Reducir su tamaño sin que merme demasiado su calidad, indispensable.
¿Recuerdan la costumbre de quedar a tomar un café para ver las fotografías de nuestro último viaje o excursión? Dentro de poco pasará a ser un simple recuerdo, ya que la actual proliferación de cámaras digitales está transformando los usos y costumbres, haciendo que compartir nuestras fotografías sea tan sencillo como enviarlas por email a nuestro grupo de amigos y conocidos. Sin embargo, saber manipularlas es esencial para que no colapsemos el buzón de correo electrónico de nuestros conocidos.
Si bien el funcionamiento de una cámara digital es relativamente sencillo, no lo es tanto conseguir que las fotografías que realizamos sean vistas con facilidad y rapidez por nuestro grupo de amigos o familiares. El tamaño y formato de las fotografías que obtiene una cámara digital no es el más apropiado para después compartirlas mediante su envío por email.
Y es que una cámara digital está preparada para obtener fotografías de gran tamaño y calidad, con una gran resolución, y que permitan realizar copias en papel de grandes dimensiones y calidad. Para ello, la cámara guarda cada fotografía que hemos realizado en un fichero de ordenador, conocido normalmente como "fichero de imagen". Estas imágenes, habitualmente de altísima calidad y gran tamaño, son las que posteriormente transferimos al ordenador, ya sea para imprimirlas, guardarlas en un CD o simplemente verlas.
Sin embargo, a la hora de enviarlas por correo electrónico, hay que tener en cuenta que su elevado tamaño y calidad son un inconveniente para que nuestros conocidos puedan recibirlas de forma rápida y sin que se sature su buzón de correo. Normalmente, y dependiendo del modelo de cámara y configuración, una fotografía digital puede llegar a ocupar del orden de 1.000 ó 1.200 kilobytes (alrededor de un ‘mega’). Un disquete permite albergar 1.440 kilobytes, por lo que estamos hablando de que una sola fotografía ya llena un disquete.
Supongamos que, por ejemplo, queremos enviar diez imágenes por email. En este caso, estaríamos enviando por Internet unos diez megabytes de información (equivalente a unos 7-8 disquetes). Si nos conectamos a Internet mediante un módem convencional, tardaríamos una media hora en enviar ese paquete de fotografías, y el receptor tardaría luego otra media hora en descargar a su ordenador personal esas diez imágenes. Y eso en el caso de que no le hayamos saturado su buzón de correo, ya que la mayoría de los proveedores de cuentas de email gratuitas, como Yahoo! o Hotmail, solamente ofrecen entre 4 y 6 megabytes de espacio para nuestro buzón.
Como es evidente, debemos conseguir que las imágenes ocupen mucho menos espacio antes de poder enviarlas. Para ello, hay que conocer antes cuáles son los aspectos que influyen tanto en el espacio que ocupa una imagen como en su calidad, para reducir notablemente su peso sin una pérdida significativa de calidad.
Parámetros que influyen en el peso
Formato
Quizás el aspecto más importante a tener en cuenta sea el formato con el que se guardan la imagen en el ordenador. Existen múltiples formatos de almacenamiento de imágenes, como PSD (formato de Adobe Photoshop), TIFF, EPS o JPEG. De todos ellos, el que más interesa para este fin es JPEG o JPG.
JPEG es el equivalente al MP3 de las fotografías: permite que las imágenes ocupen muchísimo menos espacio en el disco duro, sin una gran pérdida de calidad. Al estilo de MP3, JPEG analiza las imágenes y desecha todos aquellos pequeños detalles que el ojo humano no es capaz de distinguir. Así, JPEG es capaz de reducir el peso de una imagen en 15 ó 20 veces, sin que el ojo humano sea capaz de distinguir una pérdida de calidad. Si no nos importa perder un poco de calidad, podemos incluso llegar a reducir una imagen hasta 100 veces su tamaño original.
En la actualidad, la gran mayoría de cámaras digitales ya utilizan por defecto este formato para guardar las fotografías, ya que imágenes que pueden ocupar unos 15 megabytes (unos diez u once disquetes) son almacenadas en una cámara digital, gracias a JPEG, en tan sólo 1.000 ó1.200 kilobytes (un poco menos de un disquete). Aún así, estas imágenes usan una calidad demasiado alta de JPEG que resulta excesiva para las imágenes que simplemente queremos ver en nuestro ordenador o enviar por email a nuestros amigos. Por lo tanto, podremos reducir todavía más el peso de las imágenes sin que visualmente notemos una gran diferencia, usando para ello una calidad media o media-baja de JPEG.
Dimensiones de alto por ancho
Además del formato usado para guardar la imagen, sus dimensiones son sin duda un aspecto tan o más importante que el propio formato. Una cámara digital obtiene, normalmente, imágenes con unas dimensiones de 1 metro de ancho por 80 cm. de alto, en formato horizontal. Estos tamaños son totalmente innecesarios si lo único que queremos es ver las imágenes en la pantalla de un ordenador.
De todos modos, a la hora de ver las imágenes en el ordenador, este suele presentárnoslas en un tamaño reducido, de forma que quepan en el monitor (un monitor estándar, de 15 pulgadas, mide unos 28 centímetros de ancho por 21 centímetros de alto). Tenemos que ser conscientes de que esta característica no es más que una presentación reducida: no porque veamos que la imagen cabe en el monitor quiere decir que sus dimensiones de anchura y altura se hayan reducido.
