Tras un año ilegalizada, la organización ha perdido influencia y una importante fuente de financiación.
Transcurrido un año desde su ilegalización, Batasuna se encuentra sumida en un marasmo económico, organizativo y político -por ejemplo, ha dejado de gestionar 190 millones de euros en instituciones locales donde gobernaba-, pero ha emprendido el camino para camuflarse bajo nuevas siglas y aplastar las dudas de sus seguidores sobre si es acertado amparar la violencia terrorista. El portavoz de Sozialista Abertzaleak, Arnaldo Otegi, ya advirtió el viernes en el Parlamento vasco que la izquierda abertzale "tiene el puño de hierro". Tras ver disminuida su capacidad de movilización, el brazo político de ETA se esfuerza ahora en captar a jóvenes, sobre todo, en los pueblos.
¿Y ahora qué? Ésta es la pregunta que las gentes de Batasuna se hacen desde hace meses, el interrogante que pesa sobre los antiguos dirigentes liberados de esa formación que a los 40 años se encuentran ahora en la necesidad forzosa de rehacer su vida laboral. La empresa Batasuna, la firma de la asociación política que cobijaba a efectos formales a buena parte de los asalariados de ese partido, está prácticamente en quiebra. El 23 de diciembre último, la Dirección General de Trabajo resolvió favorablemente un expediente de regulación de empleo presentado por Batasuna para rescindir un total de 39 contratos de sus empleados en las sedes, hoy clausuradas, de Bilbao, San Sebastián, Vitoria y Pamplona. No deja de ser un dato de alto valor simbólico, aunque se sabe que muchos de sus liberados trabajan con contratos verbales, fuera de la formalidad, y que las finanzas no discurren ahí forzosamente por los cauces convencionales.
Un año después de su suspensión, cuatro meses más tarde de las elecciones municipales y forales, Batasuna aparece sumida en el marasmo económico, organizativo y político, pero decidida a no romper sus amarras con ETA, a reconstruir las piezas que componen ese puzzle de organizaciones, estructuras sectoriales y empresas perfectamente adaptadas al núcleo central de la organización terrorista, según afirman distintas fuentes próximas a esos grupos y de acuerdo a documentos de ETA y de Batasuna.
Defenestrada de gran parte de los ayuntamientos y de las instituciones provinciales, privada de gran parte de sus sedes y de la casi totalidad de las fuentes de financiación pública, el brazo político de ETA ha comenzado a trazar el nuevo camino de la Batasuna Berri (Nueva Batasuna) que pasa por camuflarse bajo nuevas siglas y nuevos compañeros de viaje. Se trata de burlar la prohibición, evitar la marginación que conlleva la vida clandestina, conservar su espacio electoral y político amenazado por el plan Ibarretxe y aprovechar las nuevas posibilidades que brinda teóricamente el enfrentamiento soberanista con España.
Como si permaneciera todavía bajo los efectos del shock postraumático de la ilegalización, Batasuna asiste, eso sí, con perplejidad a la reducción de su probada capacidad movilizadora. Porque, lejos de provocar una oleada incontenible de dinámicas solidarias que desembocara en la anhelada imagen de la "Euskadi en llamas", su expulsión del sistema democrático ni siquiera ha logrado movilizar verdaderamente a su gente. Se comprueba en las manifestaciones que convocan una y otra vez tratando de tomarle la temperatura a su cuerpo electoral, en el fracaso ante objetivos más modestos como el de crear cadenas humanas en las capitales, en la indiferencia general con que se contempla su infortunio. La tibieza de la respuesta contiene, sin duda, una crítica interna a la conducta suicida que ha conducido a la ilegalización, pero no cabe esperar que las direcciones de Batasuna o de ETA -cuerpos simbióticos surgidos de la misma matriz-, extraigan de ahí conclusiones autocríticas. Todo lo más, la constatación de esa desafección creciente hacia el uso de la violencia terrorista que observan en sus filas y el propósito de sellar las grietas y aplastar las dudas, disciplinadamente.
En el Zutabe (boletín interno de ETA), fechado en abril último, se indicaba lo siguiente: "Dentro de la izquierda abertzale ha aparecido la duda sobre la eficacia de la lucha y sus instrumentos. Hay que recuperar el valor político de la lucha, activar la posibilidad-oferta para luchar (reclutamiento). A veces parece que se está perdiendo la conciencia de opresión que durante muchos años ha vivido la izquierda abertzale, andando cabizbajos ante el uso de la lucha armada, metiéndonos y perdiéndonos en confusiones lingüístico-éticas como consecuencia de la presión mediática. La izquierda abertzale debe afinar mucho el discurso que utiliza sobre la lucha armada, es decir, dando fuerza y coherencia a los argumentos. Se necesita la renovación-actualización de todos los tipos de lucha, explicando la complementariedad entre ellos".
