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A principios de la década de los 90, el mundo se marcó un bello y encomiable objetivo: conseguir reducir a la mitad el hambre en el planeta para el año 2015. Sin embargo, y a la vista de los últimos y descorazonadores datos, esa meta parece cada vez más inalcanzable.
Cada año, más de cinco millones de niños mueren a causa del hambre. Y los que tienen la inmensa suerte de llegar a adultos a menudo sufren discapacidades físicas y psíquicas que marcan toda su existencia y que les condenan a una muerte prematura.
Según la FAO -la organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación- en el periodo entre 2000 y 2002 el número de personas con malnutrición crónica ascendía en todo el mundo a la exorbitante cifra de 852 millones.
«No podemos permitirnos permanecer pasivos. El coste del hambre en términos de sufrimiento humano y en pérdidas económicas que conlleva el hambre es absolutamente escandaloso», sentenciaba ayer Hartwig de Haen, subdirector general de la FAO, durante la presentación ayer en Roma del informe anual que esta organización elabora sobre el hambre en el mundo. «La comunidad internacional no ha valorado adecuadamente lo que supondría invertir en eliminar el hambre en el mundo», sentenciaba.
La FAO sostiene que los recursos necesarios para hacer frente al problema del hambre son nimios en comparación con las ingentes ganancias económicas que reportaría. A decir de esta organización, por cada dólar invertido en la lucha contra el hambre se obtienen unos beneficios de entre nada menos que cinco y 20 veces más esa cifra. ¿Cómo es posible? Porque el hambre conlleva unos gastos ingentes en atención médica y hospitalaria. «Una primera estimación sugiere que ese costo asciende a un total de 30.000 dólares al año, cinco veces más la cantidad destinada hasta la fecha a financiar el Fondo Mundial de la Lucha contra el sida, la tuberculosis o la malaria», señalaba ayer Hartwig de Haen. Y eso, sin contar los gastos que una población malnutrida acarrea para una economía en términos de pérdida de productividad a causa de los fallecimientos prematuros, las minusvalías y el absentismo laboral y que se calculan ascienden a 500.000 millones de dólares.
El caso es que la década de los 90 empezó siendo bastante prometedora: al comienzo de ese periodo, el hambre en el mundo consiguió reducirse en un nada despreciable 27%. Sin embargo, en los últimos años del decenio el hambre se tomó la revancha y consiguió recuperar terreno, aumentando en un 18%. Así las cosas, entre 1990 y 2002, el hambre en el mundo sólo ha conseguido reducirse en un miserable 9%.
Pero la FAO se muestra optimista y cree que aún es posible cumplir con el objetivo de reducir este mal a la mitad para el 2015.El informe de esta organización asegura que hay más de 30 países en vías de desarrollo (desde Angola a Ghana, pasando por Guinea, Guyana, Haití, Jamaica o Lesotho) que en conjunto suman casi la mitad de la población del Tercer Mundo y que han logrado pararle los pies al hambre. «Estos países redujeron en al menos un 25% su porcentaje de ciudadanos que pasan hambre», subrayaba el subdirector de la FAO. Y el número de malnutridos también ha experimentado un ligero retroceso en la siempre famélica Africa subsahariana: ha pasado del 36% que se contabilizaba en 1990-1992 a un 33% en la actualidad.
Donde no se consigue frenar el avance del hambre es en la India, donde en los últimos años el número de malnutridos ha aumentado en 18 millones.
Globalización alimentaria
El hambre no es el único mal que atenaza a los países en vías de desarrollo. Los afortunados ciudadanos del Tercer Mundo que logran comer tres veces al día cada vez se alimentan peor: consumen más y más comidas procesadas, ingieren grasas, azúcar, sal, productos lácteos y carne en exceso y se atiborran de calorías. Esa dieta fruto de la globalización alimentaria hace aumentar en los países en vías de desarrollo los problemas de diabetes, obesidad y la incidencia de enfermedades cardiovasculares. «Muchos países en desarrollo se enfrentan en estos momentos a un doble desafío: por un lado el hambre que se encuentra ampliamente extendida y, por el otro, el rápido crecimiento de enfermedades provocadas por un exceso de aporte calórico como son la diabetes y las molestias cardiovasculares y cuyo coste económico en términos de tratamiento es enorme», destaca Hartwig de Haen, subdirector general de la FAO. Se estima que 84 millones de adultos en los países en vías de desarrollo padecen hoy diabetes y que en 2025 seran 228.
Irene Hdez Velasco
EL MUNDO, 9 de diciembre de 2004
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