Dos estudios revelan por primera vez que, al menos subjetivamente, son víctimas en número más alto Las encuestas se hicieron en Cataluña y San Sebastián
Los muchachos de 12 a 18 años se consideran por primera vez víctimas de la violencia sexual en mayor medida que las chicas de la misma edad. El dato, que rompe con las conclusiones obtenidas hasta ahora por todos los estudios sobre la materia, figura en dos de los más recientes trabajos realizados entre adolescentes. En el primero de ellos la muestra incluía a casi 7.500 escolares de toda Cataluña; en el segundo, han sido más de 2.300 en la ciudad de San Sebastián. La coincidencia en el hecho -aunque no en el porcentaje exacto de los que se han sentido alguna vez víctimas de algún tipo de violencia sexual- parece avalar que se trata de una tendencia general y no sólo de una peculiaridad local. Ambos trabajos han sido dirigidos por el catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto
Javier Elzo, aunque ha contado para su realización con dos equipos diferentes.
En el informe sobre los escolares donostiarras ('Drogas y escuela VI'), presentado hace unas semanas, el propio Elzo muestra su sorpresa por un dato que considera incontestable: que hay más chicos que chicas que refieran vejaciones de índole sexual. La desproporción es mayor, además, a medida que se habla de hechos más graves, de manera que cuando se trata de 'insultos o comentarios insultantes' hay una práctica igualdad, con 'tocamientos contra la voluntad de la víctima' ya se destacan claramente los chicos como víctimas, para llegar a multiplicar por tres la proporción de quienes aseguran haber sido 'forzados a una relación sexual no deseada'.
En cualquier caso, el margen de error de un trabajo basado en una encuesta hace que no pueda decirse de forma tajante que el volumen de chicos forzados a una relación sexual no deseada es el triple que el de chicas, aunque los resultados del trabajo den justo esa proporción. El estudio realizado en Cataluña ('Joventut i seguretat a Catalunya') muestra resultados similares, aunque la diferencia entre chicos y chicas es menor.
Los autores del informe sobre los escolares donostiarras aventuran algunas hipótesis que pueden explicar unos resultados que sorprenden justo por apuntar hacia lo contrario de lo que se consideraría normal, y de lo recogido por centenares de estudios sociológicos hechos con anterioridad. La primera sugiere un cambio de sensibilidad, de forma que sin haber variado el número de agresiones los muchachos optan ahora en mayor medida por reconocerlas salvaguardados por el anonimato de una encuesta.
También puede darse una diferente apreciación entre chicos y chicas respecto de lo que es violencia, dado que ellas la han sufrido siempre en mayor medida. Esa distinta consideración sólo podría eliminarse si en las encuestas se describieran con detalles las agresiones de las que se habla, pero eso es algo, que según ha reconocido María Teresa Laespada, coautora del trabajo, no es posible.
Otra hipótesis es que efectivamente haya aumentado la violencia sobre los chicos. Y tampoco puede descartarse la posibilidad de que todos estos supuestos sean ciertos y su coincidencia produzca ese resultado tan llamativo.
Autores y escenarios
El estudio realizado en San Sebastián no recoge información respecto del lugar de las agresiones ni el perfil de los agresores. Pero, con las lógicas precauciones dado que no se trata de datos que puedan extrapolarse, pueden obtenerse algunas conclusiones a partir de los que ofrece el hecho en Cataluña. Una de ellas avala el tópico: el agresor, con independencia del sexo de la víctima, es nueve de cada diez veces un varón. Pero la segunda parte de la imagen más común sobre quienes ejercen algún tipo de violencia sexual no se cumple: en seis de cada diez casos no superan los 18 años. En cuanto al lugar en el que la agresión se produce, la escuela se lleva un quinto de los hechos, con lo que se iguala a bares y discotecas, pero todavía están por encima las calles del barrio en el que viven las víctimas.
Estos datos a propósito del escenario tampoco sirven para obtener la conclusión de si en este aspecto concreto se está produciendo algún cambio, dado que no hay datos anteriores sobre la materia. Sí llama la atención, sin embargo, el relativamente bajo número de agresiones sufridas en la escuela, al fin y al cabo el espacio en el que los muchachos pasan la mayor parte del tiempo que no están en casa. Un espacio, además, en el que cada vez son más frecuentes los episodios de violencia en general.
En cuanto a las víctimas, los estudios revelan que es entre los 14 y 15 años cuando mayor violencia sufren. A partir de esa edad se produce un descenso. Sin embargo, según los autores de la investigación, no es posible garantizar que efectivamente disminuyan los casos. Puede suceder que los intentos de agresión existan pero los muchachos estén más preparados, física y mentalmente, para rechazarlos. O puede ocurrir que a partir de esa edad los adolescentes tengan un mayor temor a reconocer haber sido víctimas.
César Coca
EL CORREO, 31 de marzo de 2003