CHICAGO, comienza el espectáculo.

Trece nominaciones al Oscar avalan la comedia musical del año, que deslumbra gracias a sus números de baile y sorprende por un tono crítico que arremete contra la prensa amarillista. Si en 'Cabaret' el prematuramente desaparecido bailarín, coreógrafo y director Bob Fosse recreó con su acrisolada perfección el Berlín nazi, 'Chicago' -basada en una pieza teatral de Maurine Dallas Watkins, con música y canciones de John Kander, Danny Elfman y Fred Ebb- se centra en un brillante espectáculo enmarcado en tiempos de la Depresión americana, allá por 1927. A través de diversos números musicales, va narrando las peripecias de toda una serie de cantantes y bailarines, que dan comienzo cuando Catherine Zeta-Jones interpreta maravillosamente el número 'All That Jazz', que ya fue una especie de testamento cinematográfico del propio Bob Fosse en su memorable película homónima. 'Chicago' luce ya el entorchado de haber sido nominada en 13 apartados en la próxima entrega de los Oscar, que tendrá lugar el 23 de marzo en el Shrine Auditorium de Los Angeles. Triunfo en toda regla, pues, para una insólita comedia musical llena de ritmo, vistosas coreografías y una melodramática trama argumental, repleta de toques retro y números de claqué. 'Chicago' respeta las tradiciones más gloriosas del género, para, a partir de ahí, innovar de una forma esplendorosa. La enjoyada cámara del debutante director Rob Marshall acepta las convenciones del género sin renegar de su origen escénico. Los momentos frívolos y los agridulces se alternan en las peripecias de las dos protagonistas (Catherine Zeta-Jones y Renée Zellweger), presidiarias a quien un abogado sin escrúpulos (Richard Gere) convierte en estrellas. Y es que en 'Chicago' llama poderosamente la atención lo rumboso de su plantel estelar, teniendo en cuenta que ninguno de los actores del trío protagonista es cantante ni bailarín. De todos modos, tanto Catherine Zeta-Jones (quien hizo sus pinitos como artista de vodevil a comienzos de su carrera), como Richard Gere y Renée Zelleweger dan lo mejor de sí mismos. Sin ir más lejos, la flamante mujer de Michael Douglas se lleva la parte del león a la hora de dar vida a su burbujeante personaje de Velma Kelly. Su belleza de rasgos latinos (a pesar de ser galesa) y su espontaneidad y simpatía la convierten en una de las actrices más seductoras del momento. Su carrera en el cine ha sido meteórica desde que dio la cara en telefilmes de escaso rendimiento, hasta que desenmascaró su poderío en 'La máscara del Zorro', junto a Antonio Banderas. Sin duda, esta mixtura de Cyd Charisse e Yvonne de Carlo es el relevo natural de Sharon Stone, y está llamada a convertirse en una de las más rutilantes luminarias del firmamento estrellado de Hollywood. A su lado, el budista Richard Gere mantiene el tipo con indiscutible dignidad, sin por ello renunciar a sus cabellos plateados, por muy engominados que aquí aparezcan. Galán versátil y poco dado a la ostentación, Richard Gere es esta vez un bailarín de categoría, como corresponde a un comediante elegante y sin dobleces, que sencillamente se contenta por lo general con definir a un personaje en relación con una situación. En cuanto a la imprevisible Renée Zellweger, baste decir que borda su personaje de Roxie Hart. Una actriz deliciosamente rellenita, que parece al margen del 'star-system' de la meca del cine. Sus trazos regulares y luminosos, su gracia natural son, ciertamente, una ventaja para su carrera, pero quizás también un obstáculo. Trío de ases para un 'Chicago' de ensueño. Epifanía del género Pero la película del debutante Rob Marshall no sólo deslumbra en su apartado musical. 'Chicago' atesora una crítica despiadada a la prensa amarilla, insólita en un género de estas características. Todo ello resulta sorprendente si tenemos en cuenta las influencias que gravitan sobre el coreógrafo y ahora director Rob Marshall: desde el 'New York, New York', de Martin Scorsese, hasta los documentalistas americanos más penetrantes, como Emile de Antonio o D. A. Pennebaker, herederos a su vez de una tradición cinematográfica muy extendida en Estados Unidos, que consiste en denunciar las maquinaciones de los grupos de poder (en este caso, un sector de la prensa) con una garra y una inmediatez que les honra. Por eso sorprende ahora que un cineasta tan poco experimentado como Marshall haya logrado triunfar en un género tan difícil como resbaladizo, hoy más vivo que nunca, si nos atenemos a esta espectacular y modélica 'Chicago'. Hace un cuarto de siglo los agoreros -o los exquisitos, nunca se sabrá muy bien- empezaron a hablar de la muerte del musical. Una cara con ángel' les hizo callarse ya que nada había que objetar contra la espléndida obra de Stanley Donen con Audrey Hepburn y Fred Astaire. En cualquier caso, el musical tiene hoy otro acento, otro sabor, otras inquietudes, otras características. Una naturaleza de nuevo cuño, como se encarga de demostrar 'Chicago', cuya sombreada fotografía a cargo de Dione Beebe a base de tonos ocres se traduce plásticamente como la herencia del rojo de Vincente Minneli y el verde de Jacques Demy. O un claqué de Richard Gere listo para ametrallar. Con los pies, con las piernas y con la voz, en 'Chicago' se hace arte para el alma, la más sana de las formas de diversión. Mientras, celebremos la epifanía del género en nuestras salas de estreno. Nacionalidad: EE UU, 2002. Director: Rob Marshall. Guión: Bill Condon, a partir del musical de Bob Fosse. Fotografía: Dione Beebe. Música: Danny Elfman. Intérpretes: Catherine Zeta-Jones, Richard Gere, Renée Zellweger, Queen Latifah, John C. Reilly. CANAL CINE, 13 de marzo de 2003