Mujeres y niños continúan viviendo acobardados en los campos de refugiados a los que huyeron durante la guerra. De cada 1.000 niños nacidos en Liberia, 117 mueren antes de cumplir un año. El 70% de los liberianos es analfabeto.
Bono vive en uno de los países más pobres del planeta y sabe que sus días están contados, aunque continúa rezando para que sus hijos puedan disfrutar de una vida mejor que la suya.
«Tengo 63 años de edad y yo ya estoy prácticamente muerto y enterrado.Pero nuestros hijos necesitan ayuda. Tenemos que reconstruir nuestras escuelas y detener esta guerra», dice Bono, mientras se sienta cerca de las ruinas del campus de la Universidad de Monrovia, que se encuentra a 15 kilómetros al norte de la capital de Liberia.
A principios de los años 90, aquel amplio campus fue escenario de diversas batallas libradas entre los combatientes leales a un señor de la guerra llamado Charles Taylor y algunas otras facciones rivales, en medio de una confrontación de las muchas que se dieron durante el curso de un brutal enfrentamiento que había comenzado en 1980 y que duraría siete años, dejando tras de sí 200.000 muertos.
Dicho conflicto ya hace tiempo que terminó y, en la actualidad, Taylor es el presidente, democráticamente elegido, de Liberia.A pesar de ello, la guerra continúa.
En la Liberia de hoy día, los niños y las mujeres, que viven acobardados en los campos de refugiados en los que se vieron obligados a recluirse para escapar del terror de la guerra, están siendo reclutados a la fuerza para integrarse tanto en las facciones rebeldes como en las milicias progubernamentales. Las mujeres afirman que los invasores armados les arrebatan de las manos a sus pequeños.
Una hija de Bono, de 11 años de edad, desapareció durante una escaramuza que tuvo lugar en 1990. Después de cinco años, la muchacha reapareció finalmente, aunque embarazada. Acababa de terminar el bachillerato.
«Todo esto no es nada fácil, hermano mío», comenta Bono, moviendo la cabeza apesadumbradamente. «Durante los años 60, no teníamos ningún tipo de problemas. Pero después de la guerra Y, después de todo, ¿a santo de qué estamos luchando?».
La mayoría de los niños que actualmente tienen 10 años de edad y viven en la capital del país, Monrovia, no saben lo que es tener electricidad o agua corriente en sus casas. De noche, los barrios de la capital -una ciudad desgarbada, desvencijada y costera- están iluminados por medio de lámparas de petróleo.
Entre la rutina diaria de la mayoría de habitantes de Monrovia se encuentra la tarea de acarrear pesados recipientes de plástico hasta los lugares de suministro del agua potable que les proporciona la Unión Europea. Se estima que, actualmente, en Monrovia viven más de un millón de personas y que la mitad de ellas se ven obligadas a sobrevivir con menos de un dólar al día.
Las estadísticas de las Naciones Unidas son sumamente preocupantes.De cada 1.000 niños nacidos en Liberia, 117 mueren antes de cumplir un año y otros 194 mueren ante de los cinco. La diarrea, algunas dolencias respiratorias o la malaria matan al 70% de ellos.
El 70 por ciento de los liberianos no sabe leer ni escribir.«Por primera vez en la historia, los padres recibieron una educación mejor que la de sus hijos», asegura Charles Brumskine, un político de la oposición que tiene previsto enfrentarse en las urnas a Taylor el próximo octubre. «Se pueden ver muchas personas caminando sin rumbo por las calles. Son gente que ha llegado hasta el punto de perder toda esperanza. Y eso es lo peor que le puede ocurrir a la gente el no tener ni el menor sentido del futuro. Sólo tienen el hoy día», dice Brumskine.
Liberia es una nación que fue creada en 1847 para dar cobijo en ella a los esclavos norteamericanos liberados. Sin embargo, el país ha llegado a convertirse en un lugar famoso por su nivel de anarquía.
El presidente Taylor fue sancionado por la ONU tras haber sido él quien alimentara la rebelión en la vecina Sierra Leona y ahora se le acusa, también, de haber permitido que soldados liberianos cruzaran la frontera con Costa de Marfil para iniciar una guerra fundamentalmente dedicada al saqueo y al pillaje.
Las agencias humanitarias habían lanzado un llamamiento a los donantes internacionales para que concedieran 42 millones de dólares a Liberia para este mismo año. Hasta ahora, tan sólo ha llegado a su poder el 1,5%. «Creemos que, por la razón que sea, la comunidad internacional no ha sido capaz de responder ante la crisis humanitaria que se cierne sobre Liberia», afirma Marc de Bernis, un coordinador de la ONU que reside en el país.«A este país no se le está tratando con justicia».
David Clarke
EL MUNDO, 25 de abril de 2003