La reaparición de la violencia callejera es significativo, igual que el notable incremento en los últimos meses del chantaje económico a empresarios y profesionales. En su documento interno "Eta orain zer?" (¿Y ahora qué?) la dirección de Batasuna dice que la nueva fase política exige "el cumplimiento de una primera condición indispensable en estos casos: situar a todas las fuerzas de la izquierda abertzale en la misma dirección".
La clausura de las sedes dictada por el juez Baltasar Garzón -Batasuna tiene actualmente embargados un total de 220 inmuebles, incluyendo lonjas, garajes y hasta una nave industrial- supuso, desde luego, un duro golpe organizativo, pero el quebranto mayor reside en la pérdida de la casi totalidad de su representación local y provincial.
La ilegalización de las candidaturas municipales presentadas generalmente a nombre de AuB le ha hecho perder las 49 alcaldías con que contaba en la Comunidad Autónoma Vasca y en Navarra, y con ellas, la gestión de una suma presupuestaria que supera los 190 millones de euros. Esto último tiene su importancia, no sólo por el poder y la influencia local que conllevan, sino también porque todos los ayuntamientos de Batasuna entregaban anualmente partidas millonarias, en pesetas, a su particular asociación de municipios Udalbiltza y a los denominados comités de derechos humanos de los presos, un dinero incontrolado que engrasaba las estructuras internas de ese mundo.
Las ayudas económicas que el Gobierno vasco acaba de aprobar para los traslados de familiares de presos llegan, por lo tanto, en un momento muy oportuno, aunque no les está impidiendo reclamar, y obtener en algunos casos, de los ayuntamientos nacionalistas nuevas partidas para los presos. En el caso de la Udalbiltza de Batasuna, el dinero se pierde a través de órganos pantalla: Partzuergo (consorcio) Udalbiltza y Euskal Garapen eta Kohesioa Fondoa, del que surge la sociedad Zuberoa 2010, para desembocar, al parecer, en empresas ubicadas en el País Vasco francés, más allá del ámbito de los tribunales españoles.
Aunque algunas de las candidaturas municipales lograron atravesar el filtro judicial, el brazo político de ETA, que contaba con 890 concejales, se ha quedado fuera de la gran mayoría de los ayuntamientos y de los parlamentos provinciales, sin más representación institucional que la que seguirá manteniendo en la Cámara de Vitoria en tanto no se convoquen elecciones autonómicas. En el plano económico, el quebranto es enorme, nada comparable, desde luego, con la intervención judicial de las cuentas corrientes, vaciadas previsoramente, por lo demás, en las fechas anteriores a la ilegalización. Al millón largo de euros anuales que cobraban de la Administración vasca en concepto de subvención para el funcionamiento del partido y de ayudas a los grupos municipales, hay que sumar los sueldos o retribuciones a sus concejales y junteros, una cifra difícil de cuantificar dadas las diferencias existentes entre los pequeños y grandes municipios. A título indicativo, las retribuciones a los concejales en el Ayuntamiento de San Sebastián permitían a Batasuna ingresar más de 11.000 euros mensuales y mantener a cuatro liberados, así como disponer de la infraestructura municipal: local, teléfonos, ordenadores y otros muchos medios. Los cargos de Batasuna reintegran a su partido la parte de sus retribuciones que exceden del salario asignado, generalmente modesto.
Las fuentes oficiales de financiación se le han secado, pues, completamente -el Gobierno central hace tiempo que no subvenciona a Batasuna hasta el punto de que la teórica deuda acumulada alcanzaría una cifra que portavoces de ese partido sitúan por encima de los 1.500 millones de pesetas-, pero no parece que la penuria haya llegado todavía al punto de tener que rascar el fondo de la caja. Antes de la disolución, los ayuntamientos controlados por Batasuna se apresuraron a librar las partidas que les interesaban y a blindar, a poder ser con la condición de funcionario municipal, la situación laboral de aquellos de sus simpatizantes contratados. Dinero hay, por lo visto, aunque el panorama se presente muy oscuro y se imponga una economía de subsistencia. De hecho, el número de liberados, antes muy abultado, se ha reducido drásticamente, a una veintena.
"Hay que dar especial importancia al apartado económico. En adelante, Batasuna va a tener tremendas dificultades para hacer frente a sus necesidades económicas, ya que todo lo procedente de las instituciones ha desaparecido", se indica en el documento ¿Y ahora qué?, que resume la incipiente reflexión interna. "Por ello", se subraya, "desde ya tenemos que abordar en todos los pueblos y barrios el reto para la consecución de batasunakides [compañeros de Batasuna] garantizando las cantidades que se establecerán para cada lugar y, por otro lado, analizar todas las posibilidades para conseguir nuevos recursos económicos propios". Tratándose de Batasuna, el problema, con ser agobiante, no es seguramente irresoluble, pese a que, de momento, las asignaciones a presos de ETA se han rebajado en un tercio, de 150 a 100 euros. Además, siempre queda LAB, el sindicato de Batasuna, fuera del proceso de ilegalizaciones y que conserva sus sedes y su estructura, y la costumbre de gestionar el dinero del conglomerado.
