Iraq ha firmado los primeros doce contratos para la venta de su petróleo extraído tras la caída de Saddam. Desde hoy hasta diciembre, compañías de EE.UU., Europa y China se repartirán 650.000 barriles diarios. Son un primer paso hacia la normalización de la producción.
En Iraq ha llegado la hora de la verdad: han sido firmados los primeros doce contratos con compañías petroleras extranjeras para venderles el petróleo que ha empezado a ser extraído después de la guerra. Es un primer paso hacia la normalización. En total, desde hoy hasta diciembre se ha acordado extraer 650.000 barriles diarios de crudo para venderlo a las grandes compañías americanas Exxon Mobil, Chevron Texaco y Conoco Philips, Marathon y Valero Energy; a las europeas Shell, BP, Total y Repsol YPF, y a la china Sinochem.
El Ministerio de Petróleo iraquí ya cuenta con el funcionamiento de los yacimientos del sur y espera que pronto pueda exportar el oro negro de la región del norte a partir de Kirkuk por el oleoducto a Ceyan, en la orilla mediterránea turca. Este oleoducto sufrió un atentado en el mes de junio tras la ocupación estadounidense, atribuido a los partidarios de Saddam Hussein.
Con la esperada exportación, Iraq reanudará paulatinamente su retorno al mercado petrolero mundial. La Administración civil norteamericana confía en los ingresos de su exportación para financiar los trabajos de reconstrucción nacional. Su objetivo es alcanzar este año un millón doscientos mil barriles diarios, y el año próximo, tres millones de barriles al día.
Todos los iraquíes, todos los árabes, se percatan de que el control de sus yacimientos de petróleo, con la extensión de la hegemonía norteamericana en Oriente Medio, así como la protección de Israel, fueron los objetivos de la malhadada guerra. En verano de 1972 presencié en Bagdad el fervor de las manifestaciones populares por la nacionalización de la Iraq Petroleum Company, de la BP, la Royal Dutch, Shell, la Standard Oil, la Compañía Francesa de Petróleo, el grupo del multimillonario armenio Cahuste Gulbekian... Después de la nacionalización de la compañía del Canal de Suez por Gamal Abdel Nasser, ése fue el acontecimiento más importante de los pueblos árabes para acabar con el colonialismo económico occidental. Los iraquíes –entonces se hablaba de las “masas”– gritaban por las calles, por la larga calle Saadun, por la porticada Rachid: “Todo el petróleo árabe para los árabes”. El decreto fue firmado por el presidente Ahmad Hassaan Al Bakr, cuyo vicepresidente era entonces Saddam Hussein... Aquella jornada fue histórica, porque permitió al Estado baasista iniciar sus ambiciosos planes de desarrollo económico, social –la salud, la educación, la liberación de la mujer– y militar, con la construcción de una poderosa fuerza bélica en Oriente Medio gracias a los grandes ingresos de su riqueza petrolífera.
Se sabía que el tiempo de la posguerra era el tiempo prometido a las grandes compañías estadounidenses, primero las petroleras, para establecer sus reales en el Estado ocupado y decapitado, y emprender sus planes de explotación. Chalabi, hombre de confianza de la Administración Bush, cuando aún vivía exiliado en Londres, antes de ser miembro del flamante Consejo de Gobierno Provisional , ya había declarado que se constituirían consorcios económicos estadounidenses e iraquíes y que las empresas norteamerica-nas se quedarían con la mayor parte del petroleo de Iraq. También se esperaba que los gobiernos que hubiesen apoyado la “coalicion” serían recompensados con algún que otro contrato en este anhelado “Eldorado” de la reconstrucción iraquí. Sin embargo, la política petrolera de la posguerra todavía no se ha esclarecido.
La Administración norteamericana pretende privatizar el petróleo, pero los dirigentes iraquíes en ciernes defienden su pertenencia al Estado. La idea de que la ocupación de Iraq conducirá a un Oriente Medio más estable y pacífico, y que ofrecerá un acceso sin problemas a su petróleo es algo simplista. Los analistas señalan que únicamente las buenas relaciones con los pueblos musulmanes pueden garantizar a largo plazo un suministro seguro y estable.
Tomás Alcoverro, Beirut
LA VANGUARDIA, 1 de agosto de 2003