Tengo 41 años. Nací en Madrid, pero no me siento de ninguna parte. He vivido en varios países de América Latina como consultor internacional para el desarrollo. Estudié Derecho y Desarrollo. Estoy separado y tengo una hija de 8 años. Mi política es que 140 gobiernos que violan los derechos humanos dejen de hacerlo. Soy agnóstico.
Hoy hace 42 años que nació Amnistía Internacional (AI) en el mundo y 25 en España.
–¿Debo felicitarle?
–No, la mejor noticia para los derechos humanos sería que AI desapareciera por no ser necesaria.
–¿Vamos a peor?
–Derechos humanos fundamentales que creíamos ganados están siendo cuestionados desde hace un par de años. En Estados Unidos, sólo por pertenecer a determinados países te pueden detener; en el Reino Unido existe una ley especial para terroristas extranjeros y en España tenemos varios casos de malos tratos a inmigrantes en comisarías.
–¿Alguna buena noticia?
–La pena de muerte ha sido abolida en 80 países. Los asesinos del Estado están básicamente en cuatro paises: Estados Unidos, Irán, China y Arabia Saudí.
–En esto Estados Unidos se alinea con los países del “eje del mal”.
–Sí, la aplicación de la pena de muerte en Estados Unidos es racista, arbitraria e injusta. La revisión de expedientes en ciertos estados demuestra que muchos inocentes han sido ejecutados. La población negra representa un veintitantos por ciento, pero son casi el 50% de los reclusos condenados a muerte. Se ejecuta a menores de edad y a enfermos mentales. Aun así, creo que veremos la abolición de la pena de muerte en Estados Unidos.
–¿Cuáles han sido los hitos de AI?
–Haber rescatado de la prisión a cerca de 50.000 personas que han vuelto con sus familias. AI trabaja anualmente en 4.000 casos urgentes de tortura, violación y pena de muerte y, al menos la mitad de ellos, han mejorado su condición. La sección española ha conseguido liberar a 250 personas.
–Debe estar orgulloso.
–Hay plagas, como la tortura, que aún no hemos sabido afrontar y que se oculta en lo más hondo de las cárceles de todo el mundo. En los últimos cuatro años ha habido casos de tortura en 140 países, entre ellos España.
–¿Qué les pasa a los gobiernos?
–Suelen borrar con el codo lo que firman con la mano.Todo gobierno necesita un Pepito Grillo, mucha vigilancia pública.
–¿Una opinión pública movilizada?
–Sin ella son mucho más proclives a la corrupción y a la violación de los derechos, aunque muchos creen que pueden jugar con la opinión pública y utilizan causas populares para reprimir libertades; ahí estamos.
–¿Cómo fue a parar a AI?
–Cuando viví el golpe de Estado en España me di cuenta de que defender los derechos humanos no es sólo un ejercicio altruista hacia quienes sufren en cualquier parte del mundo, en el fondo también es un ejercicio egoísta para proteger las propias libertades.
–¿Qué le ha dado esa vida?
–Trabajar por los derechos humanos durante 25 años me ha educado en el respeto a los demás, en no confiar en todo lo que nos dicen los gobiernos y, sobre todo, me ha convencido de la fuerza de la gente común cuando actúa conjuntamente. Yo sé que cuando seis millones de personas firman contra la lapidación es una fuerza imparable.
–¿Qué situaciones le han afectado más?
–La detención de Pinochet en Londres, que marca un hito en la lucha contra la impunidad y algo que viví en Guatemala, en casa de una mujer que trabajaba en una maquila, fábricas en las que está prohibido cualquier tipo de asociación sindical y donde se perciben salarios miserables.
–¿Qué ocurrió?
–Esa mujer intentó organizar un sindicato y fue detenida y torturada. Cuando la visité observé que en las paredes de su casa no había cuadros sino cartas escritas en idiomas incomprensibles para ella, cartas de apoyo. “Me ayudan a no sentirme sola”, me dijo, y eso me enseñó la fuerza de la solidaridad de la gente común. Pero también en varias ocasiones han asesinado a personas por pasarme información.
–¿Fue a ver a los familiares?
–Claro, y es muy duro. Te planteas hasta qué punto les estás ayudando. Pero siempre te dicen: “Tranquilo, eso es lo que nos jugamos y lo sabemos”. Así aprendí que el anonimato es lo peor que le puede ocurrir a una víctima, la hace totalmente vulnerable.
–En España, ¿dónde fallamos?
–Estamos creando una justicia de segunda clase para extranjeros. Cuando un español es víctima de un delito tiene derecho a un abogado de oficio, pero un inmigrante indocumentado no tiene ese derecho.
–¿Y qué me dice de las mujeres?
–La violencia contra la mujer debe entrar en el mapa de los derechos humanos. Contra ustedes se ejercen las mayores violaciones.
–¿Cuáles son los planes de Amnistía Internacional para los próximos 25 años?
–Trabajar también sobre los derechos económicos y sociales. Una de las principales mentiras de los derechos humanos es que todos seamos iguales ante la ley; se da lo que yo llamo la teoría de los confiables puntos y las sospechosas comas.
–¿...?
–Por ejemplo: según las normas internacionales, todo el mundo tiene derecho a educación (coma sospechosa) si los recursos lo permiten; eso significa que no puedes defender igual ante los tribunales los derechos de la gente con recursos que los de los sin recursos.
–Si ese Dios en que no cree le concediera un deseo, ¿qué pediría?
–Un mundo sin racismo. No es de recibo escuchar al jefe de la policía austriaca en un acto público diciendo: “Cuando detengan a un negro, primero golpeen y luego pídanle el carnet de identidad”.
IMA SANCHÍS
LA VANGUARDIA, 28 de mayo de 2003