Las noticias sobre los efectos nocivos del tabaco se han sucedido esta semana. Científicos del Centro de Investigación sobre el Cáncer de Reino Unido publican en el último 'British Journal of Cancer' un estudio que constata que fumar destruye las moléculas protectoras de la saliva y las transforma en un cóctel de agentes químicos peligrosos que elevan el riesgo de desarrollar tumores de boca. De hecho, ya se sabía que tanto fumar como beber alcohol son las principales razones tanto del cáncer de boca como del de cabeza y cuello, cuya incidencia anual en los países desarrollados es de cerca de 400.000 nuevos casos, con una supervivencia del 50% a los cinco años del diagnóstico.
La otra publicación, que recoge en su última edición varios trabajos sobre tabaco es 'The Journal of the National Cancer Institute'. En uno de ellos, investigadores de la Sociedad Americana del Cáncer concluyen, tras llevar a cabo una investigación a lo largo de 18 años con 138. 307 varones, que aquéllos que fuman en pipa tienen más riesgo de sufrir nueve tipos de tumores distintos -así como patologías cardiovasculares y cerebrales o enfermedad obstructiva crónica- que los que no tienen este hábito.
Asimismo, las páginas de esta revista se hacen eco de un estudio, basado en la famosa investigación conocida como 'Nurse´s Health Study' y realizada por científicos del Hospital Brigham de Mujeres, en Boston (EEUU), que -contrariamente a lo que se ha sugerido en recientes trabajos que han salido a la luz-, demuestra que las mujeres fumadoras no parecen tener más riesgo de desarrollar cáncer de pulmón que los hombres enganchados al pitillo. La misma publicación también se hace eco de un estudio dirigido por Dorothy K. Hatsukami que constata que los nuevos cigarrillos que contienen hasta un 50% menos de sustancias cancerígenas también pueden causar tumores.
De hecho, los autores reconocen que, finalmente, los fumadores de este tipo de tabaco sólo poseen un 20% menos de carcinógenos en sus cuerpos que los que siguen usando las cajetillas tradicionales. De ahí que insistan en que la mejor protección es dejar de fumar.
Patricia Matey
EL MUNDO, 7 de junio de 2004