Dejándose remolcar por la estrategia insensata de su médico,
Sabino Padilla, el Athletic se ha metido en un profundo agujero. De repente, queda demostrado que
Gurpegui no genera nandrolona por sí mismo en las circunstancias de estrés que supone un partido. Pero además, y más grave aún, resulta que Padilla explicó en público, y delante del director general del club,
Zubizarreta, que ha estado tratando al jugador con HCG, producto dopante y prohibido. Su insensatez, su sentimiento de impunidad y su devoción por su ciencia le llevaron a confesar esa enormidad.
Así que ahora hay dos casos: el de Gurpegui, que es un caso de doping mondo y lirondo, y el del Athletic, que tiene un médico capaz de contar en conferencia de prensa que ha tratado a uno de sus jugadores con un producto dopante. Y con el director general del club al lado, asintiendo. Los reglamentos prevén para estos casos no sólo sanción al médico, sino también al club, con pérdida de puntos y hasta pérdida de la categoría. En ese agujero se ha metido el Athletic por empeñarse en creer o en fingir que cree (eso estará en su conciencia) las doctrinas de su médico.
Gurpegui podrá acudir a la justicia ordinaria. Está en su derecho. Algunos defienden que no se le puede tener por culpable: ¿tomó el producto consciente de lo que era o creía tomar vitaminas? Está bien. Pero ese razonamiento lleva a la destrucción de la lucha antidoping, o al menos a la necesidad de investigar con todo rigor a los médicos. En este caso, ha sido el mismo Padilla el que se ha delatado y a por él van a ir. ¿Y el club? ¿Cómo no se rompe las vestiduras y le expulsa de inmediato? ¿Es cómplice el club? Nunca hubiera esperado ver en una situación así al Athletic de Bilbao.
Alfredo Relaño
Diario AS, 8 de noviembre de 2003