ubicados en Intxaurrondo tienen edades comprendidas entre los dieciséis y los veinte años, ya que si son demasiado jóvenes no ponen el suficiente interés, y si han superado la barrera del servicio militar son demasiado problemáticos.” Los mismos padres que con anterioridad estaban trabajando para los campamentos de verano para los niños del barrio, se vieron involucrados en esta nueva etapa de enseñanza. “Después de este período de tiempo, nos estamos dando cuenta que se puede formar a gente que en un momento determinado puede empezar a ganarse la vida, lo cual representa una diferencia sustancial respecto a estar todo el día tirado en la calle.” [...] “La experiencia tiene que dar resultados positivos.

En un plano superior ahí está el trabajo realizado por Don Bosco, y ha funcionado. Aquí han acudido personas de otros barrios interesadas por la experiencia, grupos de personas preocupadas por muchos jóvenes que se encuentran sin estímulos, por lo que no es extraño que próximamente comiencen a proliferar.”