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La primera paga a los hijos (EL CORREO)

Los expertos creen que hay que empezar a dar una asignación semanal cuando los hijos tengan entre 7 y 9 años; al principio, sin embargo, será sólo una cantidad simbólica. ¿Semanal o mensual? ¿Cuánto le damos? ¿Qué les darán a los demás? ¿En qué lo gastará? Son algunas preguntas que se hacen los padres cuando comprueban que su primogénito va creciendo y se acerca el momento de darle su primera paga. La edad adecuada para hacerlo es una de las grandes interrogantes, aunque suele ser habitual que los chavales la pidan porque algún amigo o compañero de colegio ya la ha recibido antes. La mayoría de los expertos coinciden en que un buen momento para darles algo de dinero es entre los 7 y los 9 años. Será una cantidad simbólica -un euro, por ejemplo-, para que puedan comprarse golosinas. Los gastos fuertes para el ocio -como ir al cine o al parque de atracciones- siguen por tanto corriendo a cargo de los padres. Los niños tienen que saber que el dinero que se les da es fruto del esfuerzo familiar, que cuesta mucho conseguirlo y que no surge de la nada. «Deben comprender que la paga no es un derecho adquirido, sino que es un beneficio que les dan los padres (los que pueden hacerlo) porque quieren», explica desde su despacho de Madrid el psicólogo de la Educación Marcelino Ruiz de Arcaute. Al principio, advierte este especialista, es habitual que el crío «sea un desastre» con la paga y tienda a gastársela de una tacada, sobre todo en chucherías. No es bueno reprenderle con dureza o castigarle por ello -«hay que recordar que a edades tempranas los niños no tienen mesura en lo que hacen»-, pero sí es aconsejable explicarle lo que valen las cosas de cara al futuro. «Cuando un niño quiere algo debemos intentar que entienda el valor del dinero, que ganarlo significa esfuerzo y que comprar unas cosas conlleva con frecuencia el privarse de otras. Así se irá acostumbrando a que también él tiene que esforzarse y, de esta forma, poco a poco, irá teniendo una mayor conexión con la realidad, valorará más las cosas que consigue con su propio esfuerzo y desarrollará más su campo de intereses», sostiene María Jesús Álava, experta en psicología escolar, en un artículo de 'La educación de nuestros hijos' (Temas de Hoy). Ruiz de Arcaute comparte este planteamiento, pero avisa a los padres de que es un trabajo lento que sólo dará resultados «a medio o largo plazo», cuando los hijos dejen la infancia y empiecen a entrar en la preadolescencia. Los días fijos La mayor parte de las parejas da una paga semanal a sus hijos y el día de entrega habitual es el viernes. «Es importante que siempre sea un día fijo». Hay padres que dejan a los niños sin paga si no les obedecen o si se portan mal en casa o en el colegio. Si ese comportamiento no es muy negativo -insultos a la familia, expulsión de la escuela, peleas permanentes...-, Ruiz de Arcaute es partidario de que los chavales tengan al menos un porcentaje fijo de la paga y que el resto dependa de su actitud. «Una buena parte tiene que estar garantizada, a no ser que se salte las normas de forma sistemática. Si cumple bien con las tareas escolares y con las de casa (poner la mesa, bajar la basura...) y no da problemas nunca hay que dejarle sin paga», afirma el psicólogo. Y es que los expertos también ven un componente educativo en la asignación semanal. Esta cantidad debe ser mayor conforme crezcan los hijos, pero es imprescindible que los padres les comenten cada cierto tiempo que gastos que hasta entonces cubrían ellos -cine, meriendas, salidas de fin de semana- empezarán a estar incluidos en la propia paga. Fechas señaladas -cumpleaños, comunión, final de curso con buenas notas- pueden ser idóneas para anunciar a los niños una subida en su asignación. Es muy complicado concretar unas cantidades 'ideales' porque cada familia es un mundo. No obstante, los especialistas consideran que los padres hablan entre ellos sobre las pagas y que suelen ponerse más o menos de acuerdo sobre su cuantía. Cuando son pequeños, los chavales tienden a ser egocéntricos y a pensar sólo en ellos cuando van a gastar el dinero que les dan sus padres. Aunque resulte muy difícil, las familias tienen que hacerles ver que también merece la pena compartirlo con los demás. «Hay que incidir en valores como la generosidad», apunta Ruiz de Arcaute. En su opinión, a un crío que reciba una cantidad desmesurada para su edad le será más duro «aprender el valor del dinero» y es posible que «cometa demasiados excesos». En el otro extremo está el niño cuya paga es mínima a pesar de que sus padres son pudientes. En este supuesto, «es probable que se deje arrastrar por aquel que recibe mucho y tiene de todo. Incluso puede producirse una especie de relación de dependencia». «Muchas veces -señala María Jesús Álava- nos tocará 'pelearnos' con el medio que les rodea: abuelos solícitos que constantemente están dispuestos a comprar nuevos juguetes a sus nietos; familiares o amigos que, de forma incesante, les llevan regalos; compañeros que les enseñan el último juego de ordenador del mercado... y, con frecuencia, cederemos a esta presión, a veces por puro cansancio o por evitar disputas». «Pero con ello estaremos dando por perdida una de las batallas más difíciles de lidiar y que, desgraciadamente, tiene una fuerte repercusión en el niño». Iván Orio, Bilbao EL CORREO, 19 de julio de 2003
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