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El Gobierno de Madrid constata un repunte del consumo en la capital.
La expansión y el incremento de los cultivos de opio en Afganistán ha encendido la luz de alarma en los países europeos ante un posible rebrote del consumo de heroína, realidad en la que ya ha incidido la delegada del Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, al anunciar que, junto al elevado consumo de cannabis y cocaína en nuestro país, «el consumo de heroína puede verse incrementado».
En la comunidad de Madrid ya se han experimentado cambios. El director de la Agencia Antidroga de la capital, Manuel Molina, asegura que el fenómeno de la inmigración procedente de los países orientales ya ha provocado «un ligero repunte» del consumo de heroína: «Estamos preocupados porque con el incremento de los cultivos en Afganistán tratarán de colocar esa mercancía a unos precios más económicos». Además, Molina destaca que otro peligro añadido es que la heroína se está mezclando con la cocaína y se está tomando fumada e inhalada, y no por vía intravenosa: «Existe el riesgo de que los consumidores de cocaína empiecen a mezclarla con heroína y si hay una gran producción, abaratan precios y un gran interés de los narcotraficantes de colocar esa mercancía hay que estar muy alerta».
Heroinómanos chechenos. En los años pasados se produjo un descenso de heroinómanos en la comunidad de Madrid, situación que ha cambiado, ya que se ha registrado «un estancamiento» producido, según Molina, por «la llegada de inmigrantes procedentes de la Europa del Este, de países como Rumanía, y también de Chechenia, heroinómanos que se engancharon a esa sustancia cuando estaban en las guerrillas para afrontar la guerra con menor crudeza».
El sociólogo Fernando Conde Gutiérrez destaca que «en la actualidad se habla muy poco de la heroína, pero el problema no ha pasado y podría resurgir en cuatro o cinco años». A su parecer, la imagen que existe de la drogodependencia en España se ha basado en los últimos 20 y 30 años en la heroína y, en la ultima época, ha habido un desplazamiento hacia las drogas lúdicas, como la cocaína o las drogas químicas, un cambio de imagen sobre las drogas en la que la heroína ha pasado a ser invisible: «La figura del heroinómano sigue existiendo aunque no sea tan central en la imagen pública, y sigue habiendo un grupo que no está en los programas de metadona y que se enfrenta a los mismos problemas de exclusión que hace 15 años».
Por otra parte, explica el sociólogo, la referencia de la letalidad de esta droga se empieza a perder: «Desde 1985 a 1995, muchos heroinómanos murieron por el sida, algo que ha producido que generaciones que hoy tienen entre 25 y 35 años hayan visto como en sus barrios morían vecinos, amigos, compañeros y familiares cercanos por la heroína. Esas mismas generaciones frenaron el consumo de heroína y las orientaron hacia otras drogas, sin embargo, los chavales que hoy tienen entre 8 y 16 años no tienen presente la figura del heroinómano en sus vidas». Si además -matiza el experto- en ese entorno hay una oferta de heroína, unido a los nuevos problemas sociales de desestructuración familiar o cambios culturales en algunos grupos de inmigrantes, «el caldo de cultivo del consumo está sembrado».
La Junta internacional de fiscalización de estupefacientes (JIFE) revela que casi la totalidad de la heroína que se trafica en los mercados ilegales europeos procede de Afganistán. La demanda anual europea se sitúa en unas 170 toneladas.
Los datos de la ONU indican que la producción de heroína ha recuperado las cifras existentes antes del conflicto de Afganistán, con una producción potencial estimada en 500 toneladas. Las cifras que maneja la ONU son preocupantes dado que el cultivo de amapolas en este país ha pasado de las 80.000 hectáreas en 2003 a las 131.000 en 2004.
En el mundo existen 15,2 millones de consumidores de heroína. España, con un 0,5 por ciento en la tasa de prevalencia tiene, junto a otros países occidentales, una de las menores incidencias, una situación que corre el riesgo de cambiar.
M.B., Madrid
LA RAZÓN, 3 de julio de 2006
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