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«El cardenal Ratzinger es una cosa y Benedicto XVI, otra y que con el cambio ha salido ganando la Iglesia, aunque sea contra pronóstico». El fundador de la Teología de la Liberación, Leonardo Boff expresa en esta entrevista sus temores a la actitud belicosa y agresiva de la administración Bush y su convencimiento de que la Iglesia debe estar al lado de los homosexuales para que no se sientan marginados. También subraya el papel que la Iglesia puede jugar como punto de encuentro en el conflicto vasco. Así se expresa hoy en la entrevista que publica Ideal de Granada.
-Benedicto XVI acaba de cumplir un año como Papa, llegó con la etiqueta de conservador, ¿cómo definiría ahora su pontificado?
-Una cosa es el cardenal Ratzinger, que tenía la función de vigilar las doctrinas, y otra el Papa Benedicto XVI, que se dirige a toda la Iglesia y lo está haciendo con otra actitud. Evidentemente no tiene el carisma de Juan Pablo II. Aquél fue un pastor y éste es más bien un profesor, con gestos contenidos pero gran capacidad para pensar. Un año es poco para variar las cosas y aún estamos esperando. Conociéndolo como teólogo, espero que vuelva a asumir sus tesis de gran apertura y capacidad de entender la dinámica del mundo, no sólo de la Iglesia.
-También afirmó que Benedicto XVI sería una continuación radicalizada de Juan Pablo II, ¿se han cumplido esos augurios?
-De algún modo continúa su estela, pero Juan Pablo II recorrió el mundo y alargó los espacios de la Iglesia, mientras que ahora se trata de alargar los espacios de la humanidad y de poner la religión a su servicio.
-¿Considera posible un acercamiento al Papa como ocurrió con el teólogo alemán Hans Kung?
-Hay que estar siempre abierto al diálogo. Cuando Ratzinger era cardenal vigiló las doctrinas y castigó a muchos teólogos, pero ahora tengo la sensación de que quiere pacificar la Iglesia pues además de Kung también ha hablado con los seguidores de Lefebvre. Pienso que quiere formarse una idea más global e involucrar al pensamiento teológico en la definición de los mejores caminos de la Iglesia. Que no sean sólo los obispos o la curia, sino la inteligencia cristiana repartida en muchos campos y por todo el mundo la que forme el pensamiento cristiano.
-¿Convocará Benedicto XVI un nuevo concilio en el que se abordará, por ejemplo, el celibato de los sacerdotes o la posición de la mujer en la Iglesia?
-Por su edad y por sus limitaciones físicas estamos ante un Papa de transición. No tiene mucho tiempo hábil para grandes transformaciones. Él enfatizará puntos como la descentralización de la Iglesia, valorando las conferencias nacionales y la colegialidad, e incentivará el diálogo ecuménico, pero no habrá grandes gestos.
-¿Cuál es el estado actual de la Iglesia?
-Bastante dividida entre la Occidental y la de la periferia del mundo. De allí viene el dinamismo y el progreso. No tiene más remedio dada la difícil situación que se encuentra a diario y ha de ser progresista a la fuerza. Más que una sociedad jerárquica es un pueblo de Dios que influye mucho en la opinión pública, con una gran efervescencia teológica. En Europa, sin embargo, veo cansancio, poco crecimiento poblacional y una sociedad que se siente triunfante sobre el marxismo y el socialismo.
-¿Qué futuro le espera al catolicismo en Europa?
-La conciencia europea también es un poco trágica y eso no es bueno para el cristianismo. En la medida que Europa desarrolle mecanismos de solidaridad con los pobres, sin seguir la política norteamericana de enfrentamiento militar, encontrará un horizonte de esperanza. Europa tiene una gran tradición humanística y debe servir para contrarrestar la brutalidad americana. Para nosotros sería muy interesante una Europa más autónoma y audaz, más solidaria con el tercer y cuarto mundo. Ella ayudó a crearlo con el imperialismo, pero puede ahora colaborar a rescatarla e incluirla en el proceso de globalización.
Iglesias ensimismadas
-¿Por qué la Iglesia se afana en perseguir y señalar a los homosexuales en lugar de denunciar las condiciones de vida de los miles de millones de personas que hoy no han comido nada?
-Las iglesias en general están muy volcadas hacia adentro, como si fueran fortalezas en permanente construcción. No se ponen al servicio de la humanidad sufriente. El actual Papa, en un discurso que me parece pertinente, ha llamado la atención de que hay que preocuparse más de los pobres de África y de la periferia del mundo. Ha entablado diálogo con otras religiones y ha dicho que la globalización ha de tener un rostro humano, no sólo mercantil.
-España aprobó hace un año una ley que permite el matrimonio homosexual, ¿qué opina usted?
-Nadie puede negar que entre dos personas puede existir amor. Cuando hay amor, para un cristiano es algo misterioso porque tiene que ver con Dios. Uno debe respetar eso, porque el amor no se puede manipular. Mientras, el Estado laico se debe preocupar en regular esas relaciones en términos legales. La Iglesia debe estar con los homosexuales, desmontar mecanismos de marginación o prejuicios, acompañarlos para que no se sientan discriminados, para que no sufran por la sociedad.
-¿Por qué lado es más frágil una futura alianza de civilizaciones?
-Por el fundamentalismo de Estado, sobre todo el norteamericano. Bush tiene una actitud belicosa y agresiva en todo el mundo, demostrando claramente que Estados Unidos somete a sus aliados a sus estrategias de hegemonía. Mantiene medidas contrarias a los derechos humanos y utiliza todo tipo de armas. Creo que el riesgo no es Irán, sino la política de Estados Unidos. Son capaces de medidas muy violentas y dada la capacidad destructiva que hemos alcanzado hay que recurrir hasta la extenuación al diálogo para evitar las guerras. La violencia jamás ha resuelto problemas, es más, siempre los ha creado.
-Sobre el papel que puede jugar la Iglesia en la resolución de conflictos y ante lo ocurrido en Irlanda con el IRA, ¿piensa que debe intentarse también esta vía en el caso de ETA?
-Claro que sí. El papel natural de la Iglesia es servir de punto de unión y encuentro. La Iglesia puede ayudar al Estado y a la sociedad a encontrar caminos de reconciliación, incluso de perdón. Hay que superar amarguras históricas y el sentido de venganza. Demostrar que se puede empezar de nuevo, como pasó en África del Sur, se dijo la verdad, se reconoció la represión que había existido y se organizó para que no se reprodujera otra vez.
Manuel Pedreira, Granada
IDEAL, 21 de abril de 2006
* Información extraída de Religiodigital.com
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