La explotación sexual y laboral son las nuevas formas de esclavitud desarrolladas por bandas internacionales que obtienen unos beneficios estimados en torno a 10.000 millones de euros al año.
Es la nueva esclavitud. “Es incomprensible que exista tráfico de seres humanos en el siglo XXI. Incomprensible pero cierto”, reconocía el secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, cuando presentó un informe sobre esta cuestión en junio. Dicho informe, realizado por el Departamento de Estado, analiza la situación mundial del tráfico de personas entre abril del 2002 y del 2003 y señala que afecta a prácticamente todos los países y que todo indica que aumenta. Señala que los traficantes mueven cada año al menos a 800.000 o 900.000 personas de un país a otro. Con ello obtienen unos beneficios que las Naciones Unidas han estimado entre 7.000 y 10.000 millones de euros anuales (en torno al billón y medio de pesetas)
El informe se realiza por tercer año y revisa la situación de 116 países de los que se tienen datos. Pero señala que casi todos los países del mundo son origen, paso o destino de los nuevos esclavos. El informe utiliza aportaciones de gobiernos y organizaciones humanitarias y datos de detenciones o repatriaciones.
El análisis apunta que el tráfico de esclavos parece ir a más porque lo favorece la pobreza y que se aprovecha de los deseos de quienes quieren mejorar sus vidas. Este tráfico internacional afecta a casi un millón de personas, sin contar los explotados en su país –Unicef habla de un tráfico de 1,2 millones de niños solamente–. Niños y jóvenes de ambos sexos son el objetivo principal. Son captados para la explotación sexual y también, en unos países más que otros, laboral. Se les engaña o secuestra y se les coacciona con golpes, abusos sexuales o amenazas. No sólo se les priva de libertad o educación; muchos enferman o mueren prematuramente.
Marta Ricart, Barcelona
LA VANGUARDIA, 7 de septiembre de 2003