La versión africana de
'Gran hermano' reúne cada día a 30 millones de espectadores ante los aparatos en un continente donde la posesión de un televisor es un lujo reservado a minorías. Sin embargo, el fenómeno no hace más que crecer. Doce concursantes de otras tantas naciones africanas comparten sus vidas en un apartamento vigilado por 27 cámaras. El ganador recibirá 100.000 dólares el 3 de septiembre, tras 106 días de reclusión voluntaria. El programa ha hecho saltar fronteras. Al principio cada país votaba por su candidato. Los namibios montaron una especie de revuelta para protestar porque su representante es blanco.
Este 'Gran hermano' ha enganchado por sus escenas, de una liberalidad inusual en las cadenas africanas. Por ejemplo, como no hay agua caliente en las duchas, los concursantes se aclaran con cántaros, ocasión ideal para que los cámaras se detengan en la espléndida anatomía del ugandés Gaetano Kagwa. Este estudiante de 31 años ya había acariciado la gloria mediática haciendo el amor (bajo unas mantas) con una sudafricana de 25 años convertida en 'sex symbol' continental.
Clase media urbana
Lo cierto es que la mayoría de los momentos en común son aburridos. Los concursantes dormitan, charlan sobre banalidades o leen noveluchas. También ironizan sobre África: familias interminables, maridos que huyen, demasiados chiquillos... Los participantes han salido de la clase media urbana así que nada de mutilaciones genitales, ritos tribales o cosas así. Se habla poco de religión y mucho de amores juveniles o del preservativo. Ese tono tan ligero, tan inusual en África, ha seducido a un continente entero.
EL CORREO, 23 de julio de 2003