No existe en estos momentos peligro más serio e inminente internacional que el de la agresión armada a
Irak por parte de
Estados Unidos. Creo que nadie puede permanecer indiferente e inactivo en esta circunstancia. Tan seguro consideran organismos internacionales el ataque que han llevado a cabo ya cálculos en torno al número de víctimas. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) ha evaluado en medio millón el número de bajas iraquíes de resultas de la lluvia de fuego y metralla o como consecuencia de la escasez de alimentos que traerá consigo la contienda. Sin contar las masas de refugiados que intentarán traspasar las fronteras del país y las de aquéllos que se verán desplazados dentro de Irak de sus lugares de residencia. La OMS calcula que entre cinco y diez millones de iraquíes van a necesitar ayuda humanitaria urgente a medida que vaya avanzando la contienda. Y no podemos olvidar tampoco que Irak, además de sus ingentes reservas de petróleo, contiene tesoros arqueológicos patrimonio de la humanidad
(Nínive, Nimrod, Qurna, Ur, etc...).
A mí me impresionan en EE UU dos repulsas de las muchas organizaciones pacifistas y de las iglesias cristianas.
Wilton D. Gregory, a la cabeza de la
Conferencia Episcopal Católica, le niega al presidente una causa seria que justifique el uso preventivo de la violencia. Figuras importantes del mundo cinematográfico como
Tim Robbins, Jessica Lange, Oliver Stone, Richard Gere, Sean Pen, Barbra Streisand, Dustin Hoffman, Robert Altman y Susan Sarandon, exigen del presidente que deje de monopolizar el patriotismo. Fuera de EE UU está siendo el
Papa quien está previniendo de forma más inequívoca en contra de la agresión a Irak. En un memorable discurso de comienzos de este año dirigido a 178 embajadores acreditados ante El Vaticano ha pronunciado estas contundentes frases:
«No a la guerra. La guerra nunca es un medio como cualquier otro al que se pueda recurrir para solventar disputas entre naciones. La guerra es siempre una derrota de la humanidad. ¿Qué podemos decir de la amenaza que se cierne sobre Irak, tierra de profetas cuyos habitantes ya han sufrido doce años de embargo extenuante?».
En contraste con estas voces llenas de buen sentido el presidente del Gobierno español muestra una adhesión frívola y peligrosa a la figura y talante belicoso de Bush. Ya en la venida de éste a Madrid hace algún tiempo el
Sr. Aznar dio muestras de una actitud asombrosamente servil, e idéntica postura mostró la
ministra de Asuntos Exteriores al encontrarse en Washington con su colega Collin Powell. La verdad es que ambas actitudes me produjeron sonrojo. Tiene uno la impresión de que el Sr. Aznar olvida o minusvalora el hecho muy importante en democracia de que de cada tres ciudadanos en este país dos están en contra de la guerra. Tanto el presidente francés como el canciller alemán sintonizan con el sentir de sus pueblos, muestran una actitud de dignidad y tratan de frenar a Bush. Tampoco nuestro presidente parece tener en cuenta la miseria religiosa fundamentalista en que se mueve su colega norteamericano, lejos de cualquier postura cristiana seria que debe tratar de evitar la guerra por todos los medios y de mirar por encima de los intereses económicos y hegemónicos nunca supeditando los medios a los fines. El Sr. Aznar, católico confeso, debería seguir las pautas de Juan Pablo II antes que las de Bush.
Alfredo Tamayo Ayestarán
EL DIARIO VASCO, 29 de enero de 2003