La comparecencia ayer ante el Consejo de Seguridad de la ONU del jefe de la misión de inspectores de armamento en Irak, Hans Blix, y del director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Mohamed ElBaradei, han servido para reforzar las posiciones de quienes se oponen a la agresión que EEUU planea contra Irak y su población.
Ambos expertos coincidieron en que la situación ha mejorado con respecto a hace tres semanas, en que la colaboración es cada vez mayor, en que no han encontrado armas de destrucción masiva ni se detecta que se estén tratando de construir o importar bombas atómicas. Blix llegó a cuestionar algunas de las pruebas presentadas por el secretario de Estado de EEUU, Colin Powell. Los inspectores detallaron también incumplimientos por parte de Irak de las resoluciones del Consejo de Seguridad, como el hecho de que se hayan encontrado unos misiles cuyo alcance supera los 150 kilómetros una distancia ridícula si se tiene en cuenta el alcance intercontinental del armamento con el que cuentan los cinco miembros permanentes del propio Consejo de Seguridad y mostraron la necesidad de que las autoridades iraquíes colaboren más en las tareas de inspección.
Las declaraciones del secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, del ministro de Exteriores de Gran Bretaña, Jack Straw, y de la ministra española, Ana de Palacio, evidenciaron un ansia belicista nada acorde con el contenido de las intervenciones que minutos antes habían protagonizado los jefes de la inspección de la ONU ni con lo interpretado por el resto de miembros del Consejo. Las investigaciones son cada vez más exhaustivas y nada indica que Irak tenga armas de destrucción masiva. Nada indica tampoco que la Administración iraquí tenga relaciones con grupos armados que supongan una amenaza para otros estados. Y si se trata de bombardear todos los países que incumplen alguna resolución de la ONU, el mundo caminaría hacia el suicidio colectivo.
Desde ayer hay más motivos para seguir oponiéndose a la agresión contra Irak; a un ataque que supondrá la muerte de miles de personas y que no tiene otro fin que satisfacer los intereses económicos y geoestratégicos de la Administración Bush y sus sirvientes. Al mismo tiempo habrá que trabajar para contribuir a que se respeten los derechos humanos de la ciudadanía iraquí, como habrá que hacerlo para que se respeten los del resto del mundo, y ni EEUU ni Gran Bretaña ni España están como para dar lecciones en esa materia.
GARA, Editorial.
15 de febrero de 2003
