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Los 340 presbíteros que trabajan en las 232 parroquias repartidas por las localidades guipuzcoanas tienen una media de edad de 70 años. Este año en el seminario de Donostia se espera una única ordenación.
Lo dijo el obispo de la Diócesis de San Sebastián, Juan María Uriarte, en una de sus últimas intervenciones públicas: «Un invierno vocacional atraviesa Europa». Gipuzkoa no se escapa a esa realidad. Lejos quedan los «más de 800 sacerdotes» que poblaban las iglesias del territorio hace poco más de 30 años. La situación actual es bien distinta.
«Envejecimiento», «escasez», «penuria sacerdotal»... Así se resume la coyuntura actual del presbiterio en Gipuzkoa. Según las cifras que maneja la diócesis, hoy en día existen 340 sacerdotes en el territorio, de los cuales 256 están en activo. La media de edad ronda los 70 años y sólo tres de cada diez son menores de 65 años. Trasladando estas cifras a lo concreto, como ejemplo, en Santa María del Coro de San Sebastián, los tres sacerdotes suman 226 años (el menor de ellos tiene 71 años y el mayor 80). De todos los presbíteros de Gipuzkoa, sólo 13 tienen menos de 40 años. El más joven luce 28 años y el mayor, 97.
«Necesidad evidente»
«Hay necesidad evidente de sacerdotes. Hoy no se requeriría el número que había hace 30 años, pero hacen falta nuevas vocaciones para sustituir a los que van envejeciendo y falleciendo», asegura Jesús Mari Arrieta, rector del seminario de la Diócesis de San Sebastián. Esta realidad se refleja también en el centro que dirige. En los últimos diez años, tan sólo se han ordenado 18 nuevos presbíteros. «Muchos menos que los sacerdotes que han ido falleciendo en ese período. Hubo años en los que había 25 ó 30 seminaristas en cada curso y ordenaciones numerosas con más de 50 nuevos presbíteros», cuenta el rector.
Desde que en 1953 se creara el seminario, la entrada de nuevos vocacionados se ha ido reduciendo hasta hoy. En la actualidad hay cuatro seminaristas, de los cuales sólo uno se ordenará a final de año. Además, existen otros cuatro jóvenes en período de «discernimiento vocacional», una fase previa de ingreso al seminario.
«A partir de los 70 se notó un descenso considerable del número de jóvenes en el seminario. Hay que tener en cuenta que antes la situación demográfica era diferente. Las familias eran más numerosas y tenían un ambiente externamente más religioso del que ahora pueden vivir», afirma el rector. Arrieta considera también «que las posibilidades que antes tenían los jóvenes de acceder a estudios superiores eran incomparablemente menores a las actuales, por lo que el seminario era una oportunidad. Hoy en día hay universidades, institutos y profesiones aparentemente más atractivas». Además, «el presbiterado hace años contaba con más prestigio».
Actualmente, según Arrieta, «lo religioso se muestra menos relevante en la sociedad» lo que, en su opinión, hace que «un joven que tenga una vivencia de fe seria» y «que piense en la posibilidad de ser sacerdote, tenga una base y fundamento muchísimo mayor que en otra época».
En su opinión, no se trata de «maquillar con imagen y marketing» la vocación sacerdotal para hacerla más atractiva. Ni tampoco cree que la ordenación de mujeres como sacerdotes o el que se permita el matrimonio a los presbíteros «vaya a solucionar numéricamente el problema». El futuro, aunque «esperanzador», no es nada halagüeño en cuanto al número de sacerdotes.
El párroco de Santa María del Coro de San Sebastián, de 75 años, cree que «la tendencia es a que seamos pocos y, como los mayores desapareceremos, quedarán muy pocos sacerdotes los próximos años. Después, nadie sabe qué Iglesia tendremos en el futuro».
Celebraciones sin curas
La escasez de sacerdotes también se refleja en el día a día de las iglesias. «En Gipuzkoa hay unas cien parroquias pequeñas que no tienen permanentemente un presbítero que habite allí, y que suelen estar bajo la influencia de un cura que tiene a su cargo dos parroquias o más. Eso quiere decir que ese sacerdote en ocasiones se ve en dificultad para poder atender debidamente a todas», asegura el rector del seminario.
Esta circunstancia ha hecho que, como propuesta de «futuro urgente», la diócesis fomente una mayor «responsabilidad del laicado». Esta implicación tiene su extremo en la dirección de asambleas dominicales en ausencia de presbítero, algo que se lleva celebrando desde hace años. Se trata de celebraciones en las que un laico, hombre o mujer, dirige la lectura de la palabra y los textos bíblicos asignados por la Iglesia. «Al no haber sacerdote, no se celebra la consagración de la Eucaristía aunque, en ocasiones, se comulga con un pan bendecido previamente por un presbítero».
Celebraciones de este tipo se dan en parroquias pequeñas como Altzo, Orendain, Baliarrain o Ikaztegieta, a cargo de laicos que previamente han culminado un curso de preparación. No obstante, como reza el documento La función del laico en la Iglesia de la diócesis, «en ningún caso la promoción del laicado debe debilitar la promoción vocacional presbiteral. Un laico no ahorra un solo cura, sino que lo reclama. Un cura no ahorra, sino postula, la promoción de los laicos».
Juan Manuel Velasco
EL DIARIO VASCO, 31 de octubre de 2005
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