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Un instituto vizcaíno prohíbe vestir a sus alumnos como «si fueran a la playa» [EL CORREO]

Aprueba una normativa para evitar que las prendas excesivamente provocativas afecten al desarrollo de las clases.


«A clase no se va con la misma ropa que a la playa». Parece un principio lógico a simple vista, aunque no siempre se cumple. El instituto público de Balmaseda ha implantado un nuevo reglamento interno para exigir a sus alumnos que vistan «de una forma adecuada, acorde con la asistencia a un centro de formación y cultura». La normativa, pionera en Euskadi, entró en vigor en septiembre y ha sido ratificada con los votos del consejo escolar este mismo mes.

La iniciativa del instituto encartado, según fuentes de la dirección, «no se ha propuesto para coartar la libertad» de los alumnos, sino más bien con el objetivo de que las prendas excesivamente provocativas no alteren el normal funcionamiento de las clases. De hecho, el nuevo reglamento se propuso para evitar incómodas situaciones como la ocurrida en la pasada primavera, cuando una de las estudiantes se negó a salir a la pizarra «por pudor». «Llevaba una minifalda tan corta que ni siquiera ocultaba su ropa interior», recuerdan en el centro.

Casos similares se repitieron al final del pasado curso, durante los meses más calurosos del año. «Es cuando menos ropa se lleva», justifican en el instituto. Para corregir la situación se propuso la redacción de una norma que controlase, «atendiendo al sentido común», la vestimenta del alumnado. El nuevo reglamento fue aprobado en junio de forma inicial por el consejo escolar, que engloba a profesores, padres, alumnos y directivos del centro educativo, además de a un representante de la Corporación municipal.

La iniciativa se puso en marcha en septiembre, previo aviso a los estudiantes, aunque sólo de forma experimental durante el primer trimestre del curso. La ausencia de problemas e incidentes ha sido la tónica predominante desde entonces, por lo que la norma se ha refrendado de forma definitiva este mes, con 20 votos favorables de entre los 23 integrantes del consejo escolar que acudieron a la votación. «Ha recibido un apoyo casi unánime por parte de todos los colectivos implicados», destacan fuentes de la dirección del instituto.

En cualquier caso, la medida aprobada tiene un carácter generalista, ya que no concreta parámetro alguno. Sólo persigue marcar unos «límites lógicos», aunque reconoce que «los criterios individuales al respecto son diferentes». Delega, por tanto, la decisión final en el profesorado. «No pretendemos imponer uniformes ni prohibir que se enseñe el ombligo, pero tampoco queremos que la moda perjudique a la educación», manifiestan los promotores del reglamento interno.


Un caso único

La nueva normativa se ha elaborado, según ha señalado la dirección, atendiendo a los criterios establecidos ya por otros institutos. «No somos los primeros que regulamos la vestimenta del alumnado», aseguran. El Departamento vasco de Educación, sin embargo, negó ayer que tenga constancia de la aprobación de normas similares en otros institutos. «Se trata de una iniciativa propia del centro que hasta ahora no se había promovido en ningún otro equipamiento público de la comunidad autónoma», matizaron desde el Ejecutivo, aunque sin posicionarse al respecto.

El intento de controlar las formas de vestir, en cualquier caso, no ha sido el único motivo que ha suscitado polémica entre los estudiantes del instituto de Balmaseda. En su intento por adaptarse a los nuevos tiempos, la dirección del centro de Secundaria también ha regulado la utilización de los teléfonos móviles con el inicio del nuevo curso. La ordenanza prohíbe su uso en las aulas, incluso como calculadora o reloj. En caso de incumplimiento de la normativa, los profesores tienen la facultad de confiscar el terminal, aunque desde el pasado mes de septiembre todavía no se ha llegado a este extremo.


Unai Morán, Barakaldo
EL CORREO, 18 de enero de 2007




OPINIÓN/ Atuendo escolar


Balmaseda es un pueblo que tenía en su haber la invención de la puchera y el hecho histórico de que el gran León Felipe tuviera farmacia abierta en su casco urbano. Ahora también ha incorporado a su historia municipal el hecho de haber sido, según el Gobierno vasco, el municipio de Euskadi que primero trató de poner algo de orden en el vestuario de la enseñanza pública.

El centro escolar de Balmaseda, que cuenta con casi 500 escolares, se dotó de una norma elemental para recordar a sus alumnos en un lenguaje más persuasivo que impositivo que «es lógico pensar que no podemos venir al centro como vamos a la playa. Hay que marcar un límite» y ante la pluralidad de los criterios individuales y la subjetividad del personal en materia de vestuario se establece la prevalencia de la opinión de los profesores en cada clase.

La experiencia arrancó en septiembre y ha funcionado sin mayores problemas a lo largo del primer trimestre, cosa notable porque aquí siempre hemos sido muy mirados para los asuntos del vestuario. Recuerden a aquel ministro de Hacienda de Carlos III, Leopoldo de Gregorio, también llamado marqués de Esquilache, que se empeño en acortar la capa de los nacionales y en coser las alas al sombrero para impedirles el embozo. Le dio su nombre a un motín que puso en pie de guerra a 40.000 madrileños y estuvo a punto de costarle la corona a su rey, con lo que Ana Belén no habría podido cantar «La puerta de Alcalá».


Sin insurgencias

Afortunadamente no ha habido que lamentar en Balmaseda una insurgencia adolescente en defensa de su derecho a la libre decisión en materia de vestuario, en el que, antes de este curso, proliferaba la camiseta de tirantes y el chándal para ellos, y surtido de tops y tangas para ellas, que ahora tiene mucho predicamento ir enseñando su poquito de braga por encima del pantalón o de la falda.

Había también alguna gorra, que el profesor pedía cortésmente que se quitara el tocado o la tocada, algo que nunca se habría atrevido a pedirle en vida al gran Currito, que jamás se quitaba la txapela, salvo, es de suponer, en la cama y para ducharse.


Santiago González
EL CORREO, 18 de enero de 2007

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