El «mapa mundi» de los valores mundiales (EL MUNDO)

La renta per cápita y la herencia cultural son los factores que determinan el cambio en las creencias de los ciudadanos. ¿Qué quiere la gente de la vida? Depende del punto del globo en que se encuentre. Y lo que usted piensa sobre religión, sexo, familia, inmigración o medio ambiente es una ecuación entre la renta per cápita de su país y su herencia cultural. A mayor riqueza, menos obsesión por la seguridad y la economía y más interés por la calidad de vida y la autoexpresión. Un egipcio, por ejemplo, tenderá a pensar junto al 90% de sus compatriotas que los hombres tienen más derecho a trabajar que las mujeres, mientras que un sueco, miembro de la sociedad culturalmente más avanzada del mundo, rechazará firmemente este planteamiento.Y es probable que un francés no se conforme con un trabajo bien remunerado, sino que busque uno que le motive y en el que conecte con sus compañeros. Así lo muestran los datos de la Encuesta Mundial de Valores 1999-2002 -que examina las creencias de los ciudadanos de 81 países que representan el 85% de la población mundial-, presentada ayer en Madrid por el catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Michigan, Ronald Inglehart. La dicotomía comunistas-liberales que trazaba la frontera entre las sociedades durante la Guerra Fría se ha diluido frente a la actual línea divisoria mundial: el choque entre los sistemas de creencias. «Pero no todo es determinismo económico en el cambio social», explica Inglehart. De ahí que países como EEUU constituyan una excepción, al ser una sociedad industrial avanzada y rica con un sistema de valores muy tradicional, «con niveles de religiosidad y orgullo nacional comparables a los de algunos países en desarrollo». El informe sostiene que las sociedades avanzadas han emprendido el camino hacia la posmodernización, alejándose tanto de los valores que constituyen los pilares de las sociedades tradicionales -«el respeto por la autoridad y el rechazo al divorcio, el aborto, la eutanasia y el suicidio»- como de los que caracterizan a las sociedades centradas en la supervivencia -que «se sienten amenazadas por el cambio cultural e insisten en los papeles tradicionales de los géneros y en las políticas autoritarias»-. En el medio del mapa mundi de la modernización social, España. «Siempre se había considerado un país tradicional, pero ahora avanza hacia el modelo sueco y supera en tolerancia a muchos otros». La clave de la posmodernización de la que habla Inglehart es la secularización de la sociedad. «Pese a la oleada de fundamentalismo en países como EEUU, que puede inducir a pensar que Occidente se está haciendo más religioso, existe un proceso de secularización gradual, en el que resultan más visibles esos fundamentalistas», señala Inglehart. Pese a ello, la Iglesia es la institución que más confianza suscita en los ciudadanos (64%), a gran distancia de aquella en la que menos creen: los partidos políticos (30%). Entre los países cuyos ciudadanos encuentran en la fe fortaleza y consuelo están «la mayoría de naciones del mundo islámico, Latinoamérica y el Africa subsahariana», frente a Europa Occidental, Europa del Este y Asia, que le conceden un papel más limitado.En España son mayoría (54%) los que comparten esa inspiración religiosa. Por sexos, las mujeres son más religiosas que los hombres, y los jóvenes, menos que sus padres. Los datos revelan que una abrumadora mayoría de la población (88%) considera la democracia la mejor forma de gobierno. Y el rol femenino cada vez está más cuestionado. «Esto incide directamente en la tasa de fertilidad», sostiene Inglehart. Más de la mitad de los españoles piensan que la mujer no tiene por qué tener hijos para realizarse. Fátima Ruiz EL MUNDO, 30 de junio de 2004