Aunque prácticamente se daba por seguro el nombramiento de Gene Robinson como obispo de la Iglesia Anglicana en la diócesis de New Hamshire (EEUU), finalmente la Cámara de los Obispos dejó en suspenso su votación hasta que se investigue la denuncia que el mismo lunes les fue remitida por correo electrónico, por una supuesta conducta sexual inadecuada. De esta forma, los detractores de este nombramiento han ganado temporalmente un asalto contra la libertad de opción sexual, que en las últimas fechas ha sido puesta en entredicho por la Iglesia más poderosa del mundo occidental, la Católica.
La reunión de la Cámara de los Obispos, que debía decidir sobre el nombramiento de Gene Robinson este lunes, estaba rodeada por una encendida polémica dentro de la propia Iglesia, que venía a sumarse a la provocada por la jerarquía de la Iglesia Católica al arremeter contra quienes pretenden la equiparación de derechos de las relaciones afectivas homosexuales con los matrimonios heterosexuales. Como cualquier asociación o club de toda índole, las iglesias tienen derecho a organizarse en torno a sus propios criterios e intereses, pero ello no les exime de la exigencia de respetar escrupulosamente los derechos y las libertades de sus miembros y del conjunto de la ciudadanía. Pero es que, además, la Iglesia Católica fundamentalmente, pero también la Anglicana, están estrechamente unidas con los poderes políticos, y su capacidad de influencia social es muy importante en gran parte de los países del mundo occidental. Por eso, las polémicas que ambas mantienen en torno a la libertad de opción sexual no pueden entenderse como meras diatribas de carácter ético o filosófico, sino como auténticos instrumentos de presión política que tienen como objetivo el de reconducir normas y leyes en los países en los que estas iglesias están establecidas.
La realidad está muy lejos de la teórica equiparación de derechos que incluso desde estas iglesias se dice respetar. Bien es verdad que la Iglesia Anglicana ha dado pasos que son impensables en la Católica (ordenación de mujeres y de homosexuales, mujeres obispo...), pero el caso de Robinson demuestra que hoy en día la homosexualidad no es una opción aceptada por ambas jerarquías con naturalidad. Porque proclamar derechos sin arbitrar los instrumentos que los garanticen sólo sirve para acallar conciencias y continuar con la discriminación.
GARA, 6 de agosto de 2003