Queriendo hacer un repaso de lo ocurrido con el sida en el último año, alucinamos al ver cómo repetimos los errores del pasado, ahora con el agravante de que no existe aquel fuerte movimiento asociativo que cayó en manos de liberados y profesionales. La sangrante situación de Africa, cambiando la escala, no se diferencia mucho de aquellos tiempos en que era un problema pedir el uso del condón. Uganda, con sus campañas de prevención, ha conseguido, mientras llegan los antirretrovirales que nadie encuentra dinero para pagar, parar la progresión de las infecciones. Pero esta noticia, como en aquellos años los éxitos de las asociaciones, pasa desapercibida en los medios de comunicación. Da la sensa- ción de que los preservativos están en contra de los medicamentos, en lugar de ser elementos complementarios para parar el sida.
Por un lado, los habituales sectores reaccionarios cuestionan la seguridad del condón; por otro, los homófobos del armario, olvidándose de sus propias prácticas de riesgo, se escandalizan porque los homosexuales están bajado la guardia. Y, en los periódicos de la vanguardia, enseñan a las jóvenes todos los métodos anticonceptivos excepto el único que, además, las protege de las infecciones. Después leeremos titulares escandalizados que muestran los porcentajes de relaciones sin protección entre jóvenes o la cantidad de ellos que no saben nombrar una enfermedad venérea. Eso sí, esta semana podremos ver cómo todo el mundo nos enseña sus carteles, cada cual más ocurrente.
Debemos recordar un año más que el sida no afecta por igual a los menos favorecidos económicamente, por lo que las cifras de los afectados en los países pobres y la cantidad de los mismos nos llevan a temer por los intereses económicos y geopolíticos que impiden la puesta de medidas para paliar la pandemia. Los principios de los poderosos de favorecer ayudas como inversiones, para obtener rápidos y abundantes be- neficios, a costa de la ruina económica y social de otros, nos llevan a la búsqueda de unos espacios de debate en todos los foros que pretenden cambios social.
La situación en muchos países es alarmante, ya se habla de un futuro sin esperanza y una pérdida de media de vida de entre diez y quince años en sólo dos quinquenios. Los millones de niños huérfanos y sin hogar ponen en duda esa misma idea de familia que hasta ahora parecía idealizada por sectores conservadores.
El sida, en el último año, no hace sino confirmar lo que una y otra vez se nos repite hasta la saciedad, que va en aumento y progresivamente alcanzando a los sectores menos protegidos, de ahí la importancia de dotarnos de todos los medios informativos y preventivos al alcance, pero sobre todo de facilitar todos los recursos a los más de 40.000.000 de afectados directamente, porque hasta ahora los mensajes van más a favorecer a los aún no afectados que a facilitar alternativas y opciones a los que lo necesitan desde ahora.
Llevamos dos décadas perdiendo el tiempo en continuas clasificaciones y reclasificaciones, en colectivos, hábitos, consumos, con registros que vulneran el derecho más elemental al anonimato, infinidad de datos, que sólo confunden, de las personas viviendo con VIH/SIDA. Mientras, hemos pasado de unos pocos casos y una enfermedad fácilmente controlable, a hablar de millones de afectados y una pandemia. Ahora hace falta valentía por parte de los responsables de tal proceso, para que reconozcan el fracaso de sus políticas dilatorias y de despiste, en vez de la eficacia tan anunciada y que nunca llega.
Sabemos cómo parar el avance del sida, sólo faltan ganas y medios. Queremos hechos que nos hagan creer en las palabras, lo perdido es mucho y muy valioso.
Para finalizar, nuestro recuerdo a todos los que han fallecido, un beso y un abrazo a los que viven con el VIH/SIDA y, por supuesto, nuestro firme compromiso en la lucha diaria. -
Josu Imanol Unanue y Ramón Garaizar, Activistas contra el VIH/SIDA
GARA, 1 de diciembre de 2003