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Las estadísticas cantan: España es el líder europeo en consumo de cocaína entre los más jóvenes, de 14 a 18 años. ¿Qué está pasando? ¿Sabemos realmente qué hacen nuestros hijos cuando llega el fin de semana? ¿De dónde sacan el dinero? ¿Y la droga? Hemos reunido a seis estudiantes que toman cocaína de forma regular. Su compromiso era hablar a tumba abierta. El nuestro, ocultar su identidad. Empieza la charla…
Viernes, siete de la tarde, en un Metro de Madrid, Bilbao o Valencia, o en un autobús de Sevilla, Vigo o Murcia. Muchos de esos chicos que ríen camino de las discotecas pronto estarán aspirando el primer medio gramo de cocaína que los mantendrá a tono hasta el domingo. No son marginales. Antes de salir han besado a sus padres y apagado el ordenador de su cuarto. Muchos no volverán a dormir; se quedarán, dicen, en casa de tal o cual, o regreserán cuando todos duerman. Luego, si no concilian el sueño, «comerán techo» seis o siete horas. No tendrán hambre al levantarse. «Tomamos un `bocata´ antes de volver», dicen
Alfonso, de 33 años, ha sido uno de ellos. Ha consumido cocaína desde los 13. Estuvo en un centro de rehabilitación de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid. Hoy lucha por disuadir a los que cayeron como él. El Semanal le propuso reunir a menores consumidores. Días después, con la condición de guardar la identidad de los protagonistas, nos esperaba con cinco chicos que compran ropa en su tienda. Lucía, Pilar, Rocío, Javier y Antonio tienen entre 15 y 17 años. Son colegas, compañeros de clase. Sus padres son autónomos o trabajan para empresas de las que no dan demasiados datos. Empieza la charla. Escúchelos. Se parecen a cualquiera de sus hijos. Podrían ser ellos.
El Semanal: ¿Recordáis la primera vez que probasteis la cocaína?
Pilar: Sí, fue en la calle, con amigos; ya queríamos probar y era la primera vez para todos. Nadie nos guió, aunque ya habíamos visto hacerlo a otros. El fin de semana siguiente volvimos a pillar.
Antonio: Yo lo probé también con amigos que ya lo hacían. El primer día me volví a casa, estaba solo y cada vez más nervioso. Empecé a tener miedo y los llamé para irme con ellos. Sólo entonces me tranquilicé.
Javier: Mi primera vez yo no iba con la mentalidad de hacerlo, me lo ofrecieron y acepté. Y ya está.
El Semanal: ¿Sabíais de cuánto hacer cada raya?
Lucía: No, las hicimos pequeñas por las dudas.
El Semanal: ¿No os daba impresión esnifar polvo?
Pilar: A mí sí. La primera vez me quedé ante la raya y dije: «No, no. Yo esto no lo pruebo». Y ya luego pensé: «Venga, da igual», y lo hice.
El Semanal: Al haber escuchado que las drogas eran tan malas, ¿no os dio miedo probar?
Rocío: Sí, un poco. Después te sigue pasando: me arrepiento de consumir, pero vuelvo a hacerlo en cuanto puedo. Y al principio, sí, nos lo pintaban todo muy negro. Mejor. Si no, hubiera empezado a consumir antes.
El Semanal: ¿Tenéis miedo de quedaros enganchados a la coca?
Rocío: Quién no. Todo el mundo tiene miedo. Muchas veces te lo prohíbes, y al final...
Javier: Si tienes fuerza de voluntad, lo logras... Hay que tenerla. Si no... (Los demás asienten).
El Semanal: ¿Qué os hace pensar que no os quedaréis enganchados?
Rocío: Es que miras a las demás personas y ves que cada vez toman más y más. Y ves cómo acaban. Yo no quiero terminar así.
Lucía: Yo tampoco. Se me caería la cara de vergüenza si, por ejemplo, mi hermana me viera así.
Antonio: Sí, sobre todo, mi madre y, aún más, mi padre: para él, la droga es una pesadilla. Un hermano suyo murió de sobredosis. Imagínate si supiera que tomo coca.
