Cuatro fundaciones se unen para que bilbaínos desfavorecidos suban al tren de las nuevas tecnologías.
Pasan unos minutos de las once de la mañana. El pequeño y austero local está ya lleno. Ante cada uno de los nueve ordenadores se sienta una persona que no aparta la vista de la pantalla. Una de las peculiaridades de esta especie de cibercafé es que es gratuito. Y otra, que está en el corazón de uno de los barrios más deprimidos de Bilbao. Los nueve ordenadores y sus respectivos usuarios forman parte de un proyecto de inserción social.
Lo que la
Red Conecta, como se llama el proyecto, pretende es introducir a personas en riesgo de marginación -son muchas en el barrio de Bilbao La Vieja- en el cada vez más imprescindible mundo de las nuevas tecnologías. La idea es incrementar sus posibilidades de hallar trabajo y luchar así contra la exclusión social.
Ese miércoles de finales de julio Jobita estaba inmersa en un chat, una de esas charlas en Internet con desconocidos que comparten algún interés. Jobita, una bilbaína que pronto cumplirá 16 años, se ha aficionado a los ordenadores.
«En el cole me aburrían, pero una amiga me contó que aquí te enseñaban», cuenta la dicharachera adolescente.
«Estuve un tiempito haciendo cursos y ahora suelo venir a chatear». Al margen de las explicaciones de Jobita, sólo las llamadas al monitor -
«Natxo, ¡ayúdame!»- rompen de vez en cuando el silencio.
Se oyen acentos extranjeros, pues junto a Jobita se sentaban un chino y un africano. También un chaval inmerso en un juego, un señor mayor consultando la página web del Athletic de Bilbao y una joven opositora del barrio que acude a diario, salvo los fines de semana, cuando el local cierra, para pasar los apuntes a limpio, practicar mecanografía o lo que se tercie.
El local abrió sus puertas en noviembre pasado. Los usuarios se han ido acercando, como Jobita, gracias al boca-oreja. Cada vez llegan más. Entre noviembre y junio, 314 personas se han subido al tren de las tecnologías con la Red Conecta. La mayoría (un 62%) llegó a través de asociaciones que trabajan en la zona o por su cuenta para hacer los cursillos en los que un monitor y cuatro voluntarios enseñan lo básico para utilizar un ordenador, enviar y recibir correo electrónico o bucear en Internet. El resto (38%) acudió como si de un cibercafé al uso se tratara, pero sin que les costase un duro. Está abierto de 9 a 21.30 con una pausa para comer. La idea es incrementar los voluntarios para abrir más horas. Ahora, de hecho, está cerrado hasta el 2 de septiembre. El 21% de los usuarios son inmigrantes. Suelen acudir a leer la prensa de su país, chatear o cartearse por correo electrónico con los familiares o amigos que dejaron en su patria.
La promotora de este proyecto para luchar contra la marginación a través de las nuevas tecnologías es la Fundación Esplai. Ella puso, financiada parcialmente por la estadounidense International Youth Foundation, los nueve ordenadores, las impresoras, la cámara que envía imágenes por Internet, el escáner y la conexión telefónica de banda ancha. Todo es de última generación porque sería absurdo enseñar con material ya obsoleto, explica el monitor, Natxo Oyanguren. Las fundaciones Aldauri e Itaka-Escolapios gestionan el punto Red Conecta de Bilbao. A partir del año próximo también deberán financiarlo. Ya están a la búsqueda de fondos.
Esplai cuenta con otros ocho de estos peculiares cibercafés repartidos por barrios deprimidos de toda España. A fin de año habrá abierto siete más.
EL PAÍS, 2 de agosto de 2002.