La Iglesia teme las protestas de los colectivos homosexuales, de los pacifistas y de los antiglobalización.
Iba a ser una gran fiesta, pero puede convertirse en un funeral. Los días 3 y 4 de mayo, después de casi 10 años, Juan Pablo II visita España. Pero lo hace en el peor momento. Tanto para el Gobierno, cuestionado por su postura ante la guerra de Irak, como para la Iglesia. Al cardenal Rouco Varela se le acumulan los problemas. La Iglesia teme la instrumentalización de la visita papal por parte de colectivos homosexuales izquierdistas, pacifistas y antiglobalización.
Los obispos reconocen que «no hay ambiente» ni en la calle, ni en la opinión pública, ni en el seno de la propia Iglesia. Y es que la jerarquía católica sabe que, aunque la guerra termine antes de que el Papa pise suelo español, la posguerra y sus consecuencias seguirán polarizando la atención de la gente. Tanto para lo bueno como para lo malo.
De hecho, algunos colectivos ya han anunciado su intención de utilizar la visita del Papa para escenificar sus protestas. Por ejemplo, los grupos de defensa de derechos de los homosexuales acaban de declarar al papa Wojtyla persona non grata y preparan protestas ante la Nunciatura española. ¿El motivo?: el Lexicon, el diccionario de términos morales que el Vaticano publicó recientemente y en el que se tacha a los homosexuales de personas que tienen «un conflicto psicológico no resuelto». También se señala que los países que permiten los matrimonios entre personas del mismo sexo están «habitados por mentes profundamente desordenadas».
La Iglesia teme también las protestas de los grupos de izquierda que exigen al Episcopado que pida perdón por la Guerra Civil.La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica considera que la Iglesia sólo podrá «dar reconocimiento a aquéllos de sus miembros que padecieron persecuciones y fueron asesinados» durante la Guerra Civil cuando «el Papa realice algún gesto simbólico en el que pida perdón por la colaboración de la Iglesia con la dictadura franquista».
Parece lógico que a estas protestas se sumen las de los pacifistas y las de los grupos antiglobalización, deseosos de utilizar la visita del Papa como caja de resonancia de sus reclamaciones.De ahí que se vayan a extremar las medidas de seguridad, sobre todo en el encuentro del Papa con los jóvenes, en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid).
A todo ello hay que sumar las tensiones entre el presidente Aznar y la cúpula episcopal por culpa de sus diferentes posiciones sobre la guerra de Irak. El No a la guerra de Su Santidad y de la Iglesia española refleja la evidente fractura entre el Vaticano y los dirigentes del PP, un partido que luce la bandera cristiana como reclamo para conseguir votos. Además, la química entre Rouco y Aznar nunca ha funcionado bien. El presidente del Gobierno quiere que la Iglesia se pliegue a sus designios. Pero Rouco, consciente de los vaivenes electorales, ha optado por mantener la independencia de la institución por encima de todo.
En el seno de la Iglesia no es palpable la euforia vivida en los anteriores viajes papales. «Aunque todavía queda tiempo y esperamos que la gente se vaya enfervorizando a medida que se acerque la fecha», dice un cura de Madrid. Pero, por ahora, pintan bastos. El pasado sábado terminaba el plazo de la inscripción oficial de jóvenes para la vigilia con el Papa. Ni en la Casa de la Iglesia ni en el arzobispado quieren dar cifras, pero en fuentes eclesiásticas aseguran que se rondan los 100.000 inscritos.El organizador del viaje, monseñor Asenjo, aventuró públicamente la cifra ideal de 300.000 jóvenes para este evento, pero Rouco siempre deseó llegar por lo menos a los 500.000, la cantidad que ya consiguiera reunir en Santiago de Compostela en 1982.Menos de eso sería un fracaso para el cardenal de Madrid y para la Iglesia española.
Para conseguirlo, los obispos se emplearán a fondo durante la Semana Santa. En las diócesis se están organizando viajes a Madrid con autocares y estancia gratuita. Y tanto en la de Madrid como en las de Alcalá y Getafe se ha pedido a los curas que supriman las misas del domingo por la mañana, para que la gente acuda masivamente a la eucaristía de la plaza de Colón, donde el Papa va a canonizar a cinco nuevos santos. Los obispos todavía esperan un milagro. Las fechas son propicias para ello.
José Manuel Vidal
EL MUNDO, 14 de abril de 2003