El Semanal: Y con semejante antecedente familiar ¿no te preocupa drogarte?
Antonio: Sí, pero sé que no llegaré a ese extremo. Puedo hacer cosas los fines de semana, soy joven todavía, pero sé que si digo: «Hasta aquí», me quito.
El Semanal: Sentir que no estáis enganchados ¿os anima a consumir?
Todos: Sí. Totalmente.
El Semanal: ¿Podríais pasar sin tomar?
Lucía: Yo puedo, sí.
Rocío: No. Yo no. Si te lo ponen, no puedo.
Alfonso: ¿Y tú dices no estar enganchada?
Rocío: Ya. Pero hay veces que no lo hago. De diez veces que me ofrezcan, la mitad digo que no. O más.
El Semanal: ¿Qué diríais: «He probado varias veces la cocaína» o «Tomo cocaína»?
Rocío: Pues que es una droga que tomo cuando estoy bien de todo, en fiestas grandes. Entonces digo: «Voy a pillar de todo»; pero un fin de semana normal, no.
Alfonso: ¿Pero eso realmente depende de que tú decidas o del dinero que tengas?
Lucía: Hombre, cualquiera te fía el dinero.
Rocío: Si yo tuviera todos los fines de semana dinero a saco, creo que ahora mismo no estaría aquí.
Antonio: Ni yo.
El Semanal: ¿De qué depende que os droguéis unos fines de semana y otros no?
Rocío: Del dinero. Si no tengo para comprar y alguien me ofrece compartir un gramo, lo acepto. Yo y quien sea, vamos. Todo el mundo lo hace o lo haría.
Antonio: El dinero mueve montañas. Sin dinero, no haces nada.
El Semanal: ¿Cómo lo manejáis económicamente? ¿Compráis con otros y compartís entre varios?
Pilar: Sí, entre varios. Entre dos, un gramo; o si hay poco dinero, medio gramo para dos. Depende del dinero.
El Semanal: ¿De dónde lo sacáis?
Antonio: Pues es difícil. Pero al comprar entre varios se hace más sencillo.
Lucía: Si pillas un trabajo, tienes tu dinerillo. Si no, con lo que te dan tus padres te alcanza.
El Semanal: ¿Vosotros trabajáis?
Todos: No.
Lucía: Yo sí, cuidando niños. Y sacas tu dinero. Si no, lo consigues por donde puedes. Y si tienes que robarlo, lo robas.
El Semanal: ¿A quiénes?
Javier: A tus padres. ¿Quién no ha cogido alguna vez dinero del sobre? (Los otros asienten).
El Semanal: ¿Y nunca se han dado cuenta?
Javier: No. Saco un día unos euros, otro día otros.
El Semanal: ¿No veis en eso una forma de estar enganchados? Cuando tengáis veintitantos y no podáis robar ya a vuestros padres, ¿qué creéis que haréis?
Antonio: Hombre. No creo que llegue a robar en la calle o en cualquier sitio. No, hasta ese punto, no.
Javier: Eso lo dices ahora, pero cuando llegue el momento quizá lo hagas.
Antonio: No, tío. Antes preferiré hablar con mis padres, decirles qué me pasa y meterme a rehabilitación. Me meto en un centro y ya. Prefiero gastarme el dinero en eso.
Alfonso: Hay muchos centros gratuitos…
Antonio: Sí, aunque lo tenga que pagar. Me da igual. Si me veo así, yo no quiero... Que no. No llego a eso.
Javier: Sí, pero en esos momentos estás que necesitas dinero, y haces lo que sea por él.
Alfonso: A lo mejor no lleguéis a robar, pero alguna de vosotras accedáis a iros con un chico que no os guste sólo porque tiene cocaína…
Rocío, Lucía y Pilar: No, no. Nunca.
Rocío: Eso sí que no. Yo no podría hacer eso. No, no.
Alfonso: Sabéis que hay muchas que lo hacen...
Rocío: Sí, un montón. Muchas, bastantes. Las llaman `comebolsas´. Alguien les dice: «Vente esta noche conmigo» y ya sabes lo que hay después de `ponerte´. Tienes que acostarte con él. Pero yo no (Lucía y Pilar coinciden).
