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TEÓLOGO / Leonardo Boff, teólogo de la Liberación
El ex sacerdote franciscano se despertó con dolor en las articulaciones y la mujer que a ratos intervenía en nuestra conversación, le alcanzó un poncho para resguardarle del frío y la humedad de la sierra. Leonardo Boff respondió a los cuidados de su esposa Marcia con un gruñido de afecto y luego prosiguió la entrevista. Hablábamos de la Teología de la Liberación, surgida en Latinoamérica en los años 60, cuando nuestro interlocutor -un barbudo silvestre y místico, como los personajes de León Tolstoy- y otros sacerdotes decidieron incorporarse a la lucha contra la opresión y la miseria.
Pero antes de socorrer a los pobres era menester que ellos mismos transformaran sus vidas, para lo cual debían descender del púlpito y mezclarse con los feligreses en las frondosas selvas de la Amazonía o en las frías cumbres de Los Andes. Por plasmar este camino en un libro, Leonardo Boff tuvo que comparecer en 1984 ante la Congregación de la Fe, como se conoce actualmente al Santo Oficio de la Inquisición. El tribunal que presidía el actual papa, Benedicto XVI, le condenó a un año de «silencio obsequioso». Como no estaba dispuesto a convivir con la censura eclesiástica, dos años más tarde Boff decidió colgar los hábitos. Una pérdida irreparable para el Vaticano y un enorme beneficio para quienes practican la fe de Jesucristo y sus apóstoles.
PREGUNTA.- ¿Qué había en su obra Iglesia, carisma y poder que tanto irritó al entonces cardenal Joseph Ratzinger?
RESPUESTA.- En ese libro quise demostrar que la forma en que la Iglesia se organiza atenta contra los Derechos Humanos sea de la mujer, a la que no se le concede la representación que merece, o de los laicos: sometidos al peso y rigor de su estructura jerárquica. De esta forma la Iglesia se ha convertido en un instrumento de represión que se suma a los que funcionan en el estado secular.Se plantea entonces la cuestión de cómo la Iglesia puede liberarse de sí misma para ser más efectiva en la lucha por una liberación integral.
P.- ¿Qué le pasó por la cabeza cuando le sentaron en el mismo banquillo que ocupó Galileo Galilei?
R.- Sentía, en lo más profundo, que la justicia estaba de mi parte. Y lamentaba que la Iglesia hubiese llegado a tales extremos de intransigencia y dogmatismo. El proceso tenía un doble propósito.El de simular que se enjuiciaba un libro para, de forma soterrada, aplastar a la Teología de la Liberación. El otro objetivo era deslegitimar a la Iglesia brasileña que por aquel entonces se oponía tenazmente a los regímenes militares. Esa postura implicaba un firme compromiso con los movimientos que combatían a la dictadura, y el Vaticano temía que los marxistas aprovecharan esa coyuntura para infiltrarse en Latinoamérica. Y como el papa Juan Pablo II tenía una experiencia negativa de esa ideología, bajo el pretexto de defender la fe, se emprendió una cruzada contra la Teología de la Liberación y contra la Conferencia de Obispos de Brasil.Como dicen los alemanes, se golpeaba al saco pero se pensaba en el burro.
P.- ¿Cree que es posible reformar la Iglesia católica?
R.- Vana ilusión. No habrá cambios sustanciales mientras persista esa institución que pacta con los poderosos. ¡Pero no desesperar!, el surgimiento de las iglesias populares en Africa, América, Asia... ofrece una alternativa para transmitir el auténtico mensaje de Jesús. Un mensaje que no emana de los púlpitos y de los confesionarios de las grandes catedrales, sino de las chabolas donde se hacinan los apóstoles de nuestros días. Porque la Ultima Cena no fue un banquete al que asistieron unos señores vestidos con túnicas confeccionadas por Armani. Y el hombre que predicó las bienaventuranzas lo hizo en el sencillo arameo que hablaba el vulgo y no en el latín de las clases dominantes.
