Una persona sola es bien poca cosa para promover fenómenos sociales como una protesta contra los gobernantes. Una persona sola con un móvil se convierte en una fuerza de incalculables proporciones, capaz de hacerse oír por todo un país. La experiencia la hemos vivido el sábado en Barcelona, Madrid y en otras ciudades de España, en los que resonó el eco de una cacerolada descomunal y de un concierto ensordecedor de cláxons.
Tenía que ser un día tranquilo. Lo propio de una jornada de reflexión. Pero la ciudadanía airada, que no se resignaba a las versiones del ministro Acebes sobre la autoría de los atentados de Madrid, comenzó a convocarse por el móvil y por internet ante las sedes del Partido Popular y a dar señales sonoras de disconformidad con la verdad oficial, mediante la cacerola o el claxon del coche.
El responsable de Interior ha sido el ministro cautelas. Hasta última hora, cauteloso sólo con unos, con los de la pista islamista, mientras que descaradamente se mostraba partidario de echar todas las culpas de los atentados a ETA.
"Pásalo". Era la palabra mágica con la que terminaban todos los mensajes. Se ha demostrado que puede tener el efecto de una bola de nieve, que es una insignificancia al empezar a rodar y que puede llegar a convertirse en una avalancha. El candidato Rajoy quiso pararla con el anuncio de la presentación de una denuncia por ilegalidad de la manifestación en día de jornada de reflexión. Era una denuncia contra lo espontáneo, presentada con todo el riesgo de que el alud se lo llevara por delante.
Si Jesucristo volviera no se rodearía de tantos apóstoles. Se bastaría con un móvil. "Pásalo". Igual que Lenin. El zarismo seguramente habría declarado la ilegalidad de los teléfonos móviles.
Josep Pernau
EL PERIÓDICO, 15 de marzo de 2004