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Un grupo de religiosos se encierra en un convento de Lyon para desmenuzar los mensajes satánicos de las letras de conocidas bandas.
160 sacerdotes reunidos en Lyon estudian con fruición las canciones de Marilyn Manson: quieren saber la razón de que hayan proliferado las sectas satánicas entre los jóvenes.
Pero, ¿qué hacen ciento cincuenta religiosos católicos escuchando a Marilyn Manson en un convento lionés? Entrenarse. Estos especialistas no comparten mal gusto musical, ni aficiones bizarras de fin de semana. Son todos exorcistas. Y, a sus 60 años de media, les ha tocado ponerse a la última para contrarrestar el auge de Satán y sus príncipes rebelados entre los jóvenes galos.
Los Evangelios ya avisaban del peligro de Satanás, «que caía del cielo como un rayo». Lucifer, a decir de los expertos, ya no baja desde tan arriba, sino que salta desde los escenarios del rock gótico. Cuyo máximo exponente, el ambiguo y siniestro Marilyn Manson, parece haber tendido una alfombra roja para que muchos adolescentes se interesen por el lado más oculto de la trascendencia.
La labor tradicional de la «task force» de la Iglesia contra el demonio solía estar ligada a las creencias de la Francia rural, donde una enfermedad mental podía ser confundida con la temida mano de Belcebú.
Un mundo codificado.
También recibían muchos casos de inmigrantes que mezclaban la tradición católica con creencias paganas, supersticiones y otros ritos. Y (pocos) casos de personas realmente poseídas. Pero jamás se ha- bían enfrentado a guitarras metálicas, escenarios sombríos, discos del revés con mensajes ocultos y la parafernalia habitual del rock satánico. «Los exorcistas y sus colaboradores se encuentran a menudo desamparados ante estos jóvenes. No poseen las claves necesarias para penetrar en un mundo tan codificado y ayudarles a salir», confía el Centro Nacional de Pastoral Litúrgica. Esta música, que invoca sin ambages al anticristo, parece haberse convertido en el vivero de las más de 1.000 sectas satánicas que existen en Francia, según la Iglesia Católica.
Quien instruyó a los exorcistas y a sus colaboradores (laicos preparados por la Iglesia para el ministerio de liberación, una especie de exorcismo de baja intensidad mediante una oración) es el padre Benoît Domerque, especialista en esta nueva rama del mundo satánico, que se plasma en una parte de la cultura juvenil (música, películas, juegos de rol...) y se ha convertido casi en un «fenómeno de sociedad» que tiene como punto de encuentro Internet. El sacerdote considera que los conciertos de Marilyn Manson, a los que ha asistido, «son una provocación, una máquina de dinero y una búsqueda evidente de poder».
Esta definición que podría calzársele a muchas estrellas del rock, poco sospechosas de coquetear con Mefistófeles. El problema son los medios que utiliza el andrógino cantante, siempre maquillado como para asistir a una cena con una pareja de zombies sacados de una película de terror de bajo presupuesto. «Su expresión artística se expresa por medio de potencias mortíferas, que exaltan al anticristo, el asesinato, el suicidio, que incitan a los espectadores, bajo control, a cometer profanaciones de lugares sagrados», explicaba esta semana el religioso al diario «Le Figaro».
«Marilyn Manson usa un lenguaje que ataca a Dios. Pero no todos los jóvenes que lo escuchan son satánicos, hay que discernir», razona Monseñor Philippe Gueneley, obispo de Langres, y responsable en Francia de nombrar los exorcistas de cada diócesis. El problema, según explica el obispo, es que este tipo de estrellas musicales abren a su público, entre los 13 y los 25 años, una puerta a la cultura de la violencia. La mayoría sale indemne, no se interesa o aprecia sólo las cualidades musicales de Manson. El problema es la otra minoría, «fascinada por el mal».
Cruces invertidas.
Manson es peligroso, según los especialistas, por su capacidad para llegar a millones de jóvenes. Pero puede ser considerado incluso un blando, comparado con los abalorios y el credo satánicos de otros «angelitos» menos conocidos del rock duro, como los noruegos Dimmu Borgir. En su página de internet son capaces de dirigir un alarmante «Hail Satán» a sus «fans», vestirse de religiosos con cruces invertidas o aparecer con cuchillos ensangrentados y sostener mujeres a cuatro patas engarzadas por cadenas y grilletes. «Los que predican la Biblia son nuestros enemigos», aclara «Dimmu Borgir», capaz de escribir canciones como «Torturador de almas cristianas», cuyas letras no se incluyeron en el álbum por miedo de la discográfica a represalias legales. Los músicos aseguran que sus sonidos guturales se inspiran en compositores clásicos como Dvorak y Wagner. Les pasará como a Woody Allen: «Cuando escucho a Wagner más de media hora, ¡me entran ganas de invadir Polonia!».
Javier Gómez, París
LA RAZÓN, 5 de febrero de 2006
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