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Unidad constitucional (José Luis Alvarez, «Txillardegi», Escritor - GARA)

Francisco López, el delegado del PSOE en Vizcaya; del brazo de Iturgaiz, San Gil, Rabanera y Sanz, los fieles criados del PP en las provincias díscolas del Norte, están horrorizados y estupefactos ante el creciente clima separatista y anti-español existente en Euskal Herria. Y lo atribuyen, está claro, a ETA y a Ibarretxe. Pero lo único que debería extrañar a estas alturas es, justamente, que nadie, mínimamente informado y honesto, ignore lo que viene pasando en nuestro país hoy, ayer y desde hace un montón de generaciones. Estos días se nos recuerda desde Madrid, cínicamente (incluso por ese nuevo Cardenal Gomá que se llama Rouco Varela), que cualquier plan de futuro para el País Vasco sólo será moral y viable si el conjunto del Estado español lo decide así. Porque, ojo, el único Sujeto de Derecho aquí es el Pueblo Español. El único, sí. Como dice taxativamente la Constitución vigente hoy en el Reino de España. Nosotros, vascos, debemos limitarnos a contribuir, con nuestras particularidades folklóricas y con nuestro dinero, a engrandecer ese edificio político inmarcesible, plural, incólume y archi-democrático, que se llama España, en que jamás hubo militarada alguna, y en que nunca se utilizó la violencia con fines políticos... Pero hablemos en serio. Euskal Herria ha sido derrotada militarmente por España una y otra vez. Lo fue en 1839. Tras siete años de una guerra tan espantosa que hasta los estados europeos de la época se vieron obligados a promover el Convenio de Elliot. Y aprovechemos la ocasión para recordar, una vez más, que aquel acuerdo fue firmado por el mismísimo Zumalakarregi, Jefe del Ejército Vasco-Navarro, el 27 de abril de 1835. Y que, en su artículo 8, dice textualmente: «Si la guerra se extiende a otras provincias, se observarán las mismas condiciones que en las de Guipúzcoa, Alava, Vizcaya y el Reino de Navarra». Que es tanto como proclamar que la Primera Carlistada fue una sublevación vasca. Aquella horrible carnicería terminó tras el fusilamiento, ante los muros del Pui (en Estella), por Maroto el traidor, de los cuatro últimos generales que se negaban a obedecerle. Espartero podía sonreír, por fin. El mismo que sigue teniendo calle en Bilbao. Calle así de triste recuerdo, por partida doble, tras el asesinato del doctor Brouard en la consulta que tenía en ella, sucedido hace ahora 19 años. Releamos el célebre acuerdo de Bergara (1839). No de Alcorcón ni de Valdetronco. Dice así en su punto primero: Se confirman los fueros de las Provincias Vascongadas y de Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía. La frase parece de Minchavila. La idea de que jamás se había pensado en arrebatar los fueros a los vasco-navarros, lanzada con cinismo hispano desde el frente por Espartero en 1837, era ya realidad legal. En 1841, en llamativo contraste con la voluntad de unidad puesta en práctica en 1839, el Gobierno español inicia su maniobra de bipartición de Euskal Herria Sur. E impone a los vencidos por las armas, y a sangre y fuego, con el apoyo de los quislings de la época, una situación constitucional para Navarra, y otra situación constitucional distinta para las Vascongadas. En 1845, tras dimisión del meapilas Carlos-María-Isidro de Borbón, su hijo Carlos VI Montemolín toma la dirección del carlismo. Inmediatamente se refuerzan en Euskal Herria las acciones armadas contra el gobierno unitarista español; y se habla de un inminente levantamiento general. En junio de 1848 llega de Londres, clandestinamente, el brigadier Alzáa, de Oñate. Detenido en Navarra, cerca de la frontera, es fusilado inmediatamente. Y queda abortado el levantamiento vasco. Pero en Cataluña se prosiguen los preparativos. Y en 1860 ocurre el levantamiento de Els Matiners, aplastado también militarmente. Llegamos así al gran levantamiento vasco de 1872. Que convierte a Estella en capital real hasta 1876, con Carlos VII como jefe de un incipiente Estado Vasco. La guerra se termina con la escabechina de un ejército cuatro veces más numeroso. ¿Para qué recordar aquí a Franco, Gernika, Laredo, los cuarenta años de la represión franquista, etc.? No vale la pena. Fue otro alarde más de represión violenta, de exilio masivo, de tortura, de negación de todo tipo de derechos al pueblo vasco. Pues bien. Es ese Estado español, que se ha anexionado a Euskadi Sur por la fuerza una y otra vez, el que se nos presenta bruscamente como algo angelical, impecable, virginal, sagrado. ¡Por favor! José Luis Alvarez, «Txillardegi», Escritor GARA, 29 de noviembre de 2003
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