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En la cadena ser, la tarde de la elección de Benedicto XVI.
Saludo inicial. - Señor Casaldáliga, muy buenas noches.
CASALDÁLIGA. - Buenas noches a todos y a todas y un abrazo de paz y de esperanza.
P. – Yo no sé, monseñor, si usted había hecho vaticinios; y si los vaticinios que había hecho han fallado o no: estamos ávidos por conocer cuál es su opinión sobre la figura del nuevo papa.
CASALDÁLIGA. - Una cosa es lo que uno deseaba, y otra cosa es lo que se podía esperar. Porque debemos reconocer que la inmensa mayoría de los cardenales de hoy fueron elegidos por el papa Juan Pablo II; por lo mismo, eran de su línea: es lo que se podía esperar. Pero soñábamos un cambio que, objetivamente hablando, no se ha dado. Se puede esperar una continuidad. El papa Benedicto XVI ha sido realmente, en el pleno sentido de la de la palabra, el brazo derecho (teológicamente) de Juan Pablo II, su teólogo de curia; de modo que seguiremos. No tendrá el carisma personal de Juan Pablo II y, en ese sentido, es otro momento en la Iglesia también.
P. - ¿Y Cómo se explica que al final del cónclave haya provocado la que algunos han calificado como, decepción gigantesca para quienes esperaban un papa con mayor amplitud de miras; con una mirada más cálida hacia otras opciones, otras maneras de entender el mensaje de Cristo hoy en la tierra?
CASALDÁLIGA. - Para mí no ha sido una decepción gigantesca, por lo que ya he dicho antes. Si queríamos -no pensábamos: queríamos- otro tipo de papa... Pero bueno, lo que yo digo es lo siguiente: los católicos y las católicas debemos aprender a relativizar la figura del papa. El papa tiene un ministerio y es pensable en la Iglesia católica; pero el papa no es la Iglesia; el papa no es Dios. De modo que hay que relativizar y ser adultos en nuestra fe, y seguir caminando; insistir. Las grandes instituciones sólo cambian si hay presión fuerte de las bases. La Iglesia, que tiene mucho de divino -o bastante por lo menos, como todo- tiene mucho de humano también. Y, también en la Iglesia, sólo la fuerza coherente, consecuente, universal de las bases, obligará a cambios que son necesarios: de diálogo ecuménico, de diálogo interreligioso, de corresponsabilidad, de inculturación, de escucha de los clamores y necesidades del mundo.
P. - Pere Casaldáliga: ¿Conoce Ud. a Ratzinger? ¿Ha tenido encuentros o desencuentros con él?
CASALDÁLIGA. - Yo fui (risas) -lo digo entre comillas-, yo fui procesado por él. Pero fui aplaudido por él también. Cuando yo tuve el problema de la visita ad límina, y las visitas a Nicaragua y a Centroamérica; y nuestra teología de la liberación, y la misa de la causa negra (una misa de la causa indígena) -toda aquella mi orientación en que yo estaba más o menos metido- fui llamado a Roma y tuve un tipo de interrogatorio, concretamente con el cardenal Ratzinger, con el cardenal Gantín, y con el que ahora es el cardenal Ré (que no era cardenal todavía). Fue una conversación un poco tensa. Ratzinger se mostró muy inteligente, porque lo es (a veces irónico), pero pudimos hablar. Él cobraba, como decimos aquí en Brasil, esos varios aspectos de la teología de la liberación: que si nuestra liturgia es una liturgia demasiado comprometida con la realidad, con la política; que si esas misas de la causa negra -de la causa indígena- eran misas políticas... Yo respondía, a mi modo. Recuerdo que en un momento dado él me dijo: “Realmente todo se puede probar en este mundo”; como diciendo: cada uno tiene su opinión, ¿no? Pero tuvimos algunos momentos un poco chuscos. Yo había escrito en mi viaje a Nicaragua que todos nos habíamos de convertir: la Iglesia se había de convertir, y el mundo se había de convertir. Cuando terminamos el tiempo del proceso, yo dije a los cardenales y monseñores: “Podríamos rezar juntos un padre nuestro ¿no?, que somos hermanos”. Y Ratzinger, con una cierta ironía, dijo: “Para que se convierta la Iglesia”. Y yo dije: “Pues, sí, también. También para que se convierta la Iglesia, que Iglesia somos al fin y al cabo”.