El Semanal: Cuando alguien viene y os dice: «Toma». ¿Os lo regala?
Rocío: Depende, hay gente que te lo da porque te lo da, y otra para que tú luego le des algo a cambio.
El Semanal: ¿Sexo?
Rocío: Siempre.
Lucía: Sí, a mí me ha pasado. Vienen y te dicen: «Ponte». Si tú lo haces, sabes qué sigue. Distinto es que te ofrezca una amiga. Sabes que no hay nada a cambio. Pero con un desconocido, yo no lo hago. Con un chico con el que estás, al que conoces y tal, tampoco pasa nada.
El Semanal: Y estos desconocidos que ofrecen cocaína a cambio de sexo, ¿qué edades tienen?
Rocío: Hay de todo; son, en general, más mayores que nosotras: tienen 19, 21, 25 años.
El Semanal: ¿Y gente más mayor?
Rocío: Sí, sí. De 40 años y más, también, claro.
Pilar: Sí, recuerdo a un guardia de seguridad de un centro comercial, un tío de 42 años, que era nuestro colega y algunas veces se pasaba a fumar porros con nosotras. Un día nos preguntó si nos poníamos, y le dijimos que de vez en cuando. Él cogió y nos dijo: «Eh, pues yo tengo siempre, que me traen de Colombia, y cuando queráis, os venís y nos ponemos unos tiros». Vale, vale. Nosotras no sabíamos que él iba a querer algo a cambio: era un colega. Entonces, un día que íbamos de pedo, llegamos y nos pusimos con él. Lo pasamos muy bien; no pasó nada. Pero ya al día siguiente me dijo que esa noche me quedara con él, que no me fuera con mis amigas. Y le dije: «No, tío». A partir de ahí ya no nos vemos con él.
El Semanal: ¿Cómo y en qué sitios conseguís comprar la cocaína?
Antonio: Llamas a un camello por el móvil. Hay cientos de ellos por todos lados. Si no es en un bar, en un quiosco; si no, allí saben quién tiene. Y si no tienes un amigo que sepa, este amigo tiene un amigo que sabe. En una discoteca preguntas a cualquiera: «Oye, tienes esto». «Sí, venga.» A lo mejor: «No», pero te lleva a quien la vende. Consigues lo que quieres; tengas diez años o 20. Da igual. La consigues. Es muy fácil. Dentro y fuera de las discotecas está a tu alcance. Con que la quieras, la tienes.
Rocío: Mira, en Amsterdam es legal, aquí no. Sin embargo, allí la consigues igual de fácil que aquí. Circula como si fuera legal. Así de claro.
Alfonso: ¿Y qué ocurre en las discotecas light, para menores de 18? ¿Es cierto que, al no haber alcohol, todos se ponen de pastillas, cocaína y porros?
Todos: Verdad total. Es peor que no vendan alcohol.
Javier: Aunque si vendiesen alcohol, pasaría lo mismo. Una cosa no se consume en lugar de la otra. De hecho, la mayoría bebe antes de entrar a las discos light.
Lucía: Sí, para mí es más sana una disco de 18 años que una light, en la que ves a todos puestos o, mejor dicho, comidos: va más de pastillas que de cocaína. Pero de las dos cosas. Y los de 14 son peores que los de 16. Muchísimo peores. Es que lo ves y no lo crees.
El Semanal: ¿Creéis que las mismas discotecas ponen a gente a vender drogas dentro?
Javier: Yo creo que en algunas sí.
Rocío: Sí, en muchas sí, son ellos mismos.
Pilar: Mira, aquí hay discos que, en los servicios, sólo habilitan en los grifos agua caliente para que no puedas beber más que lo que venden en las barras. Fíjate.
El Semanal: ¿Qué edad tienen los camellos?
Lucía: Son jóvenes, no tienen más de 25 años. Hay de todo, también los hay de 19 y de 18.
Pilar: Yo he vendido alguna vez pastillas. Una gente me las vendía más baratas: yo las revendía en discos, y con lo que ganaba, me pagaba lo mío y mis cosas.
