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El pasado 28 de junio, Benedicto XVI presentó un Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, preparado por una comisión presidida por el cardenal Joseph Ratzinger. En su presentación, el Papa señaló que se trata de «un catecismo en síntesis, breve, que muestra todos y sólo los elementos esenciales fundamentales de la fe y de la moral católica, formulados de manera sencilla, accesible a todos, clara y sintética». El Compendio está formulado al modo de preguntas y respuestas: 598 en total.
Recibo diariamente a través del correo electrónico Zenit, Agencia Internacional Católica de Noticias, ubicada en Roma. Ahí leí la noticia. Zenit trascribe, literalmente, diez de las preguntas y respuestas del Compendio. Yo he seleccionado una que aborda una cuestión que hace ya años que me preocupa y ocupa. Es la pregunta 171 y está así formulada: «¿Qué significa la afirmación: Fuera de la Iglesia no hay salvación?». Ésta es la respuesta: «Significa que toda salvación procede de Cristo-Cabeza por medio de la Iglesia, que es su Cuerpo. Por tanto, no pueden salvarse quienes, conociendo a la Iglesia como fundada por Cristo y necesaria para la salvación, no entren en ella y no perseveren. Al mismo tiempo, gracias a Cristo y a su Iglesia pueden alcanzar la salvación eterna quienes, sin culpa, ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan sinceramente a Dios y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerzan por realizar su voluntad conocida a través del dictado de su conciencia».
He de confesar que me quedé de piedra. Me acordé de este y aquel amigo luterano, judío, musulmán, quienes obviamente conocen la Iglesia y no han entrado en ella. Y de tantos que han entrado en la Iglesia y han salido o no han perseverado, como dice el texto del Compendio. ¿No hay ya salvación para ellos, se entienda como se entienda la salvación? Y no se retuerza la frase, pues eso es lo que pone.
Pero este texto se ha cruzado con la lectura que, a trompicones, estoy haciendo de un espléndido libro de Ratzinger, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo. Pues bien, refiriéndose al tema que nos ocupa, escribe Ratzinger, literalmente, lo que sigue, que no sé cómo casar con el texto del Compendio del Catecismo. (Sé que la cita es larga y densa pero ruego al lector interesado que la lea con detenimiento). «¿En dónde consta que el tema de la salvación deba asociarse únicamente con las religiones? ¿No habrá que abordarlo, de manera mucho más diferenciada, a partir de la totalidad de la existencia humana? ¿Y no debe seguir guiándonos siempre el supremo respeto hacia el misterio de la acción de Dios? ¿Tendremos que inventar necesariamente una teoría acerca de cómo Dios es capaz de salvar, sin perjudicar en nada la singularidad única de Cristo? ¿No será quizás más importante entender internamente esa singularidad única y vislumbrar así, a la vez, la amplitud de su irradiación, sin que podamos definirla en sus detalles concretos? Por ejemplo, hoy en día contemplamos diversas maneras en que se puede vivir el Islam: formas destructoras y formas en las que creemos reconocer cierta cercanía al misterio de Cristo. ¿Podrá y tendrá el hombre que arreglárselas simplemente con la forma que encuentra ante sí, por la forma en que se practica en su entorno la religión que le ha correspondido? ¿O acaso no tendrá que ser una persona que tiende a la purificación de su conciencia y que -al menos eso- va así en pos de las formas más puras de su religión» (página 48, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2005).
Si la referencia sociológica al Islam la extendiera a otras religiones, cristianismo incluido claro está, y si el inciso de la última frase -«al menos eso»- puede leerse desde una posición pluralista y no inclusivista, acogería con sumo alivio esta reflexión del actual Papa. Porque, volviendo al Compendio del Catecismo, ¿cuántos son los que en la sociedad globalizada no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia? ¿Y, sobre todo, qué quiere decir «no conocer sin culpa»? El rabino de Roma, el rector de la Gran Mezquita de París, por dar dos ejemplos, ¿qué modalidad de conocimiento tienen del Evangelio de Cristo y de su Iglesia?
¿Qué difícil resulta, a veces, decirse católico! Seguiré leyendo, a conciencia y en conciencia, a Ratzinger y al Papa.
Javier Elzo, Catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto
EL CORREO, 20 de julio de 2004
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