P. – Dice usted que en aquel proceso Ratzinger le llegó a decir que, en última instancia, cada uno tenía su propia opción. Pero sin embargo ayer en la misa, a la espera de elegir al papa, este cardenal (el ahora Papa Ratzinger) hizo un alegato en contra de todo tipo de cualquier atisbo de disidencia y condenó lo que llama dictadura del relativismo.
CASALDÁLIGA. - Él se mostró sobre todo muy pesimista: me llamó la atención, y he visto que ha llamado la atención a muchos. Mientras que yo comparaba, con ganas de esperanzarme más, la palabra de Ratzinger (que aun no era papa), con la palabra de Jesús: la barca de la tempestad. El cardenal (que era cardenal todavía Ratzinger) hablaba de miedo. Jesús decía: “No tengan miedo, gente de poca fe”. Yo creo que no es propio de quien cree en el evangelio tener miedo. Debemos tener ante todo y sobre todo esperanza. Y dar cada uno nuestra contribución. Yo rezaré todos los días por el nuevo papa, como rezaba por Juan Pablo II. Yo creo en su ministerio; pero, desde mi pequeñez, quiero ayudarle a cambiar del modo del ministerio, del estilo, y con el tiempo eso se hará: si no es hoy será mañana.
P. - Pero ¿cree usted que sería posible, monseñor Casaldáliga, que conociéramos a un Ratzinger nuevo (como papa) respecto del que conocimos como cardenal?
CASALDÁLIGA. - Pues mire, ya fue diferente. Él escribió un libro sobre el pueblo de Dios que todos los teólogos de la liberación firmaríamos. Y después cambió, sobre todo antes de ir a la Curia; y en la Curia. Puede ser que el propio papado (experiencia, gracia de estado...). Ahora, en principio para ser realistas, de inmediato no se pueden esperar grandes cambios.
P. - Dicen que el papa anterior, Juan Pablo II, llenaba estadios; pero que no era capaz de llenar las Iglesias. ¿Esto es un signo de la salud de la Iglesia misma? En este sentido, ¿Ratzinger qué supone: convoca, o disgrega aún más el mundo de los católicos?
CASALDÁLIGA. - Los medios de comunicación hoy tienen un gran poder de convocación. La participación diario-semanal, ya es otra cosa. Una cosa es un entusiasmo en un gran congreso que es un poco rezo, canto, show, novedad, turismo..., y otra cosa es la vida cristiana diaria, de servicio de los pobres; la lucha por la justicia y por la paz. Todos somos fáciles a los shows, y todos huimos de la cruz diaria.
P. - Monseñor Casaldáliga: por todos lados se han oído loas a la figura de Juan Pablo II, lógicas por otra parte a la hora de la muerte: él había elegido a todos los cardenales con capacidad de voto. ¿Es el Vaticano, en este sentido, víctima de su propia dinámica, de su propia manera de entender el organigrama mismo de la Iglesia Católica?
CASALDÁLIGA. - Habría que cambiar la propia curia, el propio ser del papado. La estructura del papado debería ser otra. El papa no debería ser Jefe de Estado de ningún modo. Se debería reconocer, en la práctica y no sólo en la teoría, la colegialidad, la corresponsabilidad de todos y todas. Se exige un cambio muy fundamental que la sola persona del papa no podrá hacer. Ha de ser un cambio estructural, incluso primero para el bien de la propia Iglesia católica. Después, y muy importante, para el diálogo con las otras Iglesias cristianas, y con las otras religiones. Y para dar testimonio al mundo -el mundo quiere democracia- nosotros en la Iglesia queremos más que democracia: queremos una vida familiar fraterna. El papa, yo obispo, el cura, no somos más ni menos que cualquier mujercita del interior de esta región donde yo estoy viviendo. Sólo detenemos el ministerio, respetable y necesario, pero que se debe de ejercer con mucha más simplicidad y con la participación de todos. El papa no puede ser un monarca absoluto, la Iglesia no puede ser una comisión de aristócratas espirituales. Tenemos que ser más fraternos, más solidarios, más corresponsables.
Despedida. - Pere Casaldáliga, obispo emérito de Sao Félix de Aragüaia, en Brasil: ha sido un placer; muchísimas gracias y un abrazo.
CASALDÁLIGA. - Gracias, igualmente un abrazo para todos también. Adiós.
Carlos Llamas
MADRID, Hora 25 de la Cadena Ser
ECLESALIA, 25/04/05.- Trascripción realizada por Braulio Hernández, Tres Cantos, Madrid.
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