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Ejemplo continuo de superación personal (GARA)

La expresión «la suerte del campeón» resulta tan manida como cargada de verdad. Las piernas son las piernas, pero sin la ayuda de la diosa Fortuna no es nada fácil levantar los brazos en señal de victoria. Claro que también han sido muchos los campeones que han demostrado que la superación personal puede con cualquier gato negro que se cruce en el camino. Joseba Beloki se unió ayer a la larga lista de corredores que, en este siglo de Tour, se han visto olvidados por la diosa Fortuna, aliada imprescindible de cualquier campeón que se precie. No es menos larga, sin embargo, la nómina de corredores que, a base de superación personal, han podido con todos los gatos negros que se les han cruzado. Algunos hasta han acabado por conquistar su gran sueño: vestir de amarillo en Paris. Así que Joseba, no desesperes. Desgracias mayores aparte ­la muerte ha hecho acto de presencia en más de una ocasión, dentro y fuera de la carrera­, el ciclismo es un continuo ejemplo de superación. Ya desde sus mismos orígenes, las calamidades fueron constantes para los participantes del Tour. Las carreteras, el material, la preparación física, la alimentación... En los primeros años del siglo XX, las condiciones no eran las mejores para recorrer miles de kilómetros sin apenas descanso. El instinto de supervivencia y la capacidad de sufrimiento se convirtieron, desde el principio, en dos características imprescindibles en la personalidad de cualquier campeón. Las adversidades también llegaban desde fuera de la carretera, pero la respuesta era la misma. Gino Bartali vio cómo la Segunda Guerra Mundial cortaba en seco su carrera, pero no se rindió. Si en 1938 conseguía su primer Tour, diez años después era capaz de sumar el segundo. Fausto Coppi fue otro de los damnificados por la Guerra Mundial. Pero fue capaz de ganarse el sobrenombre de «Il Campionissimo» y adjudicarse dos Tours pese a haber permanecido tres años de su vida entre el campo de batalla y un campo de concentración. Dentro de la competición, los campeones no han sido inmunes a las calamidades. El de Luis Ocaña es un buen ejemplo. La trayectoria del conquense en el Tour estuvo marcada por el infortunio: en 1968 abandonaba el Tour tras un fenomenal tortazo en Alsacia; en 1972, caída más bronquitis, lo que le hace abandonar escupiendo sangre; y un año antes, el capítulo más recordado. Ocaña era el vencedor virtual del Tour, con más de siete minutos de ventaja sobre Merckx. Una caída descendiendo el Col de Mente le envió, inconsciente, al hospital. Dos años después, se resarcía y, olvidando todas las vicisitudes, llegaba a los Campos Elíseos vestido de amarillo. Claro que los casos más llamativos de superación han llegado, probablemente, desde el otro lado del charco. Un año después de tomar el relevo de Bernard Hinault y convertirse en el primer estadounidense en ganar el Tour, Greg Lemond recibía cien perdigonazos en un accidente de caza ­cuarenta siguen alojados en su cuerpo, algunos de ellos junto a las paredes del corazón­, lo que hubiese prejubilado a cualquiera. No a Lemond, que fue capaz de ganar el Tour en otras dos ocasiones. Su compatriota Lance Armstrong no ha sido menos. El texano ha sido capaz de superar un cáncer que le tuvo al borde de la muerte y lucha por sumar su quinto Tour consecutivo. A partir de hoy lo tiene más fácil, tras el desgraciado accidente de Joseba Beloki. Al gasteiztarra le toca ahora, como a tantos otros antes, sufrir. Ojalá que en el futuro también le toque disfrutar. GARA, 15 de julio de 2003
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