El desastre ecológico del Prestige nos pone ante una realidad humana dramática que esta vez afecta al mar, pero que en anteriores y subsiguientes ocasiones ha afectado y afectará a reservas naturales de incalculable valor ecológico, a lugares del mundo que debemos mimar por encontrarse en peligro de extinción y, cómo no, a la Humanidad.
Esta vez nos ha tocado de cerca, tan de cerca que ya existen manchas en algunas partes de la costa vasca, pero llevamos ya muchos años a merced de empresarios sin escrúpulos en un mundo globalizado, que se benefician de su poder económico en avance geométrico para mover el capital hacia lugares oscuros y de difícil control fiscal y legal, y hacen del planeta su oficina de negocios.
Afortunadamente para la Madre Naturaleza -y desgraciadamente para nuestros vecinos los gallegos- esta catástrofe ha ocurrido en un país inserto entre los lugares privilegiados económicamente del Planeta. Ha sucedido en un país desarrollado en el que los diferentes controles sociales y la presión social obligan a las instituciones públicas a destinar recursos para paliar las consecuencias del desastre y si no se destinan los suficientes recursos, como parece que está ocurriendo, existen mecanismos de coacción social por parte de la ciudadanía (simplemente la presión del voto) y existen los amplificadores sociales que nos avisan y nos informan del desamparo que se produce hacia la Madre Naturaleza. Nuestros colegas franceses, más avispados, ya están poniendo medidas para una eventual aparición de fuel en las costas vasco-francesas.
No quiero pensar qué pasará cuando una catástrofe de estas características ocurra en países cada vez más empobrecidos, sometidos a gobiernos corruptos y al capricho de los países desarrollados, en los que no pueden ocuparse de la naturaleza y la ecología, porque bastante tienen con ocuparse de alimentarse todos los días y no enfermar. Veremos, entonces, los tentáculos reales y perversos del poder.
Pero existe una cara más humana del desastre ecológico. Esos más de 3.000 voluntarios que decidieron prescindir del tan apreciado fin de semana largo por ayudar a Galicia. Son en su mayoría jóvenes que se movilizan para acudir a pringarse de galipó, movidos sólo por razones solidarias y ecológicas, lo que merece una reflexión sobre sus motivaciones. Estos voluntarios acuden a la llamada de auxilio lanzada por marineros y pescadores que, con todo el mérito de contar únicamente con sus propios recursos, tratan de salvar su modus vivendi. Son una legión de jóvenes, en su mayoría, que movidos por sentimientos ecologistas deciden abandonar su comodidad para ser solidarios con un ideal en el que creen firmemente, como es la defensa de la Naturaleza.
Pero este hecho choca frontalmente con el bajo asociacionismo juvenil existente en la actualidad. Es un fenómeno llamativo que las asociaciones de voluntariado tengan enormes dificultades para reclutar población juvenil entre sus filas, sean del tipo que sean. Es más, siete de cada diez jóvenes no pertenecen a asociación alguna. Las únicas que tienen más éxito entre los jóvenes son las deportivas, las juveniles y las peñas o comparsas. Estamos en los niveles más bajos de asociacionismo juvenil de toda Europa. Las asociaciones orientadas a la defensa de la naturaleza y/o protección de animales únicamente mueven al 1,6% de los jóvenes españoles; si hablamos del asociacionismo en organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos la proporción se reduce a un exiguo 0,5%. Sin embargo, tanto la defensa de los derechos humanos como el ecologismo se encuentran entre los cuatro movimientos sociales más apoyados por la población joven, lo que indica la enorme importancia que los valores finalistas han adquirido entre la juventud y la escasa dedicación que los jóvenes destinan a todo aquello que reporte compromisos a largo plazo, lo que hace que sean tachados de solidarios de sillón, si bien también el resto de la sociedad está construida sobre la solidaridad pasiva.
Sin embargo, catástrofes como la del Prestige ponen en funcionamiento de pronto un movimiento social imparable que obliga a buscar mecanismos de canalización de tanto joven solidario, superando todas las expectativas posibles. Sólo hace falta pasearse por algunas páginas web de marcado carácter juvenil para poder comprobar el movimiento que se ha producido y se está produciendo para organizarse y acudir a Galicia.
Los jóvenes actuales son capaces de movilizarse por las cuestiones que consideran importantes y canalizan todos sus esfuerzos hacia aquello en lo que creen. Son solidaridades intensas, emotivas y puntuales. Los jóvenes no quieren agarrarse o atarse a compromisos a largo plazo, lo decíamos en el informe de la juventud que publicó la Fundación Santa María, pero están dispuestos a darlo todo por lo que creen en un momento dado y dejarlo todo para acudir, pasionalmente, a la llamada de ayuda. La canalización de toda esa fuerza, ese voluntarismo y empuje, sería el único punto de luz que el Prestige podría aportar en la estela de destrucción y muerte que ha dejado a su paso. Podría ser un buen momento para trabajar también en un marco adecuado en el que conducir esa fuerza impulsiva hacia fines más estables y duraderos. A estos jóvenes que pasaron el fin de semana en condiciones extremas y a los que ya se están apuntando para pasar el siguiente deberían ofrecérseles las condiciones necesarias para que surjan solidaridades más estables y permanentes. Es una oportunidad excelente para involucrarlos en la dimensión solidaria del ocio.
Muchos de aquellos jóvenes que participaron en movimientos voluntarios solidarios y con una carga emotiva importante (pienso en las inundaciones de Euskadi de 1983, o incluso los Juegos Olímpicos de Barcelona, por ejemplo) recuerdan la intensidad de los momentos vividos, la enorme satisfacción que aporta el trabajo voluntario y el vacío cuando esta actividad desaparece. Se acaba de celebrar el Día Internacional del Voluntariado y, con miles de jóvenes movilizados en este preciso instante, existe poca o escasa organización que dé cabida a tanta ansia de participación. Habría que buscar el mecanismo adecuado para recoger todo el potencial solidario y transformarlo en proyectos estables, más allá de voluntarismos, hacia un voluntariado social juvenil efectivo y estable.
Mª Teresa Laespada
Instituto Deusto de Drogodependencias. Universidad de Deusto.
EL CORREO, 12 de diciembre de 2002.