P.- Retrocediendo a una de las etapas más oscuras de la religión institucionalizada, los conquistadores impusieron en América un cristianismo de cepo y espada. ¿Cómo se pueden reparar las injusticias cometidas en nombre de la fe?
R.- En primer lugar, con el reconocimiento de que la colonización de América fue producto de un genocidio y no del sometimiento de unas cuantas tribus levantiscas. A los millones de amerindios avasallados y a los negros que fueron traídos de Africa para servir de bestias de carga no se les puede resucitar. Lo que nos queda por hacer es preservar las culturas testimoniales -la de los pueblos de raíz incaica, azteca, maya, araucana, etcétera- de la invasión de la cultura chatarra que importamos de Estados Unidos y de Europa. Me remito a un ejemplo concreto de lo que llamamos la contraconquista: la maravillosa capilla de Tonantzintla en Cholula (México) es una de las más llamativas confirmaciones del sincretismo como elemento dinámico de la cultura. Los artesanos indígenas recibieron de manos de los cristianos del Viejo Mundo grabados de los santos con orden de reproducirlos. El resultado fue una recreación del paraíso azteca -con abundancia de frutos tropicales- en el que ellos mismos ascendían al cielo vestidos con hábitos monacales. Dentro de la Iglesia existen reductos conservadores para los cuales la celebración de la Pacha Mama (la madre tierra de los pueblos andinos) y la Santería afroamericana son abominaciones paganas. Nuestra réplica a los defensores de la única verdad es la réplica del padre Bartolomé de Las Casas (religioso español que denunció los crímenes cometidos contra los pueblos precolombinos): «Prefiero una cultura pagana pero viva, a una cultura evangelizada pero muerta».
P.- Para muchos, la globalización es el azote de la Humanidad.¿De qué forma la consideran los teólogos de la Liberación?
R.- Como un proceso que tiene una faz oscura y una luminosa.Por un lado, permite que los pueblos y las culturas que antes vivían encastillados en los límites del estado nación tengan un lugar de convergencia en el planeta Tierra. Y que de ahí surja la conciencia de que compartimos un mismo origen y un destino común. Que no tenemos otro hogar que la Tierra y siendo así debemos colaborar en la protección de sus recursos, que son escasos.Por otro lado, este proceso se desarrolla bajo un imperativo económico financiero, que lo deshumaniza. Con todos sus errores, esta etapa es de una enorme importancia porque crea las condiciones materiales para obtener otro tipo de globalización más benévola.
P.- El partido de los trabajadores (PT) llegó al poder enarbolando los blasones de la ética para caer en las mismas prácticas corruptas que pretendía erradicar. ¿Se siente usted desilusionado de Lula y sus compañeros?
R.- No hay que confundir a esos dirigentes venales con los 800.000 afiliados que conforman las bases del partido. Esa gente, entre la que me incluyo, reprueba la corrupción, desde luego que sí.Pero no va a permitir que las elites tradicionales aprovechen la crisis para deshacerse de Lula, quien encarna la lucha que han sostenido durante siglos. En el fondo, lo que pretende la oligarquía es desmoralizar a la izquierda para que no pueda levantar cabeza durante una o varias generaciones. Esa ambición entraña graves riesgos puesto que existe una articulada red de movimientos que, advertida de los propósitos de sus adversarios, defendería a Lula hasta las últimas consecuencias.
P.- En América del Sur las congregaciones evangélicas no paran de crecer a expensas de la Iglesia católica. ¿Cómo se explica este fenómeno?
R.- Estamos sujetos a un sistema -el neoliberal- que todo lo convierte en mercancía. Y la religión no se salva de este vasallaje.Ciertas sectas, congregaciones o como quiera llamarlas, (aquí Boff adopta un semblante grave y dolido) difunden su mensaje a través de la televisión como quien promociona la venta de detergentes o automóviles. Y claro, para tener salida al mercado esa religión mediatizada y dietética debe despojarse de sus contenidos más profundos. La Iglesia del Reino de Dios con sus pastores o showmen ofreciendo la redención de la gastritis y el catecismo del éxito en los negocios es la manifestación más perfecta de este fenómeno.
