Parecería que todo va de mal en peor en nuestra maltrecha sociedad. La gente en la calle no tiene otro discurso: esto está muy mal, cada día peor y, encima, no se le ve salida por ningún lado. ¿Ya tendrá arreglo lo nuestro? ¿Ya lo veré yo? ¿Qué sociedad estamos dejando a nuestros jóvenes? Tú escribes sobre el alcoholismo juvenil y lo mucho que se drogan, me decía un ciudadano el día pasado, tras conocer los datos de nuestro trabajo Drogas y Escuela VI, pero ¿qué quieres que hagan?, ¿qué ilusión pueden tener en meterse en política, como lo hicimos nosotros cuando éramos jóvenes, si todos están a la greña, si es imposible que los políticos se pongan de acuerdo en nada, si cada cual sólo mira a su lado y condena todo lo que haga, o no haga, el otro? El gran problema, añado, es que si esto sigue así, ya no va a ser sólo que los políticos no se pongan de acuerdo, sino que no nos pongamos de acuerdo los ciudadanos y lo que cuarenta años de franquismo no lograron, lo que bien que mal se solventó durante los veinte primeros años de la democracia, sin embargo, lenta pero inexorablemente, se vaya instaurando en la sociedad vasca: las dos comunidades, las dos sociedades, o al menos la polarización en exceso de dos sensibilidades, de dos identidades que hasta ahora, con la excepción del mundo del MLNV, habían convivido razonablemente bien.
Kepa Aulestia decía el miércoles 26 en EL DIARIO VASCO (El péndulo diabólico) que «tan sólo una reducida minoría de personas acudió a las tres manifestaciones (la de condena del asesinato de Joseba Pagazaurtudua, en contra de la guerra de Irak y en protesta por el cierre de 'Egunkaria'): probablemente no más de veinte o treinta» personas, añadía. Pero, además, cabe añadir que entre esas 20 ó 30 personas, hay algunas, por razones diametralmente opuestas, que fueron insultadas o rechazadas en dos de ellas. Sí, cada cual con los suyos. Cada vez es más difícil encontrar espacios de encuentro y cuando tales espacios afloran no son valorados, sino silenciados o cosas peores, tachadas sus gentes de equidistantes, tibias, de personas que confunden víctimas y victimarios, cuando no verdugos y asesinados.
Esta semana estamos viviendo el increíble cierre de Egunkaria. Parece que la fuerza de la argumentación estriba en que algunos de sus responsables son (o han sido) miembros y colaboradores de ETA. La documentación que se presenta se refiere a actuaciones de hace diez años. No salgo de mi asombro. Un periódico, Egunkaria en este caso, puede y debe ser clausurado si su línea editorial y las informaciones que transmite suponen apología, incitación o justificación del terrorismo. Más aún si sirve de información a posibles 'terroristas legales' para la comisión de sus delitos. Nada de eso, que yo sepa, ha sido utilizado para el cierre del periódico. De ahí que, a efectos de este cierre, las resoluciones de la Justicia me parezcan irrelevantes. Supóngase, por ejemplo, que ETA ha decidido inyectar dinero, a través de algunas personas, a Egunkaria. Evidentemente la Justicia debe proceder contra esas personas, pero solamente contra Egunkaria si se dan los supuestos que arriba he señalado. Piénsese que mañana ETA decide 'blanquear' su dinero a través de un organismo que lucha contra las drogas, Proyecto Hombre, por dar un ejemplo en el que estoy involucrado. ¿Se va a cerrar Proyecto Hombre por eso? Y no se me diga que no es lo mismo, porque sí es lo mismo. Una cosa es cerrar Egunkaria porque hace apología de ETA y otra detener a personas que han colaborado con ETA ayudando financieramente a Egunkaria. Personas que, además en el caso de algunos que conozco y están detenidos, deben de tener una doble vida porque, a mí al menos, no me entra en la cabeza que sean miembros o colaboren con ETA. Comprenderán que no dé nombres porque arrojaría alguna sospecha sobre los no nombrados. Sin embargo, y aun haciendo de tripas corazón y del corazón razón, debo esperar la resolución de la Justicia en la imputación a estas personas concretas. Para rechazar el cierre de Egunkaria no necesito de pronunciamiento judicial alguno. Es un atropello de consecuencias incalculables si no se abre inmediatamente.
