Ainhoa Mendizabal abandonó su carrera en favor de la cooperación. Esta voluntaria apuesta por el compromiso social del consumidor.
La decisión de Ainhoa Mendizabal produjo un 'shock' entre sus compañeros de oficina. Había decidido abandonar su puesto en la auditoria y dar la espalda a un futuro profesional brillante y bien remunerado. Economista con una titulación de postgrado, dos años de ejercicio laboral le demostraron que el mundo de la empresa no era lo suyo. «Me generaba ansiedad porque no trabajaba en algo que me gustara ni por algo en lo que creyera».
El campo de la solidaridad le atraía más. Contaba con experiencia previa en la asistencia a deficientes psíquicos y enfermos de sida, pero quería ampliar horizontes. Así que esta leiotarra decidió volver a estudiar y cursar un Master en Cooperación y Desarrollo Internacional que le llevó hasta Senegal en régimen de prácticas. Cuando volvió, se integró como voluntaria en la ONG Intermón. «La elegí porque no sólo se preocupaba por lo local, sensibilizaba, sino que también abordaba proyectos internacionales y se implicaba en la ayuda de emergencia».
Hoy, Mendizabal participa como voluntaria en las campañas de la entidad y orienta sus pasos hacia esta nueva faceta, quizás en África, un continente donde asegura que hay mucho por hacer, o, acaso, en un despacho de Madrid o Barcelona, aplicando sus conocimientos en estrategias contra la miseria. «Mi entorno me apoya. Aunque están inquietos, saben que estoy motivada y confían en que conseguiré hacerme un hueco».
No cree que las grandes planificaciones mercantiles estén divorciadas del compromiso con los más desfavorecidos. «Se puede hablar de economía solidaria y de comercio equitativo, por ejemplo. Ahora bien, la solución definitiva pasa porque las multinacionales, las organizaciones supranacionales y los gobiernos se comprometan en el establecimiento de reglas más justas para el comercio».
Enviar postales
También los que nos encontramos al final de la cadena tenemos nuestra porción de responsabilidad. La joven sugiere el envío de postales a las grandes empresas, incitándolas a pagar precios razonables a los productores de materias primas. «Presionemos para que abonen con justicia, porque aplicando el precio proporcionado por el mercado, no pueden vivir ellos y sus familias, dar educación a los hijos, y preservar la salud». A su juicio, la presión social es el arma contra el orden establecido. «Detestan la mala publicidad», señala.
Tal vez los ejecutivos no constituyan el gremio más concienciado acerca de las injusticias que dividen el planeta, «Pero tampoco los panaderos o los electricistas», alega Ainhoa Mendizabal. «Nuestra sociedad no quiere saber lo que ocurre en el Tercer Mundo. Tiene otras prioridades. El ama de casa no elige la mercancía más solidaria, sino aquélla más barata».
Nunca se ha arrepentido de la decisión que tomó. «No me tienta la vida estándar». Y asegura que el compromiso parte de la observación. «Yo animaría a todos a que mirasen a su alrededor, más allá de sí mismos. Si lo establecido les agrada, que sigan como hasta ahora; si no es así y creen que pueden contribuir a cambiarlo, siempre hay algo, por pequeño que sea, en lo que participar».
INTERMÓN
La organización no gubernamental celebra este fin de semana su fiesta de la solidaridad en todas las capitales españolas, incluidas las tres vascas. Además, el martes abre en la plaza Jesús Guridi de Vitoria su exposición 'Comercio con justicia', una muestra interactiva que denuncia las reglas que dirigen el comercio mundial.
Más información sobre Intermón en el teléfono
902 330 331 y en
www.intermonoxfam.org
Gerardo Elorriaga, Bilbao
EL CORREO, 25 de abril de 2003