La fundación que honra al dictador auspicia un acto en el que se pide que sea canonizado. Un teólogo dice que firmó penas de muerte, pero que conmutó otras.
Tranquilidad. Si son todos los que estaban la víspera del 20-N en el salón de actos de los dominicos de Madrid, no hay de qué preocuparse. Sólo unas 80 personas, con esa misma media de edad, 80 años, atendieron el miércoles la convocatoria de la Fundación Nacional Francisco Franco para celebrar la "esperada reedición" de la obra titulada
Francisco Franco, cristiano ejemplar.
En el escenario del Colegio de los Dominicos de Madrid, el autor del "hecho editorial", como rezaba la invitación, el benedictino reverendo
Manuel Garrido, junto a la hija del dictador y presidenta de la fundación, "la duquesa de Franco, doña Carmen", un catedrático de Teología y un general retirado.
"No sé quién es peor"
Una señora del público, anciana de aspecto entrañable, se dirigió al fotógrafo para interesarse por el único medio informativo presente en el acto: "¿Ustedes de dónde son?" "De EL PERIÓDICO DE CATALUNYA". Estupor inicial. "¿Y allí quién ha ganado las elecciones, los de CEU o los del puño?" "Es CiU, señora, no CEU. ¿Usted qué preferiría?" Momento de indecisión... "Hija, no sé quién es peor".
La realidad en la que se mueven los adeptos al dictador no parece de este mundo. De hecho, algo de espectral tenía el acto editorial. El público, muy formal, asistió sin inmutarse a más de dos horas de exposiciones sobre la calidad humana y espiritual de Franco.
"Decidí escribir esta obra --expuso el hagiógrafo-- al ver a tantos cristianos postrarse a orar ante la tumba del caudillo (ellos nunca le llaman dictador) en el Valle de los Caídos". El exitoso autor --lleva cinco ediciones, aunque la tirada es un misterio-- acabó pidiendo para Franco "un proceso de beatificación" como paso previo a su canonización. Nadie se rió. Es más, el teólogo,
Antonio Millán Puelles, perseveró minutos más tarde en la idea de hacer santo al dictador.
Y por si entre el público había alguna reticencia, extremo harto improbable, razonó: "Habrá alguien que en este punto recuerde que el Generalísimo ordenó penas de muerte". Pues ya que lo dice, sí, alguien podría recordarlo. Solución: "Respondámosle: ¿Y los indultos que firmó?".
Los "buenos cristianos"
Animado por su propio razonamiento, Millán Puelles recordó una retahíla de santos que también cayeron en la tentación de librarse de sus enemigos por siempre jamás. Véase San Luis, rey de Francia; San Francisco de Borja, virrey de Catalunya, o el rey San Fernando, en vida Fernando III.
"Sólo hace falta un puñado de buenos cristianos que propongan el proceso de canonización", animó el benedictino. Eso, y la imprescindible colaboración de la Iglesia para incluir en su palmarés a un nuevo santo que, a tenor de las palabras del teólogo Millán, bien podría llamarse
San Franco, el indultador.
Salomé García, Madrid
EL PERIÓDICO, 22 de noviembre de 2003