Naciones emblemáticas de la globalización colonial (empresa que arrancó a mediados del siglo xv y Estados Unidos retomó con la invasión a Irak y Afganistán), los estados de Liberia y Sierra Leona comparten igual origen "nacional".
Todo empezó cuando los ingleses, inventores de la "democracia moderna", se preguntaron en 1762 qué hacer con los esclavos de las Antillas que buscaban refugio en la metrópoli, donde las leyes no reconocían la esclavitud.
"Todo africano se siente en Africa como en su casa", decían los humanistas de la época. Los ingleses resolvieron el "problema demográfico" trasladando a los libertos a la "costa de los granos", región de Africa occidental donde carecían de arraigo. Sólo que allí vivían temnes, mendes, lokos, sherbos, limbas, sussus, fulahs, konos y krios, pueblos poco predispuestos a entender las razones de John Locke y el "progreso".
La idea, propia de Frankenstein, sirvió para que en 1818, año de la publicación de la novela de Mary Shelley, la American Colonization Society (ACS) de Estados Unidos motivase con el proyecto a los grupos proesclavistas que anhelaban librarse de los negros, que se refugiaban en el norte, y a los antiesclavistas que buscaban la cooperación con los sudistas.
La ACS compró a la corona británica un territorio vecino a Sierra Leona, al que le dieron el nombre de Liberia, donde asimismo vivían mandingas, kpelles, mendes, krúes, golas, bassas y vais, creadores estos últimos de las pocas escrituras silábicas africanas.
En 1841, un Congreso liberiano, que representaba a 15 por ciento de la población, proclamó la "independencia" del "primer país democrático de Africa" y bautizó la capital con el nombre de Monrovia, en homenaje a un destacado miembro de la ACS: el presidente James Monroe, aquél de "América para los americanos".
Liberia adoptó una Constitución diseñada en Harvard, una bandera con barras rojas y blancas y una sola estrella similar a la estadunidense (que hoy se alquila a las empresa navieras del "comercio global") y un escudo que reza: "la libertad nos trajo aquí". Proclama que a los "negros de la costa", intermediarios de las empresas yanquis, les permitió la explotación y saqueo de los riquísimos recursos del país (caucho, hierro, oro, diamantes, café, cacao, aceite de palma, maderas finas y granos).
A finales del siglo xix, el geógrafo y teórico del anarquismo Eliseo Reclus (1830-1905) apuntó la similitud entre la aristocracia de los mulatos de Haití y la oligarquía de los libertos retornados a Liberia. "En Haití -escribió- se oponía al mulato con el negro que no tenía antepasados blancos y en Liberia el retornado con el nativo".
De 1925 a 1960, Liberia estuvo dominada bajo la forma de enclave colonial por la empresa de llantas Firestone and Rubber Company de Akron, Ohio, verdadero Estado dentro del Estado que expandió la plantación de caucho más grande del mundo. Firestone y la elite liberiana aplicaron sistemas de trabajo esclavo, forzado y semiforzado que en los años 30 fueron causa de graves denuncias en la Liga de las Naciones.
Durante 120 años (1860-1980) el único partido político liberiano fue el True Wigh Party, sin que algún organismo humanitario o de "disidentes" cuestionase su papel como fuerza corrompida de la elite americo-liberiana. Cosa que fue posible en abril de 1980, con la sublevación del líder tribal nacionalista Samuel Doe, sargento "premoderno" asesinado en 1990 por las fuerzas de Charles Taylor, actual presidente de Liberia.
A pesar de su ferocidad represiva, el sargento Doe alcanzó el rango de "moderno" cuando autorizó la instalación en Liberia de bases del Pentágono para el control del Atlántico, una estación de radio que emitía La voz de América y el centro de comunicaciones de todos los servicios de inteligencia de Washington en Africa.
En Liberia y Sierra Leona, los descendientes de la población negra importada ejecutaron a pie juntillas el papel de intermediarios del colonialismo inglés y estadunidense.
En Sierra Leona, con 5 millones de habitantes y una tasa de mortalidad infantil en menores de cinco años (TMM5) de 320 por mil nacidos vivos (segunda en el mundo después de Níger), la esperanza de vida es de 37 años (33 para los hombres y 36 para mujeres) y el ingreso per cápita asciende a 0.54 dólares por día, siendo las cremas blanqueadoras uno de los productos importados más requeridos de la población.
Liberia está mejor: esperanza de vida de 48 años, sexto lugar mundial en la TMM5 (235 por mil) y un ingreso per cápita de un dólar con 36 centavos al día y 200 mil muertos y mutilados de guerras civiles que no acaban en un país de 3 millones 300 mil habitantes.
La milicia liberiana es básicamente reclutada con niños que viven en orfanatos y son entrenados en la tortura y en prácticas criminales abominables. ¿Por qué la "intervención humanitaria" de la "comunidad internacional" duerme el sueño de los justos? Es simple: Liberia no es Irak. O sea, que no hay petróleo.
¿Algún día Liberia será un país "viable"? En todo caso, el pueblo que sí resultó viable fue Firestone, paradisiaca localidad situada en el Gran Cañón del Colorado, fundado por los gerentes y técnicos de la empresa llantera, legítimos cruzados de la democracia y la libertad de muchos cuentos.
José Steinsleger
REBELION.ORG, 1 de agosto de 2003