El Semanal: ¿En los institutos se vende droga?
Todos: Sí.
Antonio: Tú sabes quién vende en el colegio.
Javier: En el colegio, el que vende no lo anda gritando, pero se nota. Siempre está hablando de lo mismo.
El Semanal: ¿Se consume en horario de instituto?
Lucía: Cocaína, no. Porros, sí. Muchos. Incluso, hay veces que algunos ya van borrachos.
El Semanal: Al haber conocido a gente que consume cocaína, ¿os sorprendió que personas que no hubiérais imaginado que lo hicieran lo hagan?
Rocío: Sí, mucho. Te dices: «No puede ser que esta chica, que la conozco desde que éramos así, se esté poniendo hasta el culo». En algún punto te defrauda.
Lucía: Nosotras también defraudamos a muchos.
Javier: A mí eso no me defrauda ni creo que yo haya defraudado a nadie. Yo hago lo que quiero.
Lucía: Sí, pero si mi familia se entera, la defraudo.
El Semanal: ¿Es cierto que el raro del grupo es el que no aspira?
Antonio: Es verdad. El raro es el que dice: «Yo no me pongo». Son pocos, pero yo los admiro. Los ves los fines de semana y se lo pasan bien sin consumir. No cambian. Otra gente, en cambio, va hasta las patas de todo, y la ves al día siguiente y a lo mejor ni te reconoce.
El Semanal: ¿A qué se debe que llegue el fin de semana, y ya sea alcohol, hachís, cocaína o éxtasis, os metáis lo que sea en el cuerpo? ¿Os sentís inhibidos?
Todos: Sí. Para desinhibirnos.
Pilar: Si no me meto algo, no estoy bien. Y si no tengo dinero para comprar cocaína, digo: «Me cojo un pedo de alcohol», y ya. Pero no puedo estar en una disco sin consumir algo o sin comerme pastillas. Estoy mal. Ya es costumbre. Me da vergüenza estar, bailar. Me siento observada. Y cuando me tomo algo, pues estoy en mi salsa.
El Semanal: Cuando consumís pastillas, ¿cuántas llegáis a tomar?
Pilar: Tres. Y con eso estoy bien.
Alfonso: ¿Pero cuántas sabes que se llegan a meter otros en una noche?
Pilar: 15. Lo máximo que llegué a tomar fueron diez pastillas. Me metí, además, dos tiros y estuve fumando porros y bebiendo alcohol. Y eso que aguanto poquísimo.
El Semanal: ¿Cómo sería un fin de semana ideal?
Rocío: Salir un viernes por la noche y volver el domingo. Necesitaría mucho dinero, alcohol, cocaína, muchos porros, mi pibón al lado, mis amigas, y ya está.
Lucía: Yo, no; yo puedo pasármelo bien sin nada.
El Semanal: Pero puestos a elegir, ¿habría coca?
Rocío, Pilar, Antonio y Javier: Sí, sí.
Lucía: No, para mí no.
El Semanal: ¿Habéis estado en pareja con alguien que no consumiera?
Todos: Sí.
El Semanal: ¿Y debías ocultarlo?
Lucía: A veces, sí. Ocurre también que tu pareja te lo prohíba al enterarse.
El Semanal: ¿Pero preferís que vuestra pareja consuma o que no?
Rocío: No, no. Si él no consume, una consume menos, y como al otro le va a molestar, pues te vas quitando.
El Semanal: ¿Y qué pasa cuando estáis muy puestos y debéis volver a casa?
Rocío: No vuelvo.
Antonio: Yo, sí. A mí me da igual. A las siete de la mañana, mis padres están acostados.
El Semanal: Pero si te los cruzas, ¿puedan notar que has tomado?
Todos: Sí.
Antonio: No. Mi madre me vio una vez y me dijo: «Qué tienes, qué te pasa en los ojos», y yo le dije: «Nada, mamá, nada», y me fui a acostar.
Rocío: A mí también me da igual llegar de porro, pero otra cosa es ir puesta. Mi madre me ve con cara de estar colocada y me lleva al hospital a hacerme análisis.
