¿Vilaplana, castigado?

Es un hecho objetivo que monseñor José Vilaplana, hasta ahora obispo de Santander, se le traslada a una diócesis inferior. Huelva, su nueva sede, es menos importante que la capital cántabra, tanto en número de fieles como en prestancia. No en vano esta última es sede de una autonomía. Vilaplana desciende. ¿Por qué?

Circulan varias hipótesis para explicar este inexplicable traslado episcopal. La primera es que se trata de una «monteirada», una jugada del nuncio, Manuel Monteiro de Castro, que no se entera por donde le da el aire. Hipótesis desechable. El nuncio portugués lleva en España el tiempo suficiente para conocer perfectamente al episcopado español en su conjunto y a todos y cada uno de sus miembros, con sus defectos y sus virtudes.

Y Vilaplana sólo tiene virtudes. Es un obispo bueno, honrado, sin ganas de escalar. De los que no luchan por el poder. Y no sólo es un buenazo, sino que, además, sabe «gobernar» y ejercer de obispo. Es, según sus curas, uno de los obispos que mejor funciona pastoralmente de toda España. ¡Que ya es decir! Comprensivo, atento, sencillo, abierto, dialogante, espiritual y con excelentes planes pastorales. El nuncio, por muy ineficaz que sea, no puede castigar a uno de sus mejores obispos.

¿Vino el castigo a través de otros conductos, es decir a través de Rouco-Cañizares, que todavía no les perdonan a los obispos que votaron a Blázquez (entre ellos Vilaplana) el «feo» que, a su juicio, les hicieron? No es descartable, pero parece poco probable. Ni los dos Antonio son tan «malos» ni Vilaplana se lo merece.

¿Se le está preparando para un futuro destino en Málaga (cuyo prelado ya ha presentado la dimisión) o para suceder al cardenal Amigo en Sevilla, a partir del 2009? Si es para Málaga, ¿por qué ese rodeo, pasando por Huelva y con tan pocos años de intervalo? Roma no es partidaria de mover demasiado a los obispos de diócesis, para evitar el carrerismo y la sensación de subir en el escalafón. Y si es para Sevilla, largo me lo fiáis.

Por lo que le han contado a los angelitos de rumores, los curas de Santander tienen claro que su obispo ha sido castigado. Fundamentalmente, por ser moderado y por haber votado a Blázquez como presidente.

Los curas cántabros, por más que buscan, no encuentran otras razones. Todos alaban su talante bondadoso y respetuoso con todas las tendencias. Es un obispo de acogida más que de imposición. Quizás por eso, algunos le reprochan que haya dado demasiada cancha y que se haya impuesto poco. Su lema es no apagar, sino animar. «Una joya de obispo», concluyen.

Por eso, sus curas han acordado hacer una carta de agradecimiento a su obispo. Sin entrar a buscar culpables de esta sorprendente decisión, porque el propio Vilaplana así se lo ha pedido. La carta se publicará dentro de unos días. Mientras tanto, el clero santanderino se pregunta: «¿Por qué la Iglesia castiga a un obispo extraordinario?». ¡Malos tiempos para los obispos moderados!


RELIGION DIGITAL, 24 de julio de 2006