La sección sexta se enfrenta al caso que ya ha dividido a una parroquia, marginado a seis familias y arruinado el prestigio de un sacerdote querido por sus feligreses.
Los magistrados de la sección sexta de la Audiencia se enfrentan a un caso tan polémico como difícil de resolver. ¿El párroco de Baredo,
Edelmiro Rial, es un pervertido pederasta, calculador y embaucador o, como él mismo aseguró ayer, víctima de un montaje por parte de seis adolescentes que se aprovecharon de su buena fe y su inocencia para gastarle una broma, que se les fue de las manos y puede costarle más de medio siglo de prisión?
Lo único demostrado, según reconoció el propio acusado, es que entre los años 2000 y 2001 durmió en varias ocasiones en su cama de la casa rectoral con cuatro de los seis chicos de 14 y 15 años supuestamente agredidos y que uno de ellos se levantó una noche, sobresaltado, y escapó al salón llorando y quejándose de que el cura le había tocado. También se señaló ayer en la vista que
Rial había sido agredido sexualmente por un
sacerdote salesiano cuando sólo tenía doce años.
«Sigo sin entender el motivo de esta denuncia, porque no he causado ningún daño a estos jóvenes ni a sus familias», señaló ayer el párroco antes de que el caso quedase visto para sentencia.
Añadió que él, antes de ser absuelto o condenado, ya sufre un desprestigio que tendrá que soportar el resto de su vida, las penurias de dos meses en prisión y una fuerte depresión que le obliga a recibir asistencia psiquiátrica. Además, indicó,
«se ha insultado sin motivo a mi familia».
Rial volvió a jurar su inocencia y aseguró ser víctima de una gran calumnia, urdida por seis ex monaguillos, cuyos motivos no alcanza a comprender. Los dos letrados de la acusación no dudan, en cambio, del testimonio de los seis adolescentes. Si fuese verdad su versión habrían sido masturbados en varias ocasiones e incluso dos de ellos, víctimas de sendos intentos de penetración anal.
«Quienes estábamos en el juzgado de instrucción no podremos olvidar jamás la descripción de los hechos», señaló la fiscal. La abogada de la acusación particular dijo que los menores declararon sobre los hechos en ocho ocasiones y que sus contradicciones fueron mínimas, por lo que tampoco duda de su veracidad. A ninguna de las dos letradas le pareció tampoco normal que un sacerdote duerma en su lecho con adolescentes.
Marco Groba
LA VOZ DE GALICIA (Edición Vigo), 14 de febrero de 2003