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«¿Es su futura esposa creyente?» [EL PAIS]

Cónsules y jueces lanzan todo tipo de preguntas para detectar los matrimonios de conveniencia entre inmigrantes y españoles.


¿Es su futura esposa creyente? La pregunta raya la inconstitucionalidad porque el que la formula es cónsul de España en un país de América Latina. Su objetivo no es averiguar qué fe profesa la contrayente, sino indagar si los futuros cónyuges -un español residente en España y una colombiana afincada en Latinoamérica- se conocen de verdad y el matrimonio que preparan no es simulado.

Los matrimonios de conveniencia son «una realidad creciente», señalaba en febrero una instrucción de la directora general de registros y notarías, Pilar Blanco-Morales. Es una faceta minoritaria y poco conocida de la inmigración a España a la que la Administración de Justicia intenta poner coto.

Casarse con un español permite al extranjero no comunitario lograr un permiso de residencia de cinco años de vigencia y obtener la nacionalidad española al cabo de un año de estancia en España. Por esos papeles de lujo hay mucha gente dispuesta a pagar, entre 3.000 y 10.000 euros, según estimaciones policiales, al español o a la española que se preste a hacer de cónyuge. Algunos intermediarios se encargan de encontrarlos.

El extranjero adquiere bajo cuerda, con su esposo español, el compromiso de que no habrá ninguna convivencia y de que, en cuanto obtenga la ansiada documentación, empezará a tramitar el divorcio. Algunos juristas argumentan que el llamado divorcio exprés, en vigor desde 2005, incentiva estos delitos.

El Ministerio de Justicia no posee cifras fehacientes sobre qué porcentaje de las bodas mixtas, entre personas de diferente nacionalidad -que rondan ya el 10% del total de los matrimonios contraídos-, es de conveniencia. Pilar Blanco-Morales asegura tener conocimiento de «cientos de casos» al año, pero otros muchos falsos cónyuges logran sortear la criba de la Administración de Justicia.

Para detectarlos mejor, Blanco-Morales difundió en febrero, a los jueces encargados de los 432 registros civiles de España y a los 159 cónsules, una instrucción, que actualiza una anterior de 1995, sobre cómo efectuar «un interrogatorio bien encauzado que puede llegar a descubrir la intención fraudulenta de una de las dos partes».

El juez o el cónsul deberán preguntar por separado y «de modo reservado» a los futuros esposos, «sobre sus intenciones de vida en común (...), hijos que desean tener, desde cuándo dura la relación, cómo piensan organizar la convivencia en común, etcétera», precisa Blanco-Morales. Sus respuestas permitirán averiguar «si desean formar una familia» y denegar o permitir la celebración del matrimonio.

«¿Cómo se llama su novio?», preguntó un cónsul en Centroamérica a una joven que tramitaba el matrimonio con un español. «Paco», contestó. «¿Y sus apellidos?», inquirió. «No me acuerdo», respondió. El funcionario llegó así a la conclusión de que combinaban un matrimonio de complacencia.

La prueba más tangible de que preparan un matrimonio simulado es el idioma. «Cuántas veces me he encontrado a un hombre que habla árabe y algo de francés y que pretende casarse con una chica que sólo se maneja en español», recuerda un cónsul en el norte de África.

«Cuando se les pregunta cómo se comprenden», prosigue este cónsul, que, como los demás funcionarios, desea permanecer en el anonimato, «suelen contestar que a su lado está siempre un primo o un amigo que hace de intérprete».

Un canciller español en el Magreb rememora divertido cómo una chica contestó a esa misma pregunta: «Nos comunicamos con la mirada y con el corazón». El funcionario mandó un informe negativo al registro civil correspondiente.

Deseosos de afinar al máximo, los instructores acaban saliéndose de la rutina en sus preguntas. «¿Qué marca de tabaco fuma su novio? ¿Cuántas veces se afeita al día?». Contestaciones contradictorias entre el novio interrogado en el consulado y la novia en el registro civil no significan que se deniegue el matrimonio, pero sí levantan sospechas.

Hay preguntas que casi siempre obtienen la misma respuesta, no porque hayan sido previamente preparadas, sino porque los futuros cónyuges suelen ser gente modesta con pocos medios. Cuando se les interroga sobre las aficiones «bailar y ver la tele», es la contestación más común de los latinoamericanos.

En el Magreb el baile está menos generalizado y las mujeres son más púdicas. Por eso, recuerda un cónsul, «algunas de las que entrevisté se ruborizaron y enmudecieron cuando quise indagar sobre las aficiones de su novio en España».

Algunos juristas han criticado la publicación por Blanco-Morales de una lista aproximada de las preguntas que formularán los encargados del registro. «No hace sino facilitar la comisión del fraude», escribe la profesora Patricia Orejudo en la revista La Ley. Los cónyuges simuladores se estudian la lista para no fallar en las respuestas.

La explosión de los matrimonios mixtos, insisten los cónsules consultados, no sólo es achacable a la presión migratoria. Se debe también a Internet, en cuyos chats se fraguan muchas historias de amor.


I. C., Madrid
EL PAÍS, 8 de octubre de 2006

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