Pilar: Es que además te pones más nerviosa. Crees que se te nota todo y piensas: «Me van a pillar, qué hago».
El Semanal: ¿Y qué hacéis entonces?
Pilar: Me voy a dormir a otro lado.
Rocío: No vuelvo. Prefiero que me reprendan por desaparecer sobre la marcha antes que ser descubierta.
El Semanal: ¿Vuestros padres han notado alguna vez algo?
Antonio: Sí, mis padres me pillaron una vez con porros. Le faltó dinero a mi madre y me registraron todo. Entonces dije que eran de un amigo que me pidió que se los escondiera. Mi madre se echó a llorar, mi padre iba detrás de mí. Me encerraron en mi cuarto y me quitaron la luz para que no usara el teléfono ni el ordenador ni la televisión; nada. Sin embargo, logré contactar por el móvil con este amigo y le conté la película que les había montado a mis padres. Ellos hablaron con él, y al ver que todo coincidía, me creyeron y me quitaron el castigo.
El Semanal: ¿Has estado sin drogarte por miedo?
Antonio: Sí, porque mi madre me lloraba y mi padre no se lo había terminado de creer del todo.
El Semanal: ¿Cuándo os arrepentís?
Lucía: El domingo, al levantarme. Me digo: «Dios mío; qué he hecho». Pienso en mis padres, en mi hermana y...
Antonio: Depende también de cómo te dé el pedo: si me da de buen rollo, me lo paso de puta madre, y al día siguiente no me arrepiento, pero si me da de bajón, me empiezo a rayar: «Joder, mi madre, mi padre, mi tal». Me agarra la culpa. Sobre todo por mi madre.
Alfonso: A los 16, yo también me decía: «Hasta aquí». Los lunes. Y llegaba el fin de semana y ya estaba de nuevo. Vosotros tal vez creáis controlarlo porque tenéis poco dinero, 30 euros por fin de semana. Pero yo andaba con 300, y si tienes dinero, el consumo sube.
Rocío: Claro, yo tengo poco dinero.
Alfonso: Pero vosotros con pasta estáis perdidos. Y cuanto más tiempo pase, peor. Tenedlo en cuenta. Si al llegar el viernes tenéis dinero y os ponéis, es síntoma de que estáis enganchados. El que prueba la coca dos veces y repite en un mes y sigue está enganchado. Puedes pasarte años sin tener problemas detectables. Hasta hace cinco años yo no sentía nada. Pero el problema de la coca, a diferencia de la heroína, es que no tiene mono físico. Es psicológico. Luego es físico. Y como no empecéis a cortar, más tarde no podréis ni ir a las discos. Salir, ver a la misma gente: todo os llevará a que recaigáis.
El Semanal: ¿Os impacta esto?
Rocío: Joder, sí te impacta. En este momento no tengo palabras, y sin embargo, lo sigo haciendo.
El Semanal: Antes de consumir cocaína, ¿os angustiábais menos que ahora?
Todos: Sí, menos, menos.
El Semanal: ¿Y qué os angustia?
Javier: Nada. Estás así. Son angustias sin porqué.
Antonio: Y estás nervioso sin motivo. Te preguntan: «¿Te ha pasado algo?». Pues no, pero estoy nervioso.
El Semanal: ¿Reconocéis en vosotros una actitud autodestructiva al tomar cocaína?
Rocío: Sí, lo veo fatal, pero a la hora de seguir, sigo.
El Semanal: ¿Creéis que hay algo que pueda reemplazar eso?
Javier: De momento, no (Rocío asiente).
Pilar: Yo creo que a mí lo único que me puede hacer bien es que no haya más discotecas.
El Semanal: ¿Os habéis fijado una edad para dejar de consumir?
Rocío: No sé. Quizá cuando me pase algo malo, algo fuerte y diga: «Hasta aquí». Me refiero a quedar inconsciente y que me tengan que llevar a un hospital, y ya se enteren mis padres.
Diego Bagnera
EL SEMANAL, 25 de noviembre de 2004
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