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CARTAS AL DIRECTOR: Gaztetxo ruge... con el «Rey Leon» [Abel Domínguez]

Se necesita mucha humildad y, ante todo, conocimientos artísticos, técnicos y teatrales para poder hacer un juicio del musical «Rey Leon» que el Centro Juvenil «Maria Auxiliadora» Gaztetxo Elkartea, de los Salesianos de Intxaurrondo, está representando en su segunda temporada.


Así que con algo de humildad y muy pocos conocimientos, pero, sobre todo, con mucho corazón y mucha admiración, me atrevo a decir lo que sigue, sin ánimo de dar un juicio definitivo.

Todo musical que se precie tiene que tener un número inicial que se meta al público en el bolsillo, de lo contrario las butacas empiezan a bostezar y las cabezas de los espectadores a buscar algo en lo que centrar su mirada para ver si lo que están viendo termina de empezar.

Pues bien, «Rey Leon» tiene ese número inicial fabuloso, lleno de color, de alegría, de efectos de luz y de música, de volumen ascendente que hace que cada gesto de cada niño, cada sonrisa ingenua... se te meta en el corazón de espectador ilusionado que vuelve a reconciliarse con el niño que dejó de ser hace tiempo y permite que salga y disfrute... y llore.

Y ese niño que sale a la luz en el espectador adulto dura toda la representación y se identifica con un Simba que borda los gestos de ignorancia infantil y también de malicia ingenua... sin olvidar su voz quebrada ante el acontecimiento fatal de la muerte de su padre.

Mi niño espectador se siente seguro con Mufasa y sus gestos de padrazo, tiembla con Scar, actor que transmite todo el trabajo de creación del personaje con una naturalidad tan grande que nadie diría que está diciendo un guión aprendido. La ironía, cinismo y crueldad del tío de Simba están perfectamente dibujados en las miradas del actor, en sus tonos de voz, en sus medias sonrisas... si cabe, poco exageradas para un escenario, aunque en un equilibrio entre la sobreactuación y la inexpresión.

No pude atar la risa descarada ante dos gamberros y sinvergüenzas como son Pumba y Timón. Quien contenga la risa con estos dos no merece este espectáculo. Le recomiendo que saque su infancia a pasear por el patio de butacas cuando vea a estos dos monstruos de la vida fácil y de la evasión de la realidad.

No me ha dado vergüenza reír, llorar, aplaudir, temblar, moverme bailando al ritmo de la música... este musical ruge y pide que lo que ocurre en la escena se prolongue en los asientos. Eso sólo lo puede conseguir una dirección artística cuidada y precisa, que trata la individualidad de cada personaje y de cada actor. Una dirección artística que ha sabido sacar de cada actor sus recursos expresivos más representables haciendo creíbles los personajes y la historia.

Unido a eso quiero destacar la genial integración entre coreografías y texto. No hay cortes entre los momentos de baile y los de representación y eso da agilidad y unidad al relato. Las coreografías no son meros gestos marcando ritmos, sino que están teatralizadas completamente... para muestra la capoeira que se marcan magistralmente Don Simba adulto y Don Scar... para quitarse el sombrero.

Finalmente, en «Rey Leon» vi un derroche de creatividad en la búsqueda de variedad de recursos: cariocas, máscaras, láser que nos mete en el túnel del tiempo… Han pasado unos años desde que vi a Gaztetxo Elkartea representando el musical «2.000 años después». No pude asistir a ninguna representación de «Schindler». Como equipo he descubierto, desde entonces, una manera más madura de trabajar, de concebir una representación sin caer en lo simple, pero sí ensalzando lo sencillo para crear la ilusión de estar ante algo tan complejo como es la escenificación de un musical.

Desde aquí mi enhorabuena a cada integrante de ese equipo-familia, felicidades porque vuestro rugido está despertando a la vida a muchas personas que quieren recuperar al niño que hace tiempo escondieron en el disfraz de adulto.


Abel Domínguez
LOGROÑO, 9 de diciembre de 2005

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