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África, un tsunami por semana (EL PAÍS)

El primer ministro británico, Tony Blair, tenía todo preparado para abanderar en 2005 la salvación de África, al frente de los ocho países más poderosos del planeta.


Pero su proyecto se vio truncado cuando una ola gigante acabó con la vida de decenas de miles de asiáticos. Atender a las víctimas del tsunami se ha convertido en una de las prioridades de la presidencia británica del G-8 (EE UU, Japón, Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, más Rusia y la UE), y África ha pasado una vez más a un segundo plano.

El responsable de la coordinación de la ayuda humanitaria de la ONU, Jan Egeland, consideró positivo que los países ricos se hayan entregado a "la compasión competitiva" en Asia, pero se lamentó de que esto suceda "en una situación en la que una comunidad de 30 o 40 naciones muy prósperas no quieren o no son capaces de alimentar a los niños del mundo. 30.000 niños mueren cada día por enfermedades que se pueden prevenir.

Ustedes saben que esto es como un tsunami cada semana", afirmó el coordinador en alusión a África. "Me gustaría ver esta compasión competitiva para todo el mundo", les espetó Egeland a los grandes bolsillos del mundo. El temor de que África quede una vez más en la cuneta recorre los pasillos de las agencias de la ONU. "No se trata de robar a Pedro para pagar a Pablo", insistió el propio Kofi Annan esta semana.

Mientras, la nave africana se hunde al ritmo de una tragedia diaria y sin grandes estridencias. En cualquier índice de desarrollo, la cola de la lista está plagada de países africanos, que reflejan que África es el único continente que se ha empobrecido en los últimos 25 años. La pobreza crónica mantiene a 400 millones de africanos viviendo con menos de un dólar al día, los mismos que no tienen acceso a agua potable, según cifras del PNUD.

De ellos, dos millones mueren anualmente, antes de cumplir un año. El continente negro cuenta cada vez menos en el reparto de la economía mundial, la población, muy joven -el 60% son menores de 20 años-, se reproduce a un ritmo desmesurado -se prevé un crecimiento del 2,23% para el periodo 2005-2010- y asiste a la pérdida de sus hombres y mujeres más jóvenes por enfermedades como el sida y la malaria y por la emigración. El atractivo político del continente hace tiempo que se desvaneció. En 2004, África apenas ha aparecido en los titulares de la prensa, con la excepción del conflicto en Darfur (Sudán), y, de manera efímera, la crisis en Costa de Marfil. ¿Cómo ha llegado África hasta aquí?


- COMERCIO. El inicio del nuevo siglo ha dejado claro que el Nuevo Orden Mundial basado en el libre comercio no ha echado raíces en África. En 1980 las exportaciones africanas representaban el 4,3% de las mundiales. En 2003, esta cifra ha caído hasta el 2,1%, mientras que Asia casi ha triplicado su cuota de mercado en el mismo periodo, según la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las reglas escritas y las no escritas del comercio mundial tampoco ayudan mucho. En las últimas reuniones de la OMC, los países africanos junto a Brasil y otros países emergentes alzaron la voz para exigir el fin de los subsidios agrícolas de EE UU y Europa, que cifrados en 250.000 millones de euros al año bajan artificialmente el precio de estos productos y dificultan a los africanos dar salida a los suyos.

"Queremos mejor acceso a los mercados europeos más que ayuda. Para poder competir con los productores europeos tienen que dejar de subvencionar sus productos", se quejaba en la BBC José Chilengue, de la asociación de productores de azúcar de Mozambique. A las ayudas a la agricultura se le añade el fin este mes de las cuotas que los países en desarrollo gozaban en Europa y EE UU para vender sus textiles, y que según los expertos golpeará el ya débil comercio africano en beneficio de India y China, que se prevé copen el mercado. Como contrapunto, este año África ha llegado a un acuerdo con EE UU para recortar las ayudas al algodón, la punta de lanza africana en la cumbre de Cancún. Este acuerdo, de ponerse en marcha, beneficiaría a unos diez millones de agricultores en África.

La mayoría de los africanos sobrevive sin embargo de espaldas a la economía global. "El grueso de la población vive de la llamada economía de bazar o informal. La gente subsiste gracias a las redes comerciales informales y de ayuda mutua entre clanes y etnias", sostiene Ferrán Iniesta, profesor de Historia del África negra en la Universidad de Barcelona.


- GOBERNABILIDAD. Es la palabra de moda y lo que Occidente exige a África a cambio de ayuda. Se traduce en más democracia, más derechos humanos e instituciones más fuertes. Los Estados africanos viven una transición en la que tratan de erradicar las herencias coloniales y de los poderes militares y políticos surgidos durante la guerra fría, para poder engrasar la maquinaria democrática a la vez que dan cabida a las autoridades y prácticas. Un difícil encaje de bolillos llamado neopanafricanismo y encabezado por el presidente surafricano, Thabo Mbeki.