Para conseguir reducir realmente el ancho y alto de nuestras fotografías, debemos usar un software específico de retoque fotográfico. Lo recomendable es que, en formato horizontal, reduzcamos el ancho de la imagen a unos 15 cm y el alto a unos 12-13 cm.
Resolución
Toda imagen está compuesta de una serie de diminutos puntos de color, los cuáles son conocidos como píxeles. En una fotografía digital hay miles y miles de estos pequeños píxeles, los cuales, unidos en la pantalla del ordenador conforman una imagen. Para que nos hagamos una idea, los píxeles serían algo parecido a los puntos de una pantalla de televisión, los cuales, al cambiar de color, crean cada una de las imágenes de los programas televisivos que vemos.
Una imagen de ordenador puede tener una mayor o menor concentración de estos píxeles, haciendo así que la imagen tenga una mejor o peor nitidez. Así, si hay poca concentración o densidad de píxeles, podremos observar que la imagen está pixelada, es decir, podremos ver el tramado de píxeles que componen la imagen. Sin embargo, si hay una adecuada concentración de píxeles, no observaremos ningún tipo de pixelado ni tramado.
La mayor o menor concentración de píxeles es lo que se conoce como resolución, y se mide como el número de píxeles por pulgada que tiene una imagen (una pulgada equivale a 2,54 centímetros). Así, cuando observemos que una imagen tiene una resolución de 300 ppi (Píxeles Per Inch, píxeles por pulgada), quiere decir que en una pulgada (2,54 centímetros) disponemos de 300 píxeles o puntos de información para representar dicha imagen.
Por lo tanto, a mayor resolución (concentración de puntos), mayor nitidez tendrá nuestra imagen, y también mayor será su peso. Por ello, hemos de ajustar nuestras imágenes para que su resolución no sea excesiva, sino la más adecuada para ser visionada en la pantalla de un ordenador.
Un monitor estándar de ordenador es capaz de representar solamente 72 píxeles por pulgada (aunque algunos alcanzan los 96 píxeles por pulgada). Si observamos una imagen con una resolución superior, estaremos usando más píxeles de los necesarios para ver la imagen, sin por ello aportar calidad. Por lo tanto, para imágenes que vayan a ser vistas en un monitor, la resolución tendrá que ser siempre de 72 ppi: ni más ni menos.
Pasos a seguir
Una vez tengamos todas nuestras fotografías digitales en el disco duro del ordenador se puede empezar con el proceso de reducción de peso. Siempre es muy recomendable que hagamos una copia de las fotografías que vamos a reducir, ya que las fotografías originales son el equivalente a los negativos de los rollos fotográficos convencionales. Así, si nos equivocamos en algunos de los pasos, o el resultado obtenido no es el que esperábamos, siempre podremos recuperar la imagen original. Además, las fotografías originales (con toda su calidad) son necesarias para que al imprimir consigamos la máxima nitidez posible.
Existen varios programas de retoque fotográfico que nos permitirán realizar los pasos que comentaremos a continuación, como por ejemplo Adobe Photoshop (de pago), GIMP (libre y gratuito), Paint Shop Pro, Irfanview, etc. Cada uno de estos programas funciona de una forma distinta, pero todos siguen unas pautas generales. Aunque, siempre queda la posibilidad de usar programas como Pixresizer que automatizan todo el proceso.
1. Para empezar, hemos de asegurarnos de que el formato de color de la imagen sea RGB (formato de colores para monitores) y no CMYK (formato de colores para imprimir). Si el formato de color es CMYK, deberemos trasformarlo a RGB, mediante las opciones que nos ofrecerá el programa de retoque fotográfico.
2. El siguiente paso será reducir las dimensiones de alto y ancho de la imagen. Reduciremos, por regla general, las imágenes horizontales a 15 centímetros de ancho por 12-13 centímetros de alto. Si nuestro software de retoque no nos ofrece unidades de medida en centímetros (la unidad de medida suele ser el pixel), le indicaremos 600 píxeles de ancho por 450 de alto. En el caso de imágenes verticales, serían 450 píxeles de ancho por 600 de alto. Lo ideal es que, a la hora de reducir las dimensiones, indiquemos solamente el nuevo ancho que deseamos. De esta manera, el programa reducirá proporcionalmente el alto de la imagen de forma automática.
3. A continuación tenemos que cambiar la resolución de la imagen a 72 píxeles por pulgada (lo más normal es que la imagen tenga por defecto una resolución de 300 ppi). Este cambio de resolución suele realizarse, en varios programas, en el mismo momento en que reducimos sus dimensiones de ancho y alto.
4. Por último, sólo nos queda guardar la imagen en el disco duro. En este momento es cuando le indicamos al programa de retoque fotográfico que deseamos guardar la imagen usando el formato JPEG, y que queremos hacerlo con calidad media o media-baja (quizás necesitemos realizar alguna prueba hasta que encontremos cuál es la mejor calidad que tiene el peso óptimo).
5. Una vez realizados estos pasos, podremos observar en nuestro escritorio la diferencia de peso entre la imagen original y la nueva, mediante el menú "Propiedades" (dependerá del sistema operativo y versión).
Alberto Silva
CONSUMER.es, febrero de 2004