Desgraciadamente, una importante rama de la Iglesia católica ha caído en la misma lógica perversa y disputa la predilección de la audiencia a través de sus propios canales de televisión.Lo más deplorable de estos métodos es que anuncian un Evangelio que no presta atención a los millones de desheredados del planeta.Sin la mediación de la justicia social, el Evangelio se transforma en un Valium, que sólo sirve para calmar las conciencias y satisfacer las necesidades más inmediatas de los acólitos.
P.- ¿Cómo se llevan a la práctica los postulados de la Teología de la Liberación?
R.- No se puede entender una Teología de la Liberación que no tenga un pie en el mundo de los desheredados y el otro pie en la academia. Cada uno de nosotros acompaña de forma sistemática y orgánica a los grupos que actúan dentro de esa realidad. Yo he trabajado a nivel nacional con el Movimiento de los Sin Tierra (MST) y ahora lo hago con una ONG que desarrolla en Petrópolis el proyecto Pan y Belleza. Este plan está dirigido ya no a los pobres sino a los paupérrimos. Se les ofrece una comida abundante tras lo cual se incorporan a grupos de alfabetización, de reflexión sobre sus experiencias o problemas psicológicos. Se trata de ayudar a los parias a que rescaten su humanidad perdida.
P.- Su análisis de la violencia se presta a la siguiente deducción: que la sociedad inocula ese germen en los individuos. ¿Dónde queda la responsabilidad de la persona frente a sus actos?
R.- Indudablemente, el ser humano tiene la facultad de discernir entre el bien y el mal y de actuar en consecuencia. Pero en las sociedades donde impera la injusticia, los oprimidos a veces no encuentran otra salida que la violencia para manifestar sus frustraciones, su rebeldía. En Brasil la violencia está incorporada al tejido social. Tradicionalmente, las estructuras de poder se han ocupado de sabotear la reforma agraria, de mantener a los trabajadores con sueldos de hambre. No justifico la delincuencia, pero trato de entender sus raíces.
P.- ¿No le llama la atención que China continental haya adoptado el capitalismo como paradigma de desarrollo?
R.- Estoy francamente alarmado ante la catástrofe que significa la entrada del gigante al circuito capitalista, que se caracteriza no sólo por la explotación del hombre, sino también por la destrucción del medioambiente. Es imposible cuantificar los recursos naturales que habrá que sacrificar para mantener en marcha los engranajes de una China o de una India incorporadas a ese mecanismo depredador.Si la industria norteamericana ha provocado el efecto invernadero con sus emisiones de gases tóxicos, imagine el daño que van a ocasionar esos dos países cuando alcancen su pleno desarrollo.A corto plazo y como siempre ocurre, una ínfima minoría se va a beneficiar de esta hecatombe en ciernes. A largo o medio plazo, el planeta se hará inhabitable incluso para los prebostes del capitalismo y su descendencia. Pero la codicia enceguece a quienes quieren perder.
P.- Al leer sus escritos se advierte una gran preocupación por los temas ecológicos...
R.- Para que la libertad alcance su plena realización no basta con redimir al ser humano. Los teólogos de la Liberación nos dimos cuenta muy pronto de que el mecanismo de explotación de las personas es el mismo que explota a la Naturaleza, despojándola de sus más valiosos y escasos recursos. Dentro de los pobres hay que incluir al gran pobre que es la Tierra, que ha sufrido todavía más lastimaduras y humillaciones que aquéllos. Antes nos referíamos al capitalismo; pues bien, lo que ese sistema comparte con el socialismo es la esclavización del medioambiente.Nosotros entendemos la Tierra no como un arca proveedora de riqueza para unos cuantos, sino como un superorganismo que tiene su propio equilibrio interno. Los seres humanos -humano viene de humus: suelo fértil- venimos de la Tierra, somos tierra y a ella retornamos.
