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Hasta nunca «Crónicas...»

«Crónicas Marcianas» acabó anoche. Apunten esa fecha junto a las del nacimiento de sus hijos, la caída del Muro de Berlín, la llegada del hombre a la Luna, el doblete del Atleti... Grandes momentos en la historia de la humanidad.


Se ha hablado y escrito muy mal de «Crónicas Marcianas». Que si era chabacano, que si resultaba grosero, que si insultaba a la inteligencia... Sinceramente, creo que se han quedado cortos. «Crónicas Marcianas» era, bendito pasado, un programa tremendamente malo. ¿Chabacano, grosero y estúpido? A estas alturas de la vida nadie se escandaliza por estos pequeños detalles, habituales en nuestra televisión de éxito.. El problema es que era muy malo. Malo de solemnidad, malo con avaricia, insultantemente malo. Un programa que reducía el intelecto de los televidentes hasta niveles microscópicos.

«Hola, buenas noches», decía Sardá en un ejemplo de programa modelo, «hoy teenemos con nosotros al Conde Lecquio, a Boris Izaguirre, al padre Apeles, a la pitonisa Lola, a Ramoncín, a fulanito de Gran Hermano y a menganita de Operación Triunfo». Así empezaba el programa y así terminaba. Con una mesa en la que un puñado de vividores y marginados despachaban sus miserias para regocijo de televidentes sin escrúpulos. Sardá, Gestmusic y Telecinco hacían caja.

«Tiene mucho ritmo», decían sus defensores. Pero no era cierto. Tenía mucho ruido, mucho «freak», mucho griterío, mucho exhibicionista... El ritmo es otra cosa. Tuvo que llegar «Buenafuente» para que pudiéramos darnos cuenta de lo que es el ritmo en un «late night»... y de lo malo que era «Crónicas Marcianas».

Entonces comprendimos que se podían hacer programas nocturnos con una estructura, con un guión, con humor inteligente, sin tener que enseñar culos o tetas para obtener audiencia. Y nos llevamos una de esas pequeñas alegrías que de cuando en cuando nos da la televisión: «Buenafuente» batía a «Crónicas...», los telespectadores preferían la calidad a la ponzoña. Y estaban dispuestos a pelear por ella.

La primera batalla se ganó la noche de aquél miércoles 27 de enero de 2005, cuando Buenafuente tuvo 2.166.000 telespectadores frente a 1.716.000 de Sardá. El desembarco de Normandía. A partir de ahí la moral del enemigo rodó por los suelos, y el avance de las tropas aliadas fue inevitable. Después de ocho años en antena, de 1.285 programas, de 3.200 horas en directo... «Crónicas...» capitulaba. La televisión nocturna había sido liberada. Hasta nunca «Crónicas...»


Javier Pérez de Albéniz
EL MUNDO, 22 de julio de 2005

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