La representante local de Intermón denuncia el descrédito institucional. La ONG española colabora en la formación de los grupos nativos.
«Bolivia no funciona». Moira Querejazu se remonta años, décadas, incluso siglos, intentando explicar las razones que han llevado a la actual situación de violencia en ese país sudamericano. «La exportación de gas sólo ha sido la última gota que ha derramado la frustración de las masas», dice. Natural de Bolivia, representa los intereses de la ONG española Intermón sobre el terreno y ha colaborado con las comunidades indígenas, tanto con aquellas que habitan la selva como las tierras andinas. «Constituyen la mayoría de la población, pero viven ajenas a las grandes decisiones políticas, económicas y sociales».
En su opinión, la ira actual se vincula a las expectativas incumplidas tras los últimos comicios generales. «Se crearon ilusiones de cambio, los nativos incluso consiguieron representación parlamentaria, pero el poder no ha respondido a las demandas». Ahora las exigen en la calle y los enfrentamientos se suceden. Querejazu apuesta por el diálogo para encontrar soluciones, a pesar del descrédito de las instituciones. «Los bolivianos ya no confían en el modelo de Estado ni en los partidos tradicionales».
Medidas ineficaces
Las medidas transitorias no parecen ya efectivas. «Las organizaciones populares hablan de refundar el país, de convocar una asamblea constituyente y de dotar de autonomía a las provincias». Además, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada se decanta por la vía represiva. «Se apoya en el Ejército, su único apoyo, y de ahí la violencia originada».
Las grandes migraciones hacia las ciudades han impulsado el chabolismo masivo y la abundancia de jóvenes despojados de cualquier acceso a la formación y el empleo. «Hace pocos años Bolivia era completamente rural y hoy más de 55% de sus habitantes viven en urbes o en su extrarradio». «Pero el Gobierno sigue sin entender que el país ha cambiado», añade la cooperante de Intermón.
Esta transformación también responde a un nuevo sentimiento de orgullo étnico. Intermón y otras entidades, como la Compañía de Jesús, trabajan para que aymaras, quechuas y guaraníes -los campesinos , según la vieja terminología oficial- recuperen sus raíces y se organicen para plantear sus demandas. En el caso de los guaraníes, el proceso de apoderamiento aparece ligado a la consecución de la titularidad sobre aquellas tierras que les pertenecieron. «El asunto es crucial porque no sólo les proporciona medios de vida, sino también identidad y fuerza para negociar», apunta.
Tradición
Enfrente tienen a las grandes empresas ganaderas, forestales y de hidrocarburos, instaladas en sus antiguos territorios. «Explotan los recursos naturales a cambio de compensaciones muy bajas, sancionadas por ley», lamenta. «Hay que capacitar a los líderes para que manejen y controlen los recursos comunales».
Querejazu conoce bien la situación de los descendientes de aquellas misiones o reducciones llevadas a la gran pantalla. «Están acostumbrados a sufrir. Durante mucho tiempo, aportaron mano de obra abundante y barata para las grandes haciendas», recuerda. «Tan sólo desde fines de la década de los setenta han empezado a recuperar su tradición, a solicitar que su idioma llegue a las escuelas, a exigir, en suma, sus derechos», subraya.
Gerardo Elorriaga, Bilbao
EL CORREO, 17 de octubre de 2003