LA CUESTION
- ¿No le parece que es hora de que el Vaticano se descentralice y reparta sus cuantiosos tesoros entre los pobres?
- Es el deseo de un vasto sector del cristianismo desde que Lutero denunció que la Iglesia de Roma se había convertido en esclava de sus riquezas y del poder que había acumulado. Ese boato indigna a los cristianos de corazón porque está reñido con las enseñanzas de Jesús. La pompa que el Estado papal copió de las cortes reales brilló de manera escandalosa durante los funerales de Juan Pablo II y la investidura de Benedicto XVI, cuando los cardenales sacaron a pasear sus lujosos coches y ricos atavíos. ¿Qué tiene que ver esa conducta con la del Jesús histórico? Nuestro Señor no murió de anciano, sino en medio de un conflicto. Sus comidas eran frugales y el vino no sería de las mejores bodegas; a veces me asombro de que una verdad como ésta no golpee a las conciencias de aquellos prelados que comen con servicio de plata y van por la vida catando mostos.
SU PROPIO MUNDO
«Para proclamar soy igualitario, no basta con fregar los platos»
Usted abandonó el sacerdocio y el voto de celibato. Ahora comparte su vida con Marcia. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
- Extremadamente humanizadora. Marcia es una educadora social que trabaja con los pobres. Nos conocimos en Petrópolis, donde este encanto de persona estudiaba Teología. Ahora ella es mi esposa y la amiga con que comparto el trabajo comunitario y mi asombro ante los misterios de la vida. Vivir en pareja exige muchas virtudes: aceptar las diferencias del otro; renunciar a la herencia machista y a la división clásica del trabajo para crecer juntos y juntos afrontar las dificultades. Para proclamar «soy igualitario» no basta con fregar de vez en cuando los platos, hay que admitir que la mujer debe atender sus propios asuntos y que se ausente de casa sin rendir cuentas. No digo que yo sea un virtuoso en el arte de las responsabilidades compartidas, pero sí me esmero. Todo eso y mucho más lo he aprendido al asociar mi vida a la de ella.
¿Cómo describiría a su Jesús?
- Lo imagino como a un representante de la cultura popular judía.Como a un laico que fue sensible a todo lo que es sagrado, divino.En un momento de su vida adulta, Jesús se da cuenta de que debe mejorar la espiritualidad de su pueblo. Entonces sale de su casa, para el escándalo de la familia, y predica un mensaje no de temor ni de juicio de condenación, sino de mucha alegría. Jesús no pensó en crear una iglesia, fundar un seminario para formación de sacerdotes u obispos. Fue el artífice de una gran idea, centrada una nueva imagen de Dios. Un Dios al que llamó papaíto (aba, en hebreo), que también tiene las características de una madre que acoge a los desesperados e incluso a los pecadores. En cuanto al enigma que representa «la verdadera naturaleza» del Nazareno, pienso que, gracias a su mediación, Dios se manifiesta y resucita en cada uno de nosotros.
¿Alguna vez perdió la fe?
- Curiosamente, no. Creo que el trabajo con los pobres fortalece el espíritu. Ellos nos contagian su sentido del humor, su fe profunda cimentada en la experiencia cercana de Dios y de los santos. Ellos no necesitan peregrinar a la India o al Tíbet para acercarse a la espiritualidad: la experimentan en cada uno de sus actos cotidianos. Recomiendo a los que tienen problemas que se integren a un movimiento social: saldrán curados y profetas.
¿A qué dedica sus ratos libres?
- Soy un esclavo de la formación eclesiástica que educa al sacerdote en una severa disciplina de trabajo. No sé hacer otra cosa que investigar, escribir y sobre todo hablar. No tengo hobbies ni practico gimnasia y por eso (sonríe) soy una persona enferma.
Ramy Wurgaft
EL MUNDO, 17 de septiembre de 2005
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