Con el fallecimiento ayer de la reportera argentina Verónica Cabrera de 28 años, el saldo de periodistas muertos en Irak ha sido de 14 en 26 días de guerra: un australiano, dos británicos, un iraní, dos norteamericanos, un kurdo, un alemán, un jordano, un ucraniano, dos argentinos.
Dos de ellos eran españoles. Los dos estaban cubriendo el conflicto en condiciones laborales deplorables. Lo sabían ellos. Lo sabían sus compañeros. Lo sabían sus empresas.
El primero en morir fue
Julio Anguita Parrado, de El Mundo. Un misil iraquí impactó en la retaguardia en la unidad de los marines a los que acompañaba --ayer
Roberto Montoya, jefe de internacional de El Mundo, declaró que a título personal tenía "serías dudas" de la versión del Pentágono y de que el proyectil fuera iraquí; ergo, a sensu contrario, asevera, sin aportar prueba alguna, que lo mataron los norteamericanos llevándose de paso por delante a un periodista alemán y a unos cuantos marines suyos--.
Menos de veinticuatro horas después de Anguita, murió
José Couso, de Telecinco. Ayer, en el mismo acto en el que participó Montoya,
Juan Pedro Valentín, director de los Informativos de Telecinco, consideró la muerte de José Couso como «un asesinato» y dijo estar «enfadado» por la reacción del Gobierno español, «que se ha limitado a decir que es consecuencia del riesgo que hay en las guerras».
O sea, que tenemos dos periodistas españoles muertos, acreditados por dos medios diferentes: una televisión (Telecinco-Atlas) y un periódico (El Mundo).
Empecemos por
Telecinco. La cadena, que se caracteriza por la utilización exhaustiva del adjetivo "presunto" --"presunto etarra", "presunto terrorista" y, a veces, hasta la insensatez de "presunto crimen"--, se ha convertido en juez instructor y sentenciador. Desde la muerte de Couso hace una semana, sus informativos han comenzado así: "José Couso, asesinado en Bagdad por el ejército norteamericano...". No sólo eso. Periodistas y cámaras han exhibido camisetas con el lema "asesinado" y la fotografía de Couso. Se han plantado frente al presidente Aznar y le han llamado asesino. Exigen --a este carro se ha subido el PSOE:
Jesús Caldera presenta hoy en el! Congreso (en rueda de prensa, claro, que será cubierta por Telecinco) más de cincuenta preguntas al Gobierno-- responsabilidades e indemnizaciones por lo que consideran "un crimen de guerra".
Pero al mismo tiempo, Telecinco y los propios cámaras difunden comunicados señalando que las condiciones laborales no tienen ninguna relevancia. Que no es relevante en qué condiciones trabajan los enviados especiales. Vamos, que Juan Pedro Valentín está "enfadado" por la reacción del gobierno español y en cambio encantado de las condiciones en las que trabajan sus enviados especiales. Pero la verdad es, según ha podido saber Periodista Digital de fuentes internas de la cadena, el seguro de vida de Couso en Irak ascendía a...
5 millones de pesetas (€30.000). Puede sonar cruel, pero que haya muerto Couso en Bagdad está resultando un gran negocio para Telecinco. Y es evidente que la cadena lo está explotando hasta la náusea. Pero los periodistas seguirán enfadados con Aznar y encantados con su empresa.
Veamos el caso de
El Mundo. El Pentágono exigía a los periodistas empotrados con los marines un severo seguro de vida. Y aunque durante años, los enviados especiales de El Mundo han cubierto conflictos sin estar asegurados --fue después del asesinato de Julio Fuentes en Afganistán cuando El Mundo se preocupó de estos temas y de comprar chalecos antibalas--, la familia de Anguita recibirá
35 millones de pesetas (€210.000).
Aquí el malestar proviene del protagonismo asumido por Pedro J. y algunos directivos de El Mundo en el entierro de Julio Fuentes y un año después en la entrega de los premios creados al efecto. Esa fraudulenta utilización de la tragedia en beneficio propio creó una desazón en un sector de la profesión, incluídos los reporteros galardonados con los premios.
Quedan en el aire muchas preguntas y bastantes incógnitas sobre la muerte de
Anguita y Couso. También sobre la relación de las empresas periodistas con sus reporteros de guerra y los criterios por los que se gasta cien veces más en seguridad de altos directivos que en proteger y ayudar a los reporteros que trabajan sobre el terreno.
PERIODISTA DIGITAL, 16 de abril de 2003