Los jesuitas critican las actitudes ruidosas en bodas y otros ritos y proponen fiestas paganas.
Desinterés, móviles sonando, saludos, cuchicheos, ruidos, movimientos a destiempo, comentarios en voz alta, interrupciones de fotógrafos y videoaficionados. A muchos invitados a una boda les importa
"un cuerno" el sacramento que se celebra. Algo similar ocurre con las comuniones. La Compañía de Jesús cree que hay que frenar estos comportamientos en los templos. Propone que la sociedad desarrolle sus propios rituales de paso (para el nacimiento, el fin de la infancia, la mayoría de edad) sin necesidad de recurrir a la Iglesia para celebrar una fiesta. Serían una especie de sacramentos por lo civil.
La iniciativa coincide con la temporada alta de bodas y comuniones.
"La mayoría de los presentes son invitados que entran en la iglesia por compromiso y para justificar luego su entrada... en el restaurante", denuncia
Ángel Antonio Pérez, director de la revista familiar
El Mensajero.
La orden religiosa admite que muchos de los que se casan ya no buscan procrear ni son fieles a los dictados de la Iglesia, y que los niños perciben su primera eucaristía como una fecha en la que se les colma de regalos. Al día siguiente abandonan la catequesis.
"Pero aunque los principios y normas cristianas no sean seguidos, habría que ser más estrictos a la hora de administrar un sacramento a quien no muestre una mínima comprensión. Por lo menos debería exigirse respeto y educación", agrega
Pérez.
Ocasión para reevangelizar
Los jesuitas defienden que no es bueno mezclar el rito social y el religioso y que se debe deslindar la celebración puramente festiva (ganar la lotería o la Liga) de la religiosa.
"Hay una confusión de planos. A nadie se le obliga a ir a la iglesia. Que celebren otros festejos como puestas de largo y graduaciones", insisten.
La
Conferencia Episcopal Española (CEE) admite las críticas, pero discrepa. Considera que los 285.00 bautizos, 265.000 primeras comuniones, 133.000 confirmaciones, 151.000 bodas y 350.000 funerales celebrados cada año en España son ocasiones idóneas para la reevangelización de una sociedad cada vez más laica y menos practicante.
"En una sociedad de bautizados, como la nuestra, se conserva una raíz que hay que respetar y mantener. En las bodas, bautizos o comuniones hay un fondo de religiosidad. Es cierto que baja la práctica litúrgica, pero crece la religiosidad popular. Las procesiones de Semana Santa son un ejemplo", sostiene
José María León Acha, responsable de la comisión de Pastoral de la CEE.
León Acha argumenta que los obispos son muy sensibles a la libertad y creen que sería contraproducente ser más estrictos en los actos y limitar el acceso a los sacramentos por aspectos menos religiosos.
"Un documento restrictivo no llevaría a ninguna parte. Lo importante no es lo accidental sino la preparación. Tratamos de proporcionar una mejor formación presacramental de los futuros esposos y de los que van a comulgar, involucrando a los padres en la catequesis", explica.
El éxito del rito
Mientras la confesión o el sacerdocio están en retroceso, los bautizos, las comuniones y las bodas crecen.
"El boato y el ceremonial de la Iglesia es lo que la gente quiere. Les resulta atractivo. Ni van a la iglesia vírgenes ni creen en la unión monogámica. No lo perciben como sacramento, sino como un rito que da mayor autenticidad al acto", analiza
Gerardo Meil, profesor de de la Universidad Autónoma de Madrid.
Según este sociólogo, no hay que extrañarse de que una sociedad cada vez más laica recurra a prácticas religiosas. Cree que las bodas de blanco y con gran ceremonial crecerán, como ocurre en EEUU, aunque la pareja no sea religiosa. Sin embargo, por razones culturales no cuajan fiestas como las graduaciones a la americana.
"La gente busca la experiencia trascendental, la tradición que le permite salirse de lo cotidiano. La Iglesia tiene el monopolio de los actos, y endurecer los requisitos sería ir contracorriente. No lo harán", vaticina
Meil.
Antonio M. Yagüe, Madrid
EL PERIÓDICO, 15 de junio de 2003