Las denuncias de torturas son todavía más increíbles. Los que hemos conocido el libro editado en Francia, alrededor del año 1970, por Francis Masperó, 'La tortura en el País Vasco', sabemos bien que muchos testimonios son sencillamente falsos. Como sabemos que actualmente hay una consigna de referir siempre malos tratos y torturas por parte de los detenidos de la 'kale borroka' o de ETA. Pero sabemos también que la tortura existe, aunque no con la frecuencia de los tiempos del franquismo. Lo sabemos por los informes de Amnesty International y por las sentencias firmes como en el caso de Galindo. En el caso de Egunkaria, los detalles de haber sufrido tortura que ha dado su director, Martxelo Otamendi, así como el testimonio de la esposa del anterior director, Peio Zubiria, cuando al cabo de 8 días ha podido ver a su marido, en la UCI, durante diez minutos, apuntan a la veracidad de sus manifestaciones. En todo caso, un ministro de Interior de un país democrático, si escucha del director de un periódico, en libertad provisional, que ha sido objeto de torturas al salir de cinco días de incomunicación, en vez de calificarlo de «presunto terrorista» debiera ordenar inmediatamente una investigación. La degradación del Estado de Derecho en España está llegando a extremos inconcebibles.
Pero, si me he decidido a escribir este artículo, es por la portada de EL DIARIO VASCO del jueves 27. Una foto del Rey y el lehendakari Ibarretxe sonrientes, el Rey txapela en mano después del aurresku de honor, bajo este gran titular: «El Rey e Ibarretxe apelan a lograr una convivencia en paz y libertad». ¡Dios, que teníamos necesidad de gestos comunes entre altos responsables de Madrid y de Vitoria!
La verdad es que se me escapa hasta dónde el Rey puede, y le dejan, intervenir en la actual situación de enquistamiento total en la que se encuentra la cuestión vasca. No voy a hacer tampoco de una portada de prensa una teoría, pero ¡déjenme decirlo!, llevamos tanto tiempo con portadas a cual peores, con discursos cada día mas descalificadores, con negaciones de los más elementales diálogos, (si prefieren, déjenlo en conversaciones institucionales), que ver al Rey y a Ibarretxe, juntos, sonriendo en Bilbao, inaugurando una central de energía, ahora que parece que todo lo vasco es cuestionado (no dejemos que Iberdrola se tenga que ir), me produce una gran satisfacción. No soy monárquico ni republicano, sino todo lo contrario, pero los vascos, también los nacionalistas con un mínimo de cordura e inteligencia, no podemos dejar de lado la figura del Rey, cuya labor en la democracia española es unánimemente saludada. No podemos pedirle que sea nacionalista. Ya sabemos que no puede decir en público todo lo que quisiera decir. Además, hasta es posible que no deba decirlo. Pero ha estado en Bilbao, con el lehendakari, y ha inaugurado Bahía de Bizkaia. Quiero terminar haciendo mías estas palabras de Marco-Gardoqui, en DV del día 27, comentando esta inauguración: «El Rey, el lehendakari, el vicepresidente segundo del Gobierno central y el presidente de Naturcorp coincidieron en resaltar el espíritu que inspira a los promotores y alabaron la colaboración entre el sector privado y las distintas esferas de las administraciones concernidas» (Rearme de futuro).
¿Llegará el día en que dejen de sorprendernos las palabras amables, las formas corteses y los ánimos de colaboración entre agentes sociales fundamentales, que están condenados a entenderse? ¿Es tan difícil que hagan, simplemente, lo que marca la razón y cumplan con lo que los ciudadanos les piden? Sí, lo que marca la razón y lo que la mayoría de ciudadanos, todavía, les piden: que hablen para resolver las cosas y no para insultar. Lo que hicieron, aunque me temo que poco tiempo, el Rey y el lehendakari este jueves. Un rayo de esperanza. Gracias a los dos. Ver al Rey y a Ibarretxe, juntos, sonriendo en Bilbao, inaugurando una central de energía, me produce una gran satisfacción.
Javier Elzo, Catedrático de Sociología de la Univ. de Deusto.
EL DIARIO VASCO, 1 de marzo de 2003