Un intento de conciliar legitimidad interna y externa que tiene su cabeza visible en la Unión Africana (UA) y que trata de reforzarse con el Nepad, el compromiso de ayuda por parte de los países industrializados a cambio de buen gobierno. Hasta el momento el pacto no ha dado los frutos esperados y ni unos ni otros han cumplido plenamente con sus compromisos. El clientelismo y la corrupción campan a sus anchas por el continente, según Transparency International. Y tampoco falta quien culpa a Occidente de sembrar la semilla de la ingobernabilidad. "La culpa de la intransigencia de los déspotas africanos debe achacarse en gran medida a los poderes extranjeros que concedieron una credibilidad decisiva a algunos de los peores líderes que ha conocido el mundo", sostiene el periodista y africanista Mark Huband en su libro África después de la guerra fría (Paidós, 2004), donde cita como ejemplo al ex líder zaireño Mobutu Sese Seko. La corrupción, junto con la financiación de los grupos armados, explican la paradoja de que las riquezas naturales no enriquezcan a los países que las poseen en África.

Pese a todo, la democracia formal sigue ganando terreno en dos tercios del continente. "Pero los problemas reales siguen ahí", argumenta Iniesta, "el sueño de que la democracia lo arreglaría todo ha demostrado no ser cierto", añade. El despertar de ese sueño ha provocado una creciente movilización de la sociedad civil africana que tiene acceso a la televisión por cable y a la Red hasta en la más remota aldea. "El modelo de Estado nacional a imagen de la metrópolis no ha funcionado, porque el Estado necesita de una legitimidad entre los suyos, no sólo de cara a Occidente", sostiene Francisco Peñas, de la Universidad Autónoma de Madrid.


- EPIDEMIAS. Una joven mozambiqueña acude a hacerse la prueba del sida. Da positivo. "Me lo imaginaba; en mi clase lo tienen muchos niños", razona. En su instituto, en el centro de Maputo, la próspera capital mozambiqueña, el 80% de las alumnas tiene sida. La tasa que maneja el Gobierno es el 13% de la población infectada, pero hay zonas donde alcanza el 40%. Entre los jóvenes las cifras se disparan. "¿Qué va a pasar dentro de cinco de años cuando la gente que ahora tiene 20 años empiece a morir de sida?", se pregunta Filomena Ruggiero, de un programa de mujeres de la ONU en Mozambique. En el resto de África la situación no es mucho mejor. En Botswana, Swazilandia, Zimbabue y Malaui la tasa de infección en mujeres embarazadas ha alcanzado el 30%. La malaria, una enfermedad que se puede prevenir y curar, causa en África el 90% de las muertes por esta dolencia en todo el mundo.


- CONFLICTOS. "Los acuerdos de paz en Angola, Sudán y República Democrática del Congo son un paso muy importante, pero las causas siguen ahí. La gente es muy pobre y ha vivido siempre de la guerra, por eso se tiene que producir una gran movilización", indica Mbuyi Kabunda, africanista congoleño y profesor de Relaciones Internacionales. La UA supervisa el alto el fuego en Congo, Sudán, Burundi y Costa de Marfil. Una prueba que medirá la fortaleza de la institución.

En Darfur, el otro conflicto sudanés donde las milicias progubernamentales Janjaweed se enfrentan a los rebeldes, se ha cobrado 70.000 vidas, mientras que casi dos millones de sudaneses se han visto forzados a abandonar sus casas. Washington ha aprobado recientemente una ley por la que desbloquea 300 millones de dólares para Sudán, donde considera que se está produciendo un "genocidio". Más allá de las cuestiones humanitarias, Sudán es el país en el que vivió Bin Laden (1992-1996) tras abandonar Afganistán, y organizó campos de entrenamiento para islamistas; el lugar de Hassan el Tourabi, ex viceprimer ministro del Gobierno de Jartum y padre del Frente Nacional Islámico. Según los observadores, Sudán es el ejemplo de que sólo nacerá una verdadera preocupación en el continente si se analiza desde una óptica antiterrorista.

África dejó de importar al mundo el día en que los países independientes dejaron de ser codiciados por EE UU o de la Unión Soviética -a excepción del sector privado, con intereses en recursos como los diamantes, el coltan (para fabricar teléfonos móviles) o el petróleo-. "Occidente sólo se relaciona con África para la ayuda", sostiene Peñas. El continente espera que la nueva etapa les brinde un papel en el mundo.

El creciente islamismo en sus manifestaciones más integristas cada vez cobra más adeptos en el África subsahariana. En las universidades de Dakar son cada vez más las senegalesas que se velan la cabeza y el cuerpo, en un país donde la tradición de las aldeas deja a las mujeres con los pechos al aire. "Se produce un fenómeno de islamización, sobre todo en intensidad más que en extensión", sostiene Iniesta.

Esto, junto a la imperiosa necesidad de seguridad y de frenar la avalancha migratoria de Occidente, puede convertirse en el único salvavidas que libere a los más de 800 millones de africanos del hundimiento total.


Ana Carbajosa
EL PAÍS, 8 de enero de 2005

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