Pero, pese a que en la fachada y en buena parte de la estructura del edificio cuelga el cartel de "cerrado por derribo", Batasuna está decidida a aguantar el tirón. "No es lo mismo matar al jabalí que herirlo y enfrentarse a su furia", escribe el dirigente Floren Aoiz en Gara, el diario de que en estos tiempos difíciles cumple más que nunca la función de agrupar, ordenar, oxigenar y confortar ideológicamente a las gentes de la denominada izquierda abertzale. En sus documentos internos, tanto ETA como Batasuna insisten en la idea de que hay que mantener como sea a flote a la organización política. "El principal reto será mantener y reforzar la actividad de organizaciones y agentes ilegalizados por España", establece ETA en su último Zutabe, de junio pasado.
Dentro de la catástrofe política y económica que supuso su exclusión de la gran mayoría de los ayuntamientos, Batasuna ha encontrado consuelo y esperanza en los votos -164.000 según sus cuentas- que cosecharon infructuosamente las candidaturas alternativas de AuB en las elecciones municipales y forales de mayo. Quiere ver ahí un punto de inflexión ante la seductora ofensiva del soberanismo de Ibarretxe, la trinchera en la que articular la contraofensiva. Anuladas como subterfugios que eran de la disuelta Batasuna, esas plataformas reunieron también a jóvenes y a otras gentes que estaban descolgadas de esa formación. Y es ahí, desde esas plataformas que no reconocen legitimidad a las nuevas corporaciones locales, que exigen poder intervenir en la vida municipal y que se les otorgue el número de concejales que le correspondía de no haber sido anulados sus votos, donde Batasuna pretende levantar el vuelo, reconstruir su desmoronado edificio. Así que la nueva Batasuna tratará de resurgir de los pueblos, donde su presencia e influencia es considerablemente superior.
Lo explican en su documento interno: "Afortunadamente, tras las elecciones, además de Batasuna tenemos las plataformas que han ido creándose pueblo por pueblo. Esas plataformas locales tienen el respaldo y la legitimidad que les han dado miles de votantes y ahí, las gentes de Batasuna trabajan codo con codo con otras muchas personas. Como se han dotado de un herri programa [programa popular] han adquirido ante su pueblo un compromiso, así que el reto será trabajar y desarrollar ese herri programa y tratar de sacarlo adelante", indican en un tono voluntarista que se compadece poco con la escasa actividad mostrada ahora. Por si quedaba alguna duda, Batasuna se reserva expresamente el papel de "referente y oferta política" de todos esos sectores y personas que con su voto en esas "circunstancias tan difíciles" habrían mostrado su alto compromiso con la causa.
De todas formas, ellos mismos escriben que "el mayor riesgo de esta nueva situación es el de no ser capaces de hacer frente a la ofensiva del Estado, de impedir que en los pueblos se normalice la vida política sin nuestra presencia". Y añaden: "No hay fórmulas mágicas y no tendremos presencia ni incidencia política si no nos dedicamos al trabajo local". La dirección de Batasuna invita a sus militantes a servirse de los ayuntamientos disponibles para hacerse con medios e instrumentos necesarios en el conjunto de las estructuras. A pesar de que ya no tiene casi alcaldes y sólo dispone de concejales en municipios pequeños, el brazo político de ETA quiere mantener su asociación de municipios Udalbiltza como eje de su estructura política, sólo que ahora estará compuesto por regidores y ediles que "deberían haber sido elegidos" de no mediar "el pucherazo".
De ese mismo Udalbiltza, Batasuna y ETA van a sacar su nuevo conejo de la chistera: el Foro Nacional de Debate, un "instrumento para la acumulación y estructuración de fuerzas", dicen, que convocará a todos los independentistas con el propósito de crear una nuevo Lizarra adaptado a la situación actual. "Hay que construir una alianza estratégica y un marco de trabajo en común entre personas y agentes favorables al reconocimiento de Euskal Herria. Hay que buscar la forma de conseguir la adhesión institucional al proceso y darle un sentido y una dirección colectiva, para lo cual habrá de diseñarse una estrategia popular". Lo que se perfila es un proyecto de organismo con vocación movilizadora que dé asiento estable a Batasuna dentro del proceso soberanista y le permita empujar y condicionar el plan Ibarretxe. El brazo político de ETA ya ha hecho sus primeros sondeos. Según fuentes de Batasuna, de entrada, el sindicato ELA parece dispuesto a participar, mientras que el PNV duda, se lo piensa. En el Zutabe de abril último, ETA establece que, además de resistir, "la izquierda abertzale debe recuperar sus signos ideológicos: Autodeterminación, Diálogo, Paz...".
José Luis Barbería, San Sebastián
EL PAÍS, 28 de septiembre de 2003