«Cristoterapia»: rosario y trabajo para sacar a miles de jóvenes de la droga [LA RAZÓN]

«Cada día veo a Dios actuar claramente, de forma transparente, en el corazón, en la mente de los jóvenes que antes estaban muertos, tristes, solos, enojados, con violencia». Después de 22 años, ayudando a personas, sor Elvira resume su experiencia de vida con estas palabras.

Esta religiosa italiana de las Hermanas de la Caridad sintió la necesidad de «abrir las puertas a los jóvenes que se encuentran en el camino equivocado» y dedicar las 24 horas del día a los drogadictos que llegan hasta ella para curarse. Para ello acude a una medicina mucho más eficaz que cualquier otra: la «Cristoterapia», algo que la Comunidad del Cenáculo, fundada por la monja, aplica a sus pacientes.


Ángeles de la guarda

Las principales armas con las que cuentan todos ellos para dejar la esclavitud de la droga es el rezo del rosario y el trabajo, ambos utilizados en cada uno de los centros diseminados por todo el mundo, con sede en Saluzzo, Italia. «A medida que se trabaja duramente en la casa y en la realidad, Dios va reconstruyendo al hombre. Nos animamos, corregimos, criticamos y apoyamos, para aprender a aceptar la verdad sobre nosotros mismos, así como ayudar a los demás a ver su propia verdad. Aprendemos a servir y sacrificarnos por los otros a pesar de nuestras fragilidades e imperfecciones», explican algunos jóvenes miembros de esta asociación de fieles. La vida en la comunidad es sencilla, pero muy intensa: «Se vive el Evangelio al pie de la letra; las cosas materiales influyen poco, se aprende que las personas son más importantes que las cosas, que el dinero o la carrera», destacan. Cada nuevo paciente que ingresa en alguno de los centros o casas -como les gusta llamarlos- de la Comunidad del Cenáculo, se siente acogido desde el primer momento, como testimonian miles de ex toxicómanos rehabilitados gracias a esta religiosa.

Experiencia que se refuerza cuando comprueban in situ que a cada uno de ellos se les ha concedido un «ángel custodio»: muchachos que viven en la comunidad desde hace varios meses y que se encargarán de trabajar, de sufrir y llorar junto a esta persona en su lucha contra la drogadicción. Ningún paciente sabe cuánto tiempo permanecerá en la comunidad, aunque lo normal es que a los cuatro años se encuentren curados y puedan volver junto a sus familiares y amigos. Sin embargo, sor Elvira lo tiene muy claro: «Podrán considerarse preparados para marcharse cuando hayan escogido la oración para toda la vida».

Además, esta religiosa incansable está decidida a continuar «mientras mi salud me lo permita. Pero sobre todo, mientras me lo permita la voluntad de Dios iré al encuentro de los necesitados». Gracias a la labor de la religiosa se han salvado miles de familias y personas que agradecen, como ella, que «Jesús en la Eucaristía nos ha dejado entre las manos el tesoro, la medicina y la luz más extraordinaria para salir de las tinieblas del mal», porque «verdaderamente si uno está en Cristo, ¡es una criatura nueva!».


LA RAZÓN, 13 de septiembre de 2006