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Los profesores atribuyen al fenómeno la deficiente comprensión lectora de la mayoría de sus alumnos. Uno de cada cuatro estudiantes nunca lee fuera de clase.
«Mos Kdd a las 3 Adsc», «K acs» ó «ers 2?» pueden parecer auténticos jeroglíficos y, sin embargo, cualquier adolescente sólo tardaría unas milésimas de segundo en descifrar el misterio: «Hemos quedado a las tres después de clase», «¿Qué haces?» ó «¿Eres tú?». Enganchados a las pantallas de televisión, internet, videojuegos, teléfono móvil o DVD, las nuevas generaciones de screenagers han creado un lenguaje propio para entenderse a través de las nuevas tecnologías donde los mensajes cortos (SMS) están haciendo furor. Un nuevo lenguaje que es una de las claves para que los estudiantes españoles hayan obtenido en el Informe Pisa 2003 una de las peores puntuaciones en lo que respecta a comprensión lectora, y que además es «significativamente inferior» a la que obtuvieron tres años atrás.
Y es que hoy ya no resulta extraño ver a decenas de escolares taquigrafiando fervientemente el teclado de su móvil durante el recreo, entre clase y clase o incluso dentro del propio aula: el 92% de los jóvenes de entre 14 y 24 años tiene su propio teléfono móvil y nueve de cada diez aseguran utilizar de manera habitual el servicio de mensajes, que ha pasado a ser el principal elemento de comunicación entre los adolescentes provocando el empobrecimiento del lenguaje y el desconcierto en lo que se refiere a las reglas ortográficas. Frente a esto, uno de cada cuatro alumnos de Secundaria reconoce que, fuera de la escuela, no lee nunca.
Obligados a sintetizar (160 caracteres como máximo) todo vale para sacar el mayor partido al mensaje: las frases se reducen, los signos de puntuación brillan por su ausencia, los idiomas se mezclan... Una cuestión que ya ha provocado la alarma entre los educadores, que señalan que este tipo de lenguaje ya ha llegado a las aulas y está provocando un empobrecimiento lingüístico de los escolares.
Pérdida
«Están perdiendo riqueza de vocabulario, tienen que economizar y buscan la palabra más simple y eso tiene un claro reflejo en la forma de hablar o de expresarse con el resto de sus compañeros», explica Javier Carrascal, profesor de Física y Química. «Cada vez con mayor frecuencia los docentes nos encontramos con ese tipo de abreviaturas en los exámenes o en las pruebas que se hacen en clase, resulta habitual que escriban 'xq' en lugar de 'porque'», señala Carrascal.
Para Cipriano Fontanilla, catedrático de Latín, los alumnos «acaban cometiendo faltas de ortografía porque no saben distinguir si lo correcto es el lenguaje, alterado, que utilizan en los chats y los mensajes, o el que han aprendido en la escuela. Las consecuencias que está teniendo este lenguaje sobre la comprensión de los estudiantes son muy graves».
No obstante, los docentes señalan que esta confusión a la hora de escribir se da más en Secundaria que en Bachillerato, donde los alumnos ya tienen más asimilados los conocimientos lingüísticos. Laura Peñas estudia segundo de Bachillerato en un instituto y sabe muy bien qué es eso de mandarse mensajes por móvil con los amigos.
«No he llegado a equivocarme en los exámenes y a poner abreviaturas, pero sí que tienes dudas a la hora de saber si se escribe de una forma u otra. Cuesta más acordarse de lo correcto porque suele ser más complicado, y en los mensajes preferimos simplificar, ir a lo sencillo».
Para Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona, ex ministro de Educación y Ciencia, esta utilización del lenguaje está provocando en los jóvenes «una pérdida de visión de las palabras y del lenguaje correctamente escrito. Acaba siendo una jerga que se aleja tanto del lenguaje culto como del común. Sobre todo está acentuando la lejanía ortográfica».
No obstante, otros expertos educativos muestran sus reservas. Así, Francisco López Rupérez, ex alto cargo de Educación, precisa que se trata de «una variante dialectal que puede ser utilizada de manera independiente al lenguaje común». Juan Carlos Tedesco, del Instituto Internacional de Educación de Buenos Aires, explica que las nuevas tecnologías han acentuado la comunicación entre los jóvenes y que «la pobreza del lenguaje no tiene que ver con la tecnología sino con las relaciones entre iguales que mantienen los jóvenes».
Relaciones que conducen a similares hábitos, por ejemplo, en lo que respecta a la lectura de libros en el tiempo libre: uno de cada cuatro alumnos de Secundaria no lee «nunca o casi nunca» y casi cuatro de cada diez consigue leer más de una vez, eso sí, cada tres meses.
POBRE LECTURA
Hábito: Uno de cada cuatro estudiantes de Enseñanza Secundaria no lee nunca o casi nunca fuera de clase.
Malos resultados: Los alumnos españoles están entre los que peor puntuación tienen en comprensión lectora.
Sin biblioteca: La mitad de los adolescentes posee menos de 25 libros de lectura, excluidos los de texto, en su hogar.
R. Barroso, Madrid
EL DIARIO VASCO, 12 de febrero de 2005
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