El Vaticano prohíbe el sacerdocio a los gays por su falta de «madurez afectiva»

Sólo les acepta en seminarios si han «superado el problema» 3 años antes.


Una filtración a la agencia católica italiana Adista sacó ayer por fin a la luz el esperado documento del Vaticano con el que regulará a partir de ahora el acceso de homosexuales al sacerdocio, una cuestión que consideraba crucial desde el escándalo de los cientos de abusos sexuales de curas denunciado en EE UU en 2002. Su contenido ya había sido adelantado en los últimos meses, pero por primera vez la «instrucción» mostró ayer cómo lo dice el texto definitivo, firmado por el prefecto de la Congregación para la Educación Católica, el cardenal Zenon Grocholewski.

El documento sobre el «discernimiento vocacional» admite que aborda una cuestión que es «urgente por la situación actual» y adopta una línea intransigente con los homosexuales. El párrafo decisivo es éste: «La Iglesia, respetando profundamente las personas en cuestión, no puede admitir en el seminario y a los órdenes sacros a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas o apoyan la llamada cultura gay».

La Iglesia considera que el candidato al sacerdocio «debe alcanzar la madurez afectiva» que le hace capaz de tener correctas relaciones con hombres y mujeres. En este sentido opina que los homosexuales «se encuentran en una situación que obstacula gravemente una correcta relación con hombres y mujeres». El texto marca la distinción católica entre actos homosexuales, que califica de pecados graves e «intrínsecamente inmorales y contrarios a la ley natural», y las tendencias homosexuales, que considera «objetivamente desordenadas» y una «prueba» para un cristiano. No obstante, a diferencia de un heterosexual, a la Iglesia no le basta el compromiso de castidad que acarrea el sacerdocio. Aunque afirma que «deben ser acogidas con respeto y delicadeza» y se evitará «cualquier marca de injusta discriminación», cree a estas personas incapacitadas para la ordenación. El Vaticano insiste que el sacerdocio es «un don», no un derecho.

El documento delega en los obispos, superiores mayores y rectores de seminarios la tarea de juzgar las tendencias sexuales de los candidatos al sacerdocio. Sólo admite una excepción: si la homosexualidad es «la expresión de un problema transitorio, como por ejemplo, una adolescencia todavía no culminada», el aspirante a cura puede ingresar en el seminario siempre que haya «superado el problema» al menos tres años antes. La Iglesia confía en la sinceridad de los seminaristas, porque sería «gravemente deshonesto ocultar la propia homosexualidad».


Iñigo Domínguez, Corresponsal en Roma
EL CORREO, 